Noam Chomsky *
Miembros de la Media Luna Roja trasladan el cuerpo de un general de
brigada del ejército sirio, en el contexto de un intercambio de
prisioneros entre rebeldes y fuerzas de Bashar AssadFoto Reuters
No
es agradable contemplar los pensamientos que deben de pasar por la
mente del búho de Minerva cuando, al caer la noche, ella emprende la
tarea de interpretar la era de la civilización humana, que ahora tal
vez se acerque a su nada glorioso final.
La era comenzó hace casi 10 mil años en la Media Luna Fértil, que se
extendía desde las tierras entre el Tigris y el Éufrates a través de
Fenicia hacia la costa oriental del Mediterráneo, y de allí al valle
del Nilo, a Grecia y más allá. Lo que ocurre en esa región ofrece
dolorosas lecciones sobre las profundidades a las que la especie es
capaz de descender.
La tierra entre el Tigris y el Éufrates ha sido escenario de
indecibles horrores en años recientes. La agresión de George W.
Bush-Tony Blair en 2003, que muchos iraquíes compararon con las
invasiones mongolas del siglo XIII, fue un golpe letal más. Destruyó
mucho de lo que sobrevivió a las sanciones de la ONU impulsadas por
William Clinton contra Irak, condenadas por
genocidaspor los distinguidos diplomáticos Denis Halliday y Hans von Sponeck, quienes las administraban antes de renunciar en señal de protesta. Los devastadores informes de Halliday y Von Sponeck recibieron el tratamiento que se suele dar a los hechos indeseables.
Una consecuencia terrible de esa invasión se muestra en la
guía visual a la crisis en Irak y Siriadel New York Times: el cambio radical de los vecindarios en que convivían diversas religiones, en 2003, a los actuales enclaves sectarios, atrapados en un odio profundo. Los conflictos incendiados por la invasión se han extendido y ahora reducen toda la región a escombros.
Gran parte de la zona del Tigris y el Éufrates está en manos del
Isil y su autoproclamado Estado Islámico, sombría caricatura de la
forma extremista del Islam radical que tiene asiento en Arabia Saudita.
Patrick Cockburn, corresponsal de The Independent en Medio Oriente y uno de los analistas mejor informados sobre el Isil, lo describe como una
horrible organización, en muchos sentidos fascista, muy sectaria, que mata a todo el que no cree en su particular versión rigurosa del Islam.
Cockburn destaca también la contradicción en la reacción occidental
al surgimiento del Isil: esfuerzos por cortar su avance en Irak, junto
con otros para socavar al principal opositor del grupo en Siria, el
régimen brutal de Bashar Assad. Entre tanto, una importante barrera a
la propagación de la plaga del Isil en Líbano es Hezbolá, odiado
enemigo de Estados Unidos y su aliado Israel. Y para complicar más la
situación, Estados Unidos e Irán tienen ahora en común una justificada
preocupación por el ascenso del Estado Islámico, como otros en esta
región tan conflictiva.
Egipto se ha hundido en uno de sus tiempos más oscuros bajo una
dictadura militar que continúa recibiendo apoyo de Washington. Su
destino no fue escrito en las estrellas: durante siglos rutas
alternativas han sido bastante viables, pero no con poca frecuencia una
pesada mano imperial ha bloqueado el camino.
Luego de los renovados horrores de las semanas pasadas, debe ser
innecesario comentar sobre lo que emana de Jerusalén, considerada un
centro moral en la historia remota.
Hace 80 años, Martin Heidegger ensalzó a la Alemania nazi por
aportar la mejor esperanza de rescatar la gloriosa civilización de los
griegos de manos de los bárbaros de Oriente y Occidente. Hoy los
banqueros alemanes aplastan a Grecia bajo un régimen económico diseñado
para mantener la riqueza y el poder que poseen.
El probable fin de la era de la civilización se atisba en el
borrador de un nuevo informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio
Climático (PICC), el observatorio, conservador en general, de lo que
ocurre en el mundo físico.
El informe concluye que incrementar las emisiones de gases de efecto invernadero conlleva el riesgo de
impactos graves, generalizados e irreversibles para las personas y los ecosistemasen las próximas décadas. El planeta se acerca a la temperatura en la que la pérdida de la vasta capa de hielo sobre Groenlandia será incontenible. Eso, junto con el derretimiento del hielo del Antártico, podría elevar los niveles del mar hasta inundar ciudades importantes y planicies costeras.
La era de la civilización coincide de cerca con la edad geológica
del holoceno, que comenzó hace unos 11 mil años. El periodo anterior,
pleistoceno, duró 2.5 millones de años. Ahora, científicos sugieren que
una nueva era empezó hace 250 años, llamada antropoceno, en la cual la
actividad humana ha tenido un impacto dramático en el mundo físico. El
ritmo de cambio de las edades geológicas es difícil de pasar por alto.
Un índice del impacto humano es la extinción de especies, que ahora
se estima del mismo ritmo que hace 65 millones de años, cuando un
asteroide golpeó la Tierra, lo cual se presume que fue la causa del fin
de la era de los dinosaurios, que abrió el camino a la proliferación de
mamíferos pequeños y, a la larga, de los humanos modernos. Hoy los
humanos somos el asteroide que condena a gran parte de la vida a la
extinción.
El informe del PICC reafirma que la
vasta mayoríade reservas conocidas de combustibles deben quedar en el suelo para evitar riesgos intolerables a las generaciones futuras. Entre tanto, los principales consorcios energéticos no ocultan su objetivo de explotar esas reservas y descubrir otras.
Un día antes de presentar un resumen de las conclusiones del panel, el New York Times
reportó que grandes existencias de granos en el medio oeste de Estados
Unidos se pudren porque los ferrocarriles están ocupados transportando
los productos del boom petrolero de Dakota del Norte a los puertos de embarque hacia Asia y Europa.
Una de las consecuencias más temidas del calentamiento global
antropogénico es el derretimiento de las regiones de hielo permanente.
Un estudio en la revista Science advierte que
incluso temperaturas ligeramente más elevadas (menos de las previstas para los próximos años) podrían comenzar a derretir la capa de hielo, con posibles
consecuencias fatalespara el clima global.
Arundhati Roy sugiere que
la metáfora más apropiada para la insania de nuestros tiemposes el glaciar Siachen, donde soldados indios y paquistaníes se han matado en el campo de batalla de más altitud en el mundo. El glaciar se está derritiendo y revela
miles de proyectiles de artillería usados y tambos de combustible vacíos, hachas para hielo, botas viejas, tiendas y muchos otros desperdicios que miles de combatientes humanos generanen conflictos sin sentido. Y mientras los glaciares se derriten, India y Pakistán enfrentan un desastre indescriptible.
Triste especie. Pobre búho.
* El libro más reciente de Noam Chomsky es Power Systems:
Conversations on Global Democratic Uprisings and the New Challenges to
U.S. Empire. Interviews with David Barsamian. Chomsky es profesor emérito de lingüística y filosofía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, en Cambridge.
© 2014 Noam Chomsky
Distributed by The New York Times Syndicate
Traducción: Jorge Anaya
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