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miércoles, 26 de septiembre de 2018

Macri gato


José Steinsleger

En la voz de los sin voz, subyace esa capacidad de síntesis inmune al duro corazón del odio ilustrado: ¡muera el mal gobierno!; ¡viva la revolución!; ¡abajo el tirano!; ¡patria o muerte!; ¡hasta la victoria, siempre!... etcétera.
Expresiones que a los pueblos sirven para levantar el ánimo en épocas de adversidad. Que han sido todas, sin excepcíón. Pero los argentinos inventaron una de tan sólo dos palabras, Macri gato, que al presidente y su equipo de gobierno pone de cabeza.
Los interesados en el país de Maradona y Francisco (y Borges, olvidaba) habrán observado que en días pasados, durante el paro activo de 36 horas, el acrónimo MMLPQTP volvió a cimbrar las calles de Buenos Aires, con todas sus palabras desplegadas.
¿Lo aclaro? Creo que las siglas se entienden fácilmente… Además, ya tuve un cordial intercambio con un par de aguerridas feministas, que me hicieron reparar en lo injusto del acrónimo. ¿Qué culpa tiene la mamá de Mauricio Macri –dijeron– si el hijo le salió canalla y mafioso? Admito que me convencieron.
¿Por qué la expresión Macri gato llega a los partidarios del presidente con más fuerza que MMLPQTP? Es curioso. En una sociedad que se jacta de haber parido a un indiscutido maestro de la lengua (que nunca dijo o escribió malas palabras), el foráneo queda abrumado frente al agresivo lenguaje coloquial de sus habitantes.
Lengua y lenguaje: pareja de signos incompatibles. Borges dijo hermosas palabras cuando fue condecorado por el genocida Pinochet y recibido por el genocida Videla, a quien calificó de caballero. ¡Qué exquisitez! Recuerdo también su respuesta a una revista interesada en saber cuál era, a su juicio, el mejor libro de los últimos cincuenta años. El autor de Funes el memorioso, respondió:
“No tengo ninguna duda de que de hacerse esta encuesta antes de la revolución de septiembre (N de la R: la fusiladora que en 1955 bombardeó a civiles en Plaza de Mayo y derrocó a Perón) todos habrían dicho que el libro de una señora ya fallecida, escrito por un español de apellido Penellas.”
Borges, el apolítico (¡ejem!), aludía a La razón de mi vida, de Eva Perón. Un comentario que sólo podía ser hijo del odio, como dijo otro grande de las letras. Un odio intenso, retorcido, clasista, racial, y con el toque meritocrático que La Nación y el multimedio oligopólico Clarín, cultivan día tras día en la tierra de Macri gato.
Según el blogero Rodolfo Belonne, la expresión Macri gato empezó a viralizarse el 17 de mayo de 2016, luego de que Luis Llanos (un activista social de Jujuy) fue detenido por la policía tras gritarla al presidente que visitaba la provincia. Hasta ese momento, el vocablo gato se usaba despectivamente en femenino: las gatas que circulan en los estudios de televisión para hacer carrera.
En su portal, Belonne fue más memorioso que Funes. Durante la década de 1930 –recordó– en Buenos Aires, era común ver en la puerta de los teatros a señores ataviados con sus mejores galas y cargados de regalos, que buscaban la compañía de actrices, cantantes o bailarinas de la obra.
A esos señores se los empezó a llamar gatos. Mas no para referirse al felino, sino al de gatilla. Que en la jerga popular es el que paga. Luego, el vocablo fue adoptado en las prisiones, para nombrar al sirviente del jefe del pabellón. Es decir que el gato, aclara Belonne, ejerce una autoridad prestada ante los demás, pagando con su servilismo ante el jefe, cuyo bienestar recae en la eficacia de su acción.
Por ende, el gato es muy celoso e impiadoso en su trabajo: desprecia al que está en inferioridad de condiciones y admira a quien lo utiliza. El gato no es un esclavo que quiere ser libre. Es un esclavo que anhela ser esclavista. Lo más ajeno al gato es la solidaridad.
Belonne cierra su explicación, subrayando: a Luis Llanos, seguramente, no lo hubieran detenido de haber tratado a Macri de “…representante de las corporaciones que transfiere recursos a los sectores concentrados, y carestía a los más desposeídos generando un estado de desigualdad que empuja a un vasto sector de la sociedad a la pobreza, despojándolo de sus derechos y sometiéndolo a situaciones de injusticia que lesionan su condición humana”.
Tal es la fuerza invencible de los sin voz, que escritores, periodistas y politólogos que padecen de incontinencia verbal, deberían emular. Aunque a Luis Llanos, como bien concluye Belonne, lo haya matado la síntesis.

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