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Dios mío: protégenos del veneno de la cobra, de los colmillos del tigre y de la venganza de los afganos. En el año de 1838 las tropas británicas invaden y ocupan el territorio de lo que después se llamará Afganistán. El imperio durrani (1747-1827) había desaparecido 10 años antes y con él la unidad de ese territorio que luego será conocido como Afganistán. Algunos datos imprescindibles: Afganistán, hundido en el corazón de Asia y sin salida al mar, tiene una extensión de 652 mil 225 kilómetros cuadrados. Un país de enormes montañas, un macizo entre el subcontinente indio y el Medio Oriente. La ciudad de Kabul, su capital, tiene tres millones de habitantes, una asamblea de ruinas desérticas, destruida por la furia de los talibanes. Sus fronteras son diversas y conflictivas. Al sur, Pakistán; al oeste, Irán; al norte, las ex repúblicas soviéticas: Turkmenistán, Uzbekistán y Tayikistán; al norte y al noreste, la República Popular China a través del corredor de Wakhan.
Según el manual CIA: Worldfactbook, Washington, 2005, 34 provincias forman Afganistán, que a su vez se subdividen en distritos. Las etnias lingüísticas que constituyen Afganistán se dividen: 38 por ciento pastunes, 25 por ciento tayikos, 22 por ciento hazaras, 9 por ciento usbekos y 6 por ciento judíos étnicos. Otra minoría importante: 12 por ciento, etnias turcas. Muchas están vinculadas con los habitantes de las antiguas repúblicas soviéticas de Asia central. Dedicadas históricamente a actividades agrícolas, la mayoría de estas etnias se concentran en el llamado Turkestán afgano, que comprende la región al sur del Amu Darya, a excepción de Badakhshan, y con el Hindu Kush como frontera sur. Se cuentan por miles los alpinistas que han perdido la vida en éstas.
“Las etnias turcas han sido pioneras en la aparición de industrias y actividades empresariales en el país, esencialmente en el sector textil, gracias al cultivo del algodón. Quizá como en ningún otro país, la geografía se convierte en Afganistán en historia y, al revés, la historia en geografía, y esto se puede constatar en cualquier mapa. Afganistán está dividido por el macizo del Hindu Kush. Unos 100 picos helados de más de 6 mil metros –el más alto es el Naochak, de casi 7 mil 500 metros. La cordillera Pamir es una de las más altas del mundo. Se encuentra en los límites de Asia central con Asia meridional, y está formada por la unión de las cordilleras Tian Shan; Karakórum, llamado el K-2, Kunlun y Hindu Kush, correa de transmisión con el Himalaya. Por ser punto de reunión de varias cordilleras, es también conocido como Nudo del Pamir. Eran conocidas en tiempos de la reina Victoria como “el techo del mundo (roof of the world)”.
En La gran guerra por la civilización: la conquista de oriente próximo, 2005, Robert Fisk resume de manera concisa la resistencia afgana desde 269 años AC. Alejandro Magno destruyó las tribus afganas en su ruta hacia India, levantó el imperio Aracosia, antiguo nombre de una región de Asia central, que se encontraba en la zona montañosa del actual Afganistán, separada de la ciudad de Bactriana (situada al norte) por la cordillera del Hinduush. Se extendía sobre el valle del río Helmand, que desembocaba en el lago Hamún, en la región vecina de Drangiana. Sus pobladores originales fueron conocidos como los pastunes. Alexandría de Aracosia, la capital, se llama hoy Kandahar.
“A esas montañas impenetrables y agrestes –escribía Robert Fisk– la sometieron los kushitas, los persas sasánidas, los heftalíes, y luego los ejércitos islámicos, cuyas primeras conquistas encontraron la feroz resistencia de las tribus hindúes.” Gengis Kan invadió ese territorio en 1219; sin embargo, la muerte de su nieto, traspasado por flechas afgnas frente a la ciudad de Bamiyán, convirtió al Kan en un furor destructivo y en el valle –desde donde podían verse con toda nitidez dos Budas gigantes de 600 años de antigüedad tallados en la piedra de roca de un acantilado– ordenó que su ejército mongol ejecutara a todos los hombres, mujeres y niños, y que no quedara nadie con vida.
A través de los siglos, los imperios dominaron las tierras y montañas de lo que en nuestros días se llama Afganistán. A principios del siglo XV, Timur Lang, Timur El Cojo –el sanguinario Tamerlán, comenta Robert Fisk, de Cristopher Marlowe–, conquistó todo ese territorio. A los timuríes los sucedieron los mongoles de India y los safavíes de Persia. La zona montañosa registró una oleada de revueltas periódicas de las tribus afganas
. Dos acontecimientos parecen resumir el momento, la salida de este nuevo espíritu de la cultura afgana en 1747, cuando un caudillo de una tribu pastún menor, Ahmad Sha Durrani, tomó el poder profundamente vinculado con la hegemonía musulmana. “La sociedad pastún consta de muchas tribus y clanes que en alguna ocasión estuvieron unidos a lo largo de la historia, pero no fue sino hasta la emergencia del imperio durrani, 1747, cuando en 1841 un grupo de guerreros pastunes asaltaron un campo militar británico y se llevó cabo una de sus célebres matanzas. Como el Billy Fisch en el relato de Rudyard Kipling El hombre que pudo reinar, un solo sobreviviente regresa del lejano reino de Kafiristán a Bombay. En la realidad, los guerreros pastunes habían exterminado la vida de 15 mil 999 mil soldados británicos. Ese es el verdadero recuento.
Durante la rivalidad anglo-rusa durante el siglo XIX (conocida como El gran juego
), los pastunes desempeñaron un papel vital, porque el límite de ambos imperios coincidía con su dominios”. Durante 250 años los pastunes fueron el grupo sobresaliente en Afganistán y su etnias lingüísticas cuentan con el grupo más numeroso adscrito al del movimiento talibán. Los pastunes son también una comunidad importante en Pakistán, donde se considera la segunda mayoría étnica. Según los cálculos de Robert Fisk, la población total pastún es de unos 42 millones de personas, pero no existe un censo oficial en Afganistán desde 1979. Hay unas 60 tribus pastunes importantes, y dentro de ellas más de 400 subclanes.
En septiembre de 2004, Mawlawi Mohammed Islam Mohammadi, gobernador talibán de la provincia de Bimayán, dinamitó los budas gigantes. Durante la destrucción, el ministro de Información talibán, Qudratullah Jamal, deploró ante la prensa: este trabajo de destrucción no es tan fácil como la gente piensa. Tú no puedes bombardear así como así las estatuas, puesto que ambas fueron talladas en un acantilado, están firmemente estampadas a la montaña
. El impulso de la total destrucción se ha convertido en una parte de la estrategia militar talibán.
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