Este 11 de setiembre
recordamos una vez más la aciaga mañana en que se llevó a cabo el artero
golpe de Estado de carácter fascista contra el gobierno constitucional
de Chile y su Presidente, el Dr. Salvador Allende, que asumiera el 3 de
noviembre de 1970.
Pero más allá de la justa recordación del hecho
como tal, es conveniente y necesario –máxime teniendo en cuenta el paso
del tiempo y las nuevas generaciones que no vivieron los hechos- hacer
un breve repaso de todo el proceso político del período.
El triunfo de Allende y “la vía chilena al socialismo”
Fue una experiencia que nos marcó fuertemente a toda la generación de
jóvenes militantes de fines de los años 60 y principios de los 70.
Luego de tres derrotas como candidato presidencial (1952, 1958 y 1964)
es elegido candidato por la Unidad Popular – coalición conformada en
1969 por los partidos Socialista, Comunista, Radical, Social Demócrata, MAPU (Movimiento de Acción Popular Unitaria) y API (Acción Popular Independiente).
Era
la primera vez que triunfaba por la vía electoral un candidato marxista
que sostenía la tesis de la posibilidad de un pasaje gradual del
capitalismo al socialismo; lo que se dio en llamar “la vía chilena al
socialismo”.
Los pilares de esta transición fueron:
- la nacionalización de empresas consideradas estratégicas, aplicando un viejo decreto de 1932, nunca derogado, que establecía que si una empresa detenía su producción, el Estado podía intervenirla para ponerla en funcionamiento. La más importante fue la nacionalización del cobre y la expropiación sus dos principales empresas: la Anaconda y la Kennecott, con el pago de una indemnización a la que se le restarían las utilidades excesivas basadas en el pago de bajísimos impuestos desde 1955. El resultado fue que no se les pagó nada y por el contrario, las empresas terminaron con deudas millonarias con el Estado.
- la compra de acciones de otras que eran sociedades anónimas, mediante la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO).
- La reforma agraria, utilizando la ley de Eduardo Frei y aprovechando ciertos vacíos legales que permitieron la toma de tierras y expropiación de fondos por parte de la Corporación de la Reforma Agraria (CORA).
La acción del imperialismo
Documentos
desclasificados indican que ya desde 1962 la CIA aportó 2,6 millones de
dólares a la campaña electoral de Frei DE 1964 y 3 millones más en
propaganda contra el candidato Allende de la coalición Frente de Acción
Popular (FRAP).
Es sabida la furia del Presidente Nixon cuando le
pidió a su Secretario de Estado Henry Kissinger que “hiciera gritar” a
la economía chilena a fin de desestabilizar el gobierno de Allende.
Son
bien conocidos los sucesos del 11 de setiembre, el bombardeo y asalto a
La Moneda, el discurso final de Allende en radio Magallanes previo a
que acallaran su emisión, su resistencia hasta las últimas consecuencias
y su muerte.
Aprender de los errores
El estudio
crítico de la Historia desde el punto de vista materialista es un
instrumento imprescindible para extraer enseñanzas que nos guíen de la
mejor manera posible en el accionar presente y nos permitan avanzar en
las definiciones que caractericen los lineamientos principales del
futuro que anhelamos.
Salvador Allende ha sido y es un ejemplo
ético de convicción revolucionaria en llevar adelante hasta sus últimas
consecuencias, las ideas en las que creía firmemente; lo que no quita en
absoluto la posibilidad de hacer un análisis crítico de los hechos.
Viendo
en retrospectiva el proceso de su gobierno, podríamos señalar en primer
término que a nuestro juicio, y con todo respeto a su figura, un error
fue caer al principio en lo que podríamos denominar cierto “fetichismo
de la Constitución”; es decir considerar que ningún sector de la
burguesía se atrevería a violar sus propias normas democráticas.
En
realidad la burguesía cuando fue la clase revolucionaria enfrentada al
orden feudal, estableció a partir de la Revolución Francesa, el Estado
moderno regido por normas que nos llegan hasta hoy (que conforman la
democracia burguesa).
La visión materialista de la Historia nos
debería hacer ver que la burguesía transformada en clase dominante, no
trepidará si es menester en romper las reglas de juego por ella creadas,
a fin de mantener su hegemonía de clase.
En segundo lugar el
golpe de Estado sirvió para que Chile fuera la primera experiencia de
laboratorio en la aplicación del neoliberalismo, y la antesala de los
siguientes en la región; única manera de aplicar a sangre y fuego contra
toda resistencia popular la estrategia global neoliberal.
Debemos
señalar el descarado papel conspirador jugado -desde la asunción del
gobierno de la Unidad Popular- por los medios masivos de comunicación;
encabezados por el diario El Mercurio, pero que comprendía además un
sinnúmero de programas de radio y televisión (recuerdo haber leído en
febrero de 1973 en Santiago, propaganda en diarios que llamaban lisa y
llanamente a “barrer con la UPeste”).
Asimismo la complicidad de
la democracia cristiana y la acción directa de grupos de ultra derecha
como el paramilitar “Patria y Libertad”.
Especial mención merece
el boicot planificado de los empresarios camioneros organizados en la
Confederación de Sindicatos de Dueños de Camiones, “auto convocados” (y
financiados por la CIA con casi 2 millones de dólares), jugados a crear
un clima de zozobra pública que desestabilizara al gobierno, generando
un gran desabastecimiento de productos básicos de alimentación y
limpieza.
Alguna semejanza y alguna diferencia
Si
bien no es razonable extrapolar mecánicamente situaciones sociales a
países distintos y en períodos históricos diferentes, sí podemos
analizar y comparar diferencias y similitudes entre los procesos
políticos protagonizados por la UP chilena y nuestro Frente Amplio de
Uruguay.
Una importante diferencia radica en la estructura de
ambas organizaciones. Mientras la UP era una coalición de partidos, el
FA nació con su original y doble condición de coalición y movimiento;
reflejada en sus documentos fundacionales, estructura orgánica y
plasmada en la creación de los Comités de Base.
Estos ámbitos
barriales de encuentro y organización de la militancia, ubicados en
locales del FA como tal y no de ningún partido o grupo integrante de la
coalición, sin dudas ha jugado un papel clave en el mantenimiento de la
unidad desde 1971 a la fecha. El movimiento ha sido el garante de la
unidad en ésta, la coalición de izquierda más antigua del mundo, y única
que abarca desde su fundación al Partido Demócrata Cristiano con los
Partidos Comunista y Socialista.
En cuanto a similitudes, sus
definiciones políticas son similares. Si bien el FA institucionalmente
nunca se auto proclamó como camino uruguayo al socialismo, sí se definió
claramente como una fuerza política de acción permanente y no meramente
electoral, de carácter nacional, democrática, progresista,
antioligárquica y antiimperialista.
¿Qué lecciones podemos extraer para nuestra realidad de hoy?
A
45 años de la dolorosa y traumática experiencia que significó para la
gran mayoría del pueblo chileno el sangriento derrocamiento de la
primera experiencia de intento de tránsito pacífico del capitalismo al
socialismo, sería bueno dar un salto en calidad que trate de superar la
mera recordación hacia una reflexión para un debate que nos deje
enseñanzas para no cometer errores parecidos y profundizar nuestro
proceso de cambios, cuando transitamos por el tercer período detentando
el gobierno nacional y ante el desafío de lograr el cuarto triunfando en
las elecciones del año próximo.
En la cruz de los caminos
Para
afrontar exitosamente este desafío, no basta (si bien hay que hacerlo
mucho mejor que hasta ahora) la enumeración de lo hecho en estos 13 años
de gestión. Tampoco es suficiente haber elaborado un extenso documento
de propuestas programáticas que ingresa en el proceso de discusión
interna, para su aprobación en el próximo Congreso del 2 y 3 de
diciembre.
Nos debemos un profundo debate político, en donde no
queden temas omitidos o al margen por el hecho de darlos por acordados
de antemano y que disipe dudas en cuanto a qué somos hoy y hacia dónde
vamos en este proceso de cambios sociales.
Sólo para plantear algunas preguntas como disparadoras de posibles temas de discusión:
¿Estamos todos de acuerdo en la existencia del imperialismo y su ofensiva en el mundo y en particular en nuestra región?
¿Acordamos en la existencia de la lucha de clases y por ende de los enemigos de clase dentro y fuera de fronteras?
¿Tenemos
claro en la práctica política cotidiana la diferencia entre gobierno y
poder así como la necesidad imperiosa del efectivo relacionamiento
coordinado entre fuerza política y gobierno?
Estas interrogantes
en las que pareciera haber acuerdo en una respuesta positiva, no fueron
elegidas al azar; ya que creo que forman parte de nuestros clásicos “sí
pero no” en aras de un consenso.
No estoy para nada seguro de que
estemos todos contestes en que el imperialismo lleva adelante una
ofensiva desestabilizadora contra todo gobierno que no aplique
dócilmente las políticas neoliberales; ya no mediante golpes de Estado
“de confección en serie” como los de los años 70, pero sí en la
aplicación de los llamados “golpes suaves” o “blandos” confeccionados
como “traje de medida” para cada situación de un país determinado.
Son conocidas las tesis de su ideólogo Gene Sharp, autor del ensayo “De
la dictadura a la democracia”. De acuerdo con Sharp, la estrategia del
“golpe suave” puede ejecutarse a través de cinco etapas jerarquizadas o
realizadas de manera simultánea. Entre ellas el cabalgamiento de los
conflictos y promoción del descontento, promoción de factores de
malestar (desabastecimiento, criminalidad, manipulación del dólar,
lockout patronal y otros, denuncias de corrupción a través de medios,
promoción de las mismas sin sustento real).
Las farsas
judiciales como en el golpe en Honduras o las parlamentarias en Paraguay
y Brasil, nos eximen de mayores comentarios.
Sin embargo creo de orden alertar en que no estemos cayendo en el mencionado “fetichismo de la Constitución”.
¿Estamos todos de acuerdo en que Uruguay llegado el caso no será una
excepción y que ya se puede detectar la presencia de algunos de los
elementos integrantes de la estrategia arriba mencionados?
Respecto
a los conceptos materialistas de lucha y de enemigos de clase, me
surgen las mismas dudas: en principio ninguna compañera o compañero sale
al cruce a negar su validez; pero ante el uso de estas categorías, nos
miran en silencio como a dinosaurios de un parque jurásico...
Pero casi sin darnos cuenta, hemos ido modificando nuestro lenguaje descriptivo de izquierda.
A los latifundistas o estancieros que siguen hambreando a sus peones y
se indignaron con la aprobación de ley de 8 horas en el campo; y que
muchos de ellos integran el movimiento de “auto convocados” - un
verdadero grupo de presión que exige al gobierno medidas económicas de
privilegio que le sigan asegurando sus buenos márgenes de ganancias -
hoy se los llama “productores rurales”; a las patronales y sus
organizaciones (rurales, de la industria y del comercio) que hoy vuelven
a boicotear las reuniones tripartitas de Consejos de Salarios, hoy son
“actores económicos”; los acérrimos enemigos de clase de los partidos
fundacionales burgueses pasaron a ser dignos “adversarios políticos”.
Recordemos aquello de que nunca nadie por agacharse evitó el ataque del enemigo.
Y
por último creo que hemos dado pruebas de no resolver adecuadamente las
esferas de relacionamiento y coordinación entre el FA en tanto fuerza
política y el gobierno frenteamplista.
No es un asunto sencillo ni es una dificultad novedosa o propia.
Ya
el PT cuando perdió la alcaldía de Porto Alegre en 2005, luego de 16
años de gobierno, mencionaba en un documento este tema como una de las
causas que incidieron en su derrota.
En breve resumen
La
llave para resolver en forma superadora los temas y desafíos que
tenemos por delante es procesar cuanto antes esta discusión sincera y a
fondo, sin buscar falsos atajos de redacción. Debemos salir al cruce de
una falacia instalada en algunas y algunos compañeros, de que “la
discusión afecta la unidad”. ¿Desde cuándo? Las y los veteranos de los
70 somos testigos de que siempre fue al revés. Las discusiones –muchas
veces durísimas– jamás afectaron la unidad ni del movimiento obrero ni
del estudiantil. Por el contrario la aceraron en momentos duros en que
sabíamos perfectamente en donde estaba el enemigo que nos reprimía.
El
largo proceso de debates que forjó la unidad de la clase obrera y los
trabajadores primero en el Congreso del Pueblo (1965) y luego en la
unificación del movimiento sindical en la CNT (Convención Nacional de
Trabajadores, en 1966) y de las expresión política de la izquierda en el
Frente Amplio (1971), no fue precisamente un lecho de rosas.
Y precisamente por la profundidad de las discusiones, los acuerdos alcanzados fueron sólidos y duraderos.
De
la forma en que demos las necesarias discusiones que hacen a la
proyección del proceso de cambios, llamando a las cosas por su nombre,
dependerá los resultados que obtengamos.
Es imperioso
reflexionar acerca de qué implica hoy para una fuerza política en el
gobierno su Compromiso Político y Llamamiento del 5 de febrero de 1971;
documento fundacional expresado en una “concepción nacional progresista y democrática avanzada” con “Un programa de contenido democrático y antiimperialista que establezca
el control y la dirección planificada y nacionalizada de los puntos
clave del sistema económico para sacar al país de su estancamiento,
redistribuir de modo equitativo el ingreso, aniquilar el predominio de
la oligarquía de intermediarios, banqueros y latifundistas y realizar
una política de efectiva libertad y bienestar, basada en el esfuerzo
productivo de todos los habitantes de la República.”
Lamentablemente si no aclaramos nuestras ideas sobre el carácter del
rumbo a seguir y salimos en franca ofensiva política, desde los Comités
de Base y al encuentro de la gente, iremos pendiente abajo: muy
posiblemente ganaremos las próximas elecciones, pero sin mayorías
parlamentarias y será el principio de un fin conocido.
Finalizamos citando un breve fragmento de un “Diálogo con los médicos”
charla que Rodney Arismendi diera el 9 de setiembre de 1988; hace
exactamente 30 años pero que parece dicho hoy:
“¿Debe
mejorarse el Frente? Desde luego, debe mejorarse, pero las
modificaciones que puede soportar no deben alterar su esencia
transformadora; su condición de coalición política pero también
movimiento que, para su bien, le dio la presencia de los comités desde
el comienzo, como protagonistas y diría, incluso, como testigos de la
unidad.
Es decir, el Frente vale por sí mismo,
pero, al mismo tiempo debe ser más eficiente, debe salir más a la calle,
debe llegar más profundamente a la entraña del interior, debe seguir
perfeccionando su plataforma, su lenguaje, su discurso en general. Pero
eso no significa integrarlo en el sistema ni hacerlo dar tres o cuatro
pasos a la derecha.”
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