Luis Inácio Lula Da Silva votó “Sí” en el Plebiscito Popular. Foto: Jorge Ribail Reyes
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El
próximo 7 de septiembre Brasil celebrará el Día de la Patria, una fecha
conmemorativa que recuerda la declaración de la independencia del
imperio portugués en 1822. Este año la celebración se producirá en una
coyuntura política muy particular. Por un lado, las jornadas
preelectorales dejan ver dos proyectos de país en disputa; por el otro,
millones de brasileños y brasileñas responden “Sí” ante la pregunta
¿Está usted a favor de una Constituyente Exclusiva y Soberana del
Sistema Político?
La
interrogante ha sido planteada por cerca de 450 movimientos y
organizaciones sociales del país sudamericano, que desde agosto del
2013 han estado organizando una campaña para el desarrollo del
plebiscito popular, iniciado este 1ro de septiembre. Más de treinta mil
urnas se pueden ver en las calles, estaciones de metro, instituciones y
otros espacios públicos de 4 800 municipios de todos los estados de la
nación. Este es el punto culminante de un proceso iniciado un año
atrás, cuando sectores populares progresistas se apropiaron de la
iniciativa, derrotada previamente en el Congreso Nacional.
En
el mes de junio del 2013 las calles de grandes ciudades brasileñas se
llenaron de las voces del pueblo demandando reformas centradas en las
esferas del transporte, la educación, la salud, la vivienda, la
agricultura y la política tributaria, al tiempo que denunciaban no
sentirse representados en las instituciones políticas del país.
En
aquel momento la presidenta Dilma Russeff reconoció que esas reformas
no podían ser aprobadas e implementadas si antes no se cambiaba el
sistema político y propuso la realización de un plebiscito popular que
autorizara al funcionamiento de una Asamblea Constituyente,
exclusivamente dedicada a esa reforma. Su propuesta duró menos de un
día. Varios sectores, entre ellos la burguesía mayoritaria en el
congreso brasileño, se encargaron de no permitir que se convirtiera en
un planteamiento efectivo.
Ante
la derrota en el ámbito legislativo, sectores sociales progresistas
comenzaron a articularse y decidieron usar el plebiscito popular, aun
cuando no sea válido legalmente, como un instrumento de presión para
que el sistema político brasileño sea profundamente reformado. Para el
desarrollo de la campaña fueron creados más de dos mil Comités
Populares, que llevaron a cabo un proceso de discusión y
concientización política del pueblo. Ese ejercicio de educación popular
es considerado como la principal victoria de la campaña, aunque puedan
conseguirse los diez millones de votos que se pretenden alcanzar.
Una
investigación realizada en el mes de febrero de 2014, reflejó que el 66
por ciento de la población brasileña no tiene preferencia por ningún
partido, lo cual evidencia su desapego al sistema actual. El principal
órgano legislativo tampoco representa la composición del pueblo de
Brasil. El 84 por ciento de los 591 parlamentarios del Congreso
Nacional son empresarios, terratenientes o representantes de iglesias
evangélicas. Sólo 91 declaran su relación con el sector de los
trabajadores. Aún cuando el 51 por ciento de la población son las
mujeres, estas ocupan el 9 por ciento en la cámara de diputados.
Similar proporción tienen las personas de raza negra, mientras los
jóvenes también están por debajo del ocho por ciento en el congreso. La
naturaleza de esa contradictoria estructura tiene su raíz en los
residuos del período dictatorial que quedaron en la constitución
democrática de 1988 y en las campañas electorales, cuyo noventa por
ciento de los recursos son financiados por las empresas y el sector
bancario. Ello condiciona mayoritariamente el ejercicio de poder de
muchos senadores, diputados, gobernadores y perfectos.
Estos
son sólo algunos elementos que demuestran cuál es la raíz del porqué
los avances sociales de Brasil, aunque evidentemente crecientes durante
los doce años de gobierno del Partido de los Trabajadores, todavía no
alcanzan a satisfacer las necesidades de la población de un país con la
quinta mayor economía del mundo, ni a resolver los problemas
estructurales que aún afectan a una buena parte de la población.
Es
en arrancar la raíz del problema donde están concentrados los
movimientos y organizaciones sociales que han impulsado el plebiscito.
Las campañas electorales de estos días no difieren mucho en su
concepción de las anteriores, pero quién sabe si en los próximos años
los brasileños y brasileñas puedan celebrar el Día de la Patria con un
nuevo sistema político, con las reformas cumplidas, con un nuevo Brasil.
- Sayonara Tamayo Arjona, periodista cubana, Secretaría Operativa de la Articulación de Movimientos Sociales hacia el ALBA
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