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sábado, 6 de febrero de 2010
ALEPH - La gran chapincita
"Gloriosa Victoria”, obra del muralista mexicano Diego Rivera que estaba perdida durante casi medio siglo , cual entre otros denuncia los masacres en niños y mujeres guatemaltecos durante la invasión de los EE.UU. en este país pasa regresa al Museo Estatal de Bellas Artes Pushkin en Moscú, su lugar de exposición permanente.
Carolina Escobar Sarti
Al terminar el famoso mural llamado “La Gloriosa Victoria”, Diego Rivera diría: “Con Rina tengo cuatro manos, dos cabezas y por poco me deja sin corazón”. Se refería a la guatemalteca Rina Lazo, quien durante diez años ayudó a Rivera a pintar sus famosos murales, indiscutibles testimonios de una época anclada en la Revolución Mexicana. Precisamente, en un libro de Laia González Potrony sobre Frida Kahlo se habla de la importancia del muralismo mexicano en la historia del siglo XX y se le equipara en trascendencia al muralismo italiano del pre Renacimiento, del Renacimiento y del Barroco. Y cómo no habría de ser así, si para José Vasconcelos, ministro de Educación en México a partir de 1921, la cultura era equiparable al “Espíritu”, con mayúscula. Los murales de Rivera, Orozco y Siqueiros fueron, sin duda, un puente entre nuestro pasado indígena mesoamericano y nuestra modernidad; hoy, son territorios pictóricos y narrativos que no agotan sus posibilidades de lectura y resistencia.
Rina Lazo, la muralista guatemalteca radicada en México desde hace más de sesenta años, ha sido no sólo una testigo importante de la historia contemporánea de México, sino protagonista en ella. Cuando, en 1945, gana una beca para estudiar en “la Esmeralda” en México, inmediatamente es contactada por Diego Rivera para que forme parte de su grupo de ayudantes. A partir de entonces, se convierte en su brazo derecho y hasta firma, conjuntamente con el maestro, el mural de “La Gloriosa Victoria”, mencionado al inicio de este artículo. Ese mural refleja la caída del presidente guatemalteco Jacobo Árbenz, y fue tan controversial que estuvo proscrito por medio siglo. Aparecería luego, magníficamente preservado, en el Museo Pushkin, en Rusia, y según me he enterado, el embajador de ese país en Guatemala se ha comprometido a traerlo en noviembre a nuestro país. En él, Rivera dibuja incluso a una Rina Lazo con blusa roja, formando parte de la resistencia a la imposición de Castillo Armas.
La maestra Lazo, una mujer menuda pero grande en su entrega y talento, tiene también una ruta propia en el arte mural mexicano y guatemalteco, al igual que su esposo, el famoso grabador Arturo García Bustos.
Entre sus obras más conocidas están el mural al fresco localizado en el Museo de la Universidad de San Carlos de Guatemala, titulado “Tierra Fértil” (1954), y la réplica de las pinturas mayas de Bonampak que se encuentran en el área del Museo Nacional de Antropología de la ciudad de México (1966), donde también hay otro hermoso mural suyo llamado “Venerable Abuelo Maíz”(1997). Hoy, una muestra de estas réplicas se encuentra exhibida en la Sala Luis Cardoza y Aragón, en el edificio de la embajada mexicana en Guatemala. Y Rina Lazo, la mujer que no es ni guatemalteca ni mexicana, como ella dice, sino mesoamericana, está en Guatemala gracias al Gobierno de México, que nos la trajo en el contexto de su celebración del bicentenario de la Independencia y centenario de la Revolución.
Diego Rivera dijo: “En materia de muralismo nada hemos aprendido de los europeos, teníamos ya una gran cultura pictórica”. Pensando en ello, creo que es indudable que las culturas establecen permanentes diálogos, pero que en esto Rivera tuvo razón. Al observar los murales de Bonampak, traducidos fielmente por Lazo, hago mías las palabras del poeta mexicano Carlos Pellicer cuando dijo que “las manos de Rina Lazo se unieron a las de los pintores de Bonampak. De esta unión salió, en forma admirable y permanente, la salvación verdadera de tan gran obra de arte. La gratitud de todos en todas las latitudes para Rina Lazo”. Diego Rivera aprendió de Javier Guerrero, cuyo padre había sido pintor de pulquerías en México, el arte de la pintura al fresco. Lazo lo aprendió a su vez de Rivera, y todos ellos lo aprendieron, al final, de los muralistas indígenas. Gracias, Rina, por constituirte en una artista universal habiendo nacido guatemalteca. Gracias, porque el arte y la cultura pueden constituir las rutas de resistencia más legítimas a cualquier imposición.
cescobarsarti@yahoo.com
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