Somos un Colectivo que produce programas en español en CFRU 93.3 FM, radio de la Universidad de Guelph en Ontario, Canadá, comprometidos con la difusión de nuestras culturas, la situación social y política de nuestros pueblos y la defensa de los Derechos Humanos.
sábado, 22 de mayo de 2010
ALEPH: No se les escapa una
Carolina Escobar Sarti
Hay una empresa, una historia y una visión de mundo expresada alrededor de una misma tragedia: Haití. Pero podríamos, incluso, cambiar algunos nombres y estaríamos hablando de situaciones idénticas en cualquier país de los que engrosan los listados tercer y cuartomundistas, v. gr. el nuestro. Países manejados por intereses corporativos y sectoriales, sin gobiernos solventes ni instituciones sólidas que velen por las grandes mayorías.
Haití va volviendo lentamente a una “normalidad” de pobreza y exclusión, luego del terremoto sucedido en enero. Sin embargo, en medio de tanto desamparo, la humanidad ha dado cuenta de todas sus luces y sombras y la ayuda ha llegado en distintos paquetes: los de la voracidad neoliberal, los del idealismo rosa, los de una cooperación “campana” del “dan-darán”, y los de la franca solidaridad humana.
Como antecedente obligado, cito una declaración reciente que diera Clinton, el ex presidente estadounidense, ahora encargado de coordinar la ayuda internacional para Haití. “Fue un error”, le dijo a Jorge Ramos en una entrevista, refiriéndose a la presión que él y otros gobernantes pusieron hace 16 años al recién restituido presidente haitiano Aristide, para que abriera de par en par las puertas a la importación de arroz, producto que ese país antes exportaba. Esto fue un golpe mortal para gran parte del sector agrícola en Haití; muchos perdieron sus tierras y provocó hambruna. “Estuvo mal. Todos estábamos equivocados”, dijo Clinton. Fue entonces más barato traer arroz de Arkansas que producirlo en Haití, pero eso dejó en la miseria y el desempleo a muchos haitianos, además de que Haití ahora importa el 80% de los alimentos que consume. Con esto en mente, vuelvo a lo que sucede hoy.
Según un artículo del brasileño Thalles Gomes (19/05/2010), la empresa estadounidense Monsanto donó semillas transgénicas a Haití. Sabiendo que buena parte del futuro del país está en su agricultura, esa supuesta generosidad no es sino la expresión de una voracidad sin límites y una trampa letal para el pueblo haitiano. ¿Por qué? Cuando los agricultores dependen de esas semillas modificadas, dependen también de los pesticidas, herbicidas y fertilizantes que se venden especialmente para su cultivo. Todo es producido por la misma Monsanto. Ante un 19% de baja en sus billonarias ganancias, debido, precisamente, a esta imposición velada, la mayor empresa productora de semillas en el mundo busca nuevos mercados de consumidores. Y usa el tradicional gancho: regala la primera muestra y lo demás es historia contada. Por otra parte, las familias campesinas no podrán reaprovechar las semillas que broten de esos cultivos, porque una de las características de las semillas híbridas es que solo su primera generación es adecuada para la siembra. Si quisieran volver a sembrar, los campesinos tendrían que comprar nuevas semillas a la Monsanto, estableciéndose así una relación de total dependencia. Y no estamos hablando de la calidad del suelo después de la siembra, de las patentes de las semillas y otros “detallitos” más.
El inglés Jean-Yves Urfié, ex profesor de química del College Saint Martial, denunció: “La empresa transnacional Monsanto está ofreciendo a los agricultores del país un regalo mortal de 475 toneladas de maíz transgénico, junto con fertilizantes asociados y pesticidas, que serán entregados gratuitamente por el Proyecto Winner (vencedor, en inglés), con el respaldo de la embajada de Estados Unidos en Haití”. Esa denuncia ha levantado fuertes olas y nos remite a las declaraciones culposas de Clinton. El ministro de Agricultura haitiano ha dicho que “Haití no tiene la capacidad para administrar los organismos genéticamente modificados”, y, por lo tanto, no pueden permitir la introducción de semillas “Roundup Ready” o cualquier otra variedad de transgénicos. Sin embargo, parece que la “donación” sigue su curso, mientras se anuncia una marcha de protesta campesina para el 4 y 5 de junio, en la Isla. En todo caso, detrás de la generosa sonrisa han aparecido los conocidos colmillos para confirmar la popular sentencia de “unos en la pena y otros en la pepena”.
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