
Doctora
en Relaciones Internacionales e Integración Europea por la Universidad
Autónoma de Barcelona (UAB) y Doctora en Estudios Latinoamericanos por
la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El
23 de agosto la Casa Blanca emitió un comunicado anunciando que
reevaluaría su relación con El Salvador. El anuncio se debe a la
decisión del Gobierno del país centroamericano de poner fin a sus
tradicionales relaciones diplomáticas con Taiwán e iniciarlas con la
República Popular de China. Para el Gobierno estadounidense esta
decisión se ha tomado de “manera no transparente” y afecta al “bienestar
de la economía y seguridad de toda la región de las Américas”.[1]
La decisión del Gobierno salvadoreño,
presidido por Salvador Sánchez Cerén, se suma a lo hecho antes por otros
países latinoamericanos, como Costa Rica, República Dominicana o
Panamá. Estos países, que tradicionalmente habían reconocido a Taiwán
-una herencia de la Guerra Fría- decidieron comenzar relaciones
diplomáticas con Beijing para abrir sus mercados a la inversión china.
Sin embargo, entonces no hubo una reacción similar por parte del
Gobierno estadounidense que, a raíz del caso salvadoreño, ha llegado a
tildar a China de “desestabilizar” e “interferir políticamente” en la
política continental. ¿Cómo interpretar esta reacción?
EE.UU. y El Salvador
Desde el año 2006, Estados Unidos
(EE.UU.) y El Salvador están vinculados comercialmente a través del
Tratado de Libre Comercio entre Centroamérica y Estados Unidos (CAFTA),
posteriormente ampliado a República Dominicana (DR-CAFTA, por sus siglas
en inglés). En marzo de 2009, el Frente Farabundo Martí para la
Liberación Nacional (FMLN), fundado por ex miembros de la guerrilla,
gana las elecciones salvadoreñas y pronto se empieza a especular sobre
las nuevas alianzas internacionales que tendrá el nuevo Gobierno de
izquierdas, en un contexto en que la región se dividía entre los países
del bloque bolivariano y los países opuestos al bloque bolivariano.
El Gobierno de Mauricio Funes rehuyó su apoyo explícito a uno de los bloques. En 2011 firmó con el Gobierno de Barack Obama el Partnership for Growth
(PFG), un nuevo modelo de cooperación para el desarrollo que estaba
enfocado a mejorar la economía salvadoreña y el clima de inversión.[2]
Un año después, el Gobierno salvadoreño presentó a la Asamblea Nacional
un paquete legislativo para promover la inversión y facilitar el
comercio que incluía, entre otras, una Ley de Zonas Francas.
No obstante, los niveles de Inversión
Extranjera Directa (IED) que recibió El Salvador decayeron entre 2012 y
2013 un 71% debido, según EE.UU., a aspectos como “la incertidumbre
política, regulaciones comerciales inconsistentes y gravosas, un sistema
judicial a veces ineficaz y crimen violento generalizado”.[3]
Este clima adverso no fue inconveniente para que la posición de
inversión directa estadounidense en El Salvador creciera entre 2016 y
2017 un 9.5%, según datos de la Oficina de Análisis Económico de los
EE.UU. Por su parte, las filiales de las multinacionales estadounidenses
con participación mayoritaria en El Salvador emplearon a 34.900
personas en 2016, un 0.3% menos que en 2015. Sus ventas fueron de 3.800
millones de dólares.[4]
EE.UU. es, en la actualidad, el
principal socio comercial de El Salvador. A ese país fueron el 42.6% de
las exportaciones salvadoreñas entre enero y mayo de 2018. Y de EE.UU.
procedía el 32.8% de las importaciones salvadoreñas en el mismo periodo.
En segundo lugar, con el 12.6% de las importaciones,[5]
se encuentra un país con el que El Salvador no tiene, a diferencia de
EE.UU., ningún acuerdo comercial todavía, la República Popular de China.
Con el inicio formal de las relaciones diplomáticas El Salvador-China
es de prever que los acuerdos comerciales también lleguen y el flujo de
intercambio entre ambos países aumente, en detrimento del comercio con
EE.UU. o con terceros países.
El Salvador busca su desarrollo
Este viraje en la política exterior de
El Salvador puede entenderse si se observa cómo, en los últimos años,
los gobiernos salvadoreños han apostado por la atracción de inversión
extranjera para el desarrollo económico del país. Una de las ideas ha
consistido en proponer la creación de Zonas Económicas Especiales (ZEE),
en las que las empresas se insertan beneficiándose de un régimen fiscal
ad hoc y otra serie de privilegios. Esta fue una iniciativa
propuesta en 2014 por la Asociación Nacional de la Empresa Privada
(ANEP) pero retomada por el Gobierno de Sánchez Cerén. Éste ha
presentado una controvertida Ley de Zona Económica Especial de la Región
Sur Oriental que está generando debate entre los sectores de la
izquierda por el carácter neoliberal de la propuesta y sus eventuales
impactos medioambientales.[6]
La búsqueda del desarrollo se ha hecho
también de manera multilateral, como la firma en 2017 de un Plan para el
Desarrollo del Golfo de Fonseca entre los presidentes de El Salvador,
Honduras y Nicaragua. En la declaración conjunta estos países
solicitaban, entre otros, al Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano
de Desarrollo (BID) y el Banco Europeo de Inversiones (BEI) ayuda para
el financiamiento de proyectos de desarrollo e inversión en la zona.[7]
Cabe recordar que el BID es uno de los entes financiadores de la
Alianza Para la Prosperidad del Triángulo Norte –promovida por el
gobierno de Barack Obama en 2015– de la que El Salvador forma parte,
junto con Guatemala y Honduras. A través de ella, El Salvador recibió
130 millones de dólares en 2017.[8] La Alianza para la Prosperidad ha propiciado la creación de estas ZEE.[9]
El capital chino, no obstante, aparece
como uno de los principales socios para dinamizar las ZEE. China ha
expresado su interés en obtener la concesión del Puerto de la Unión
Centroamericana, inaugurado hace años, pero todavía sin explotar.[10]
EE.UU. está preocupado por esta posible inversión en El Salvador. Lo
expresó por vía de su embajadora en el país, Jean Manes, quien declaró
en julio pasado que era “alarmante” la estrategia de “expansión
económica y militar” de China en la región y denunció el interés de
China por el Puerto de Cutuco o Puerto de la Unión.[11] La idea de la militarización no es nueva sino una acusación reiterada por parte de las autoridades estadounidenses.[12]
En realidad, EE.UU. tiene miedo a que
China pueda usar los puertos salvadoreños para afianzar su posición en
la ruta comercial hacia el Pacífico,[13]
lo que podría agravarse si finalmente se concretara el canal
interoceánico en Nicaragua y si el Puerto de la Unión se usa como
respaldo a éste, siguiendo sus orígenes como puerto alternativo para los
buques post Panamax.[14]
Por tanto, es una preocupación por la posible pérdida de control
geopolítico sobre un país cuyas élites han sido tradicionalmente aliadas
y que puede tener repercusiones en el comercio global. La creciente
expansión china por Centroamérica -y América Latina y el Caribe en
general-[15]
está siendo presentada cada vez más por EE.UU. como una amenaza a sus
intereses y seguridad, después de años de tolerancia tácita. La línea
dura hacia China del secretario de Estado, Mike Pompeo,[16] puede estar detrás de la creciente conflictividad entre EE.UU. y China.
Reflexiones finales
La decisión del Gobierno salvadoreño
llega en un momento en que EE.UU. y China se encuentran inmersos en una
guerra comercial conocida como “guerra de los aranceles”, que está
escalando la tensión entre ambos países. Pero también está generando
fricciones entre sectores del establishment estadounidense que no comparten las decisiones de su propia Presidencia.[17]
Cómo evolucionará la relación EE.UU.-El
Salvador es difícil de prever en este contexto, pues el país
centroamericano está a cinco meses de unas elecciones presidenciales que
pueden traer cambios importantes, al menos en el sistema de partidos.[18]
Y EE.UU. está sumido, a su vez, en una inestabilidad considerable
debido a los cuestionamientos crecientes al presidente Donald Trump,
provenientes de su propio entorno.[19]
A pesar de esta volatilidad actual, lo que parece que no va a cambiar
es la necesidad de las élites salvadoreñas de atraer inversión, sea
estadounidense o china. Y tampoco se esperan cambios en la voluntad de
las empresas estadounidenses o chinas de continuar su expansión en El
Salvador. La incertidumbre, por tanto, radica en cómo se resolverá este
choque de intereses contrapuestos.
Sin duda, hay que leer la disputa
chino-estadounidense en El Salvador como una expresión más de una
disputa geopolítica más amplia, que no sólo lo es por los recursos y la
influencia sobre América Latina y el Caribe, sino sobre quién detentará
la hegemonía geoeconómica y geopolítica de las décadas por venir. Los
análisis que apuntan a un desplazamiento del centro neurálgico de la
economía mundial hacia Asia son cada vez mayores.[20]
Esto implicaría que el papel central de EE.UU. como motor económico
mundial y súper potencia hegemónica llegaría a su fin, no sin
resistencia. El caso de El Salvador ejemplifica cómo EE.UU. no está
dispuesto a perder piezas de su tablero mundial. Ganar todas las
batallas, por pequeñas que sean, es el paso para poder ganar la guerra.
[6] http://contrapunto.com.sv/economia/analisiseconomico/territorios-en-disputa-la-propuesta-de-zona-economica-especial-de-la-region-sur-oriental/7324
[7] https://www.nodal.am/2017/08/presidentes-salvador-nicaragua-honduras-acuerdan-plan-desarrollo-del-golfo-fonseca/
[8] http://www.secretariatecnica.gob.sv/el-gobierno-de-estado-unidos-destina-615-millones-para-centroamerica/
[10] https://www.elsalvador.com/noticias/negocios/498682/ministra-confirma-interes-de-china-en-el-puerto-de-la-union/
[11] https://www.lapagina.com.sv/nacionales/jean-manes-es-alarmante-la-estrategia-de-expansion-que-china-tiene-en-la-region-economicamente-y-militar/
[12] https://www.mintpressnews.com/us-accuses-china-of-pursuing-military-base-in-el-salvador/246398/
[13] http://contrapunto.com.sv/economia/analisiseconomico/territorios-en-disputa-la-propuesta-de-zona-economica-especial-de-la-region-sur-oriental/7324
[16] https://www.mintpressnews.com/us-accuses-china-of-pursuing-military-base-in-el-salvador/246398/
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