Javier Aranda Luna
Pocos escritores han hecho una
descripción tan profunda sobre las migraciones masivas como Marcel
Schwob. Le interesó una que ocurrió en la Europa de 1212 y que con los
siglos se convirtió en leyenda.
Los datos son escuetos: un niño alemán o francés es visitado por
Jesucristo y le pide recuperar el Santo Sepulcro, no con las armas, sino
con el amor. El sustento teológico es irrebatible y se basa en el
capítulo 18 versículo 16 del Evangelio de San Lucas: ‘‘Dejad a los niños
venid a mí y no se los estorbéis porque de tales es el reino de los
cielos’’.
Para algunos esa migración multitudinaria que traspasa montes y
valles, ríos y bosques plagados de fieras no fue de niños solamente sino
de familias enteras. Y más que recuperar al Santo Sepulcro, se trataba
de campesinos atenazados por las frecuentes hambrunas de una Europa
difícil de imaginar. Según ciertos historiadores, pudieron ser 20 mil
los migrantes.
Schwob, más que ofrecernos la minuciosa crónica de la miseria de ese
contingente inverosímil, nos ofrece ocho relatos breves que desde ocho
puntos de vista dan cuenta de la odisea. Son los testimonios de tres
pequeños, dos papas, un leproso, un sacerdote disoluto y otros. Los
relatos se complementan y contradicen pero todos dan cuenta, en su
conjunto de lo que mueve y sostiene a esa multitud: la esperanza, la
certeza de lo que no existe.
Para el escritor Marcel Schwob el arte era lo opuesto a las ideas
generales: ‘‘sólo describe lo individual, sólo propende a lo único. En
vez de clasificar, desclasifica”. Seguramente por eso sus libros y su
propuesta literaria resultan inclasificables. Prosa y poesía en su obra
se funden; el dato duro rastreado en las hemerotecas sólo sirve para
disparar la imaginación y reconstruir el pasado. Ninguna corriente lo
define, ninguna prospectiva literaria lo puede etiquetar.
Lector de Poe, Stevenson, Whitman, Shakespeare, Keats, Verne, Villón,
Hugo, Schwob también fue un gran lector del griego, del latín, del
sánscrito y un asiduo visitante a los Archivos Nacionales de Francia.
Uno de sus libros más conocidos fue Vidas imaginarias, falsas
biografías, tan reales y con mayor peso y volumen que el mármol con el
que no pocos mortales se quieren perpetuar. Otro de sus textos es El libro de Monelle’y otro más La cruzada de los niños, el libro que mejor puede acercarnos al espíritu profundo de las migraciones masivas.
Al parecer nunca podremos erradicar las migraciones multitudinarias.
Siempre existirán las sinrazones que las provoquen entre aquella de 1212
recuperada por Schwob y la más reciente de hondureños y salvadoreños
principalmente que buscan alcanzar el sueño americano.
Inconformes con su mundo buscan otros para una mejor vida aunque
signifique perderla en el intento. Sólo así entiendo a esas familias
enteras que sin víveres y sin un peso en la bolsa emprenden el camino
hacia el quién sabe, hacia el quizá o hacia el Santo Sepulcro.
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