Eric Nepomuceno
Tde incertidumbre: así vive Brasil cuando falta menos de un
mes para las más imprevisibles elecciones presidenciales en décadas.
El favorito absoluto, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva,
sigue preso a raíz de un juicio claramente manipulado en que fue
condenado sin prueba alguna, y su candidatura ha sido impugnada.Tras él
aparece en los sondeos el candidato de extrema derecha, Jair Bolsonaro,
quien está internado en una unidad de terapia intensiva luego de haber
sido apuñalado en un acto electoral. Su estado es considerado grave y
deberá seguir en el hospital, al menos, hasta el martes 19.
Al llegar al hospital en la ciudad de Juiz de Fora, estado de Minas
Gerais, Bolsonaro había perdido 40 por ciento de sangre y su presión
arterial era de 10 por 3, o sea, estaba al borde de la muerte.
Luego de una operación que llevó horas y pasar por la implantación de
una bolsa de colonoscopía, el militar y diputado fue transferido a San
Pablo. Su cuadro clínico es considerado estable, pero de mucha gravedad.
El sábado llevó a las redes sociales una foto tomada en la unidad de
terapia intensiva, en donde aparece sentado y haciendo con las dos
manos, pulgar e índice extendidos, la señal de un revólver: Bolsonaro,
entre otras estupideces, defiende que se autorice el porte de armas a
todos los brasileños. De ser así, y en lugar de un cuchillo de cocina,
su agresor hubiese usado una pistola, y hoy el ultraderechista estaría
muerto.
De todas formas, es cierto que con la agresión todo se enredó, y
cualquier previsión es más arriesgada que nunca. De seguro, lo que se
tiene es una carrera contra el tiempo, con Lula tratando de transferir
votos para el que era su candidato a la vicepresidencia.
Con Bolsonaro la historia es otra. No tiene un partido fuerte, no
cuenta con aliados de peso, la estructura a su alrededor es más bien
frágil, y su campaña electoral depende esencialmente de él.
Los primeros sondeos de opinión pública realizados luego de la
agresión sufrida por él no indican, como se preveía, un alza fuerte en
las intenciones de voto.
Hasta el miércoles pasado la gran duda era saber cuál sería la
estrategia de la izquierda una vez consolidada la impugnación de la
candidatura de Lula.
Ahora hay un componente nuevo: la puñalada contra Bolsonaro enturbió
todo, y ya nadie sabe qué podrá ocurrir. Mientras Lula da Silva ha dado
sólidas muestras de que podrá transferir votos a su hasta ahora
postulante a la vicepresidencia, el ex ministro de Educación y ex
alcalde de São Paulo, Fernando Haddad, es imposible prever si el
ultraderechista Jair Bolsonaro logrará transferir parte de su electorado
a Antônio Hamilton Mourão, un general retirado igualmente reaccionario
que es su candidato a vice.
La coincidencia entre Mourão y Bolsonaro se reforzó cuando hubo una
mención a un notorio torturador de la más reciente dictadura
(1964-1985), el coronel Alberto Brilhante Ustra.
En una entrevista televisiva transmitida en vivo el viernes pasado,
Mourão pareció bastante más preparado que Bolsonaro, algo que, dicho sea
de paso, resulta fácil, frente al bajísimo nivel del candidato
principal.
Pero llamó la atención al contestar a una pregunta sobre el coronel
Brilhante Ustra, acusado de asesinar, al menos, a 47 presos bajo su
responsabilidad:
Héroes matan. Los dos, Bolsonaro y Mourão, tienen a un torturador como héroe.
Faltando poco para el primer domingo de octubre, la única estrategia
visible a ser seguida por los responsables por la campaña de Bolsonaro
será transformarlo en una especie de mártir. Como su tiempo de
propaganda en la radio y televisión es casi inexistente, la salida será
potencializar aún más el uso de las redes sociales.
Haddad, en tanto, tendrá como principal argumento unir su nombre al
de Lula da Silva, buscando despertar en el electorado la memoria de los
buenos tiempos de sus dos mandatos presidenciales, mientras hostiga el
gobierno surgido a raíz del golpe institucional que destituyó a la
presidenta Dilma Rousseff hace dos años, hundiendo al país en una crisis
sin precedente.
Se espera que el martes 11 sea el día en que Lula se desista
formalmente de continuar como candidato a la presidencia, y que su
partido oficialice la candidatura de Haddad y de Manuela D’Ávila, del
Partido Comunista do Brasil, como vicepresidenta.
Luiz Inácio Lula da Silva deberá divulgar, por medio de sus abogados,
una carta que será una especie de testamento político: él sólo podrá
volver a presentarse como candidato cuando tenga 93 años, según la pena
que le impusieron.
Resta saber qué pasará con los seguidores de Bolsonaro.
De momento, se espera que él se recupere a tiempo para continuar en
campaña. Si eso ocurre, todos los indicios apuntan a una dura disputa en
la segunda vuelta con Fernando Haddad.
Frente a semejante e inesperado cuadro, se refuerza lo que ya se
sabía: el que salga victorioso de las urnas de octubre tendrá bajo los
pies, en el primer día de 2019, un terreno más pantanoso que cualquiera
de sus antecesores desde el reinicio de la democracia en 1985
No hay comentarios:
Publicar un comentario