El 6 de noviembre de 2018 no triunfó ni el Partido Demócrata ni el Republicano. La victoria fue de las estrategias innovadoras y de base de las candidatas minoritarias (y progresistas) a la Cámara de Representantes. Este es un logro sin precedentes en la historia del país; particularmente, porque ocurre en un momento en que el avance de la xenofobia y el fascismo en Estados Unidos parecían absolutamente imparables. |
Repasemos algunas
características las nuevas representantes: (1) Deb Haaland, activista de
origen indígena, de Nuevo México; (2) Rashida Tlaib, abogada musulmana,
de Michigan; (3) Verónica Escobar, jueza hispana, de Texas; (4) Jahana
Hayes, afroamericana, maestra y activista, de Connecticut; (5) Ayanna
Prestley, afroamericana, activista, de Massachusetts; (6) Sharice
Davids, indígena, activista LGBT, de Kansas; (7) Ilhan Omar, originaria
de Somalia, activista, de Minnesota; (8) Alexandra Ocasio-Cortez,
educadora, boricua, del Bronx.
Sería fácil juzgarlas de
antemano porque fueron candidatas del Partido Demócrata, una institución
que sirve a los intereses de las grandes corporaciones estadounidenses.
Pero eso es una visión simplista. En muchos sentidos, se trata de
candidatas (ahora representantes) que desarrollaron sus campañas al
margen del Partido Demócrata, o por lo menos a contrapelo de las
estructuras tradicionales. El caso de Alexandria es el más conocido,
pero no el único.
De entrada, ni ella ni las demás eran candidatas
tradicionales, ya fuera por su raza, sexo, religión o preferencia
sexual. Para lograr la nominación de sus respectivos estados, tuvieron
competir en primarias precisamente con candidatos tradicionales, con más
recursos y con el apoyo de la vieja maquinaria machista que domina al
propio Partido Demócrata.
Lo que estas mujeres activistas lograron fue
lo que otra gente pensaba imposible: movilizar el voto de un partido
tradicional a favor de candidatas no tradicionales. Ciertamente, no
fueron exponentes exclusivas del pensamiento progresista en las
elecciones, pues el Partido Verde tenía muchos candidatos y candidatas
progresistas; pero, Deb, Rashida, Verónica, Jahana, Ayanna, Sharice,
Ilhan y Alexandria lograron capturar la imaginación y esperanzas de
votantes que por lo general votan rutinariamente o no votan. Además,
está el factor de los llamados “milenials”.
Creo que, en lugar de
minusvalorarlas como candidatas de un partido tradicional, conviene
aprender de ellas. ¿Qué se puede aprender? Primero, que para ganar hay
que tener determinación y voluntad de lucha. Segundo, que el futuro de
la política progresista en Estados Unidos pone en primer plano a las
mujeres en alianza, como dice Michael Moore, con hombres que apoyen los
derechos de las mujeres. Tercero, que los caminos del triunfo no pueden
prescribirse de antemano; hay que improvisarlos en la marcha. Cuarto,
que la motivación es un factor poderoso, que no debe de subestimarse.
Estados Unidos atraviesa por un momento muy oscuro en su historia. En
el centro de la reacción está un grupo exclusivo de hombres blancos
ricos, que buscan preservar privilegios económicos y sociales adquiridos
a espaldas de las mujeres, las minorías y los pobres. Cómo derrotarlos
es la pregunta. Pues bien, aquí tenemos la respuesta de estas ocho
compañeras. Reflexionemos sobre sus logros, y celebremos lo que han
hecho. A ver si se repite en grande.
No hay comentarios:
Publicar un comentario