En mi anterior artículo
referido a la guerra planeada por el régimen norteamericano para
caotizar Europa, utilizando a Ucrania como punta de lanza contra Rusia,
apunté que América Latina deberá estar en “alerta naranja” ante los
belicosos tornados de Estados Unidos, los cuales pueden replicarse con
toda intención en la Patria Grande para dividirla, cuando predominan
fuertes brisas de unidad e integración en esta región.
Nunca antes
el territorio que se extiende desde el Río Bravo hasta la Patagonia
había sido declarado Zona de Paz, como ocurrió en la última Cumbre de
la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), celebrada
en La Habana, Cuba, ni se habló con tanta convicción de la
imprescindible unidad entre sus pueblos, lo que se reitera hoy en los
países que la conforman.
Por supuesto que ello molesta mucho a
Washington, cuya administración del presidente Barack Obama no descansa
en tratar de evitar la definitiva integración de la Patria Grande, y
para ello emplea todos los métodos de subversión posibles, además de
alentar la división exacerbando viejos diferendos limítrofes, heredados
del colonialismo.
La Casa Blanca, y sus servicios secretos, se
empeñan a fondo, como lo hacen en Europa y ya hicieron en el Medio
Oriente, en enfrentar a varias naciones de América Latina por
controversias fronterizas, que pueden ser solucionadas de manera
amigable en una mesa de diálogo.
No es noticia para nadie que
el régimen de Obama, y sus predecesores, siempre han echado leña para
incendiar tales añejadas disputas entre Venezuela y Colombia, Venezuela
y Guyana, Nicaragua y Colombia, Chile y Perú, y Chile y Bolivia, por
citar algunas.
Divide y vencerás ha sido la estrategia de los
imperios, especialmente el de Washington, actualmente en decadencia y
muy irritado ante la pérdida creciente, no solo de su dominio en
Latinoamérica, sino a nivel internacional.
La desesperación
por preservar su hegemonía unipolar ha llevado a Estados Unidos a abrir
demasiados frentes de confrontación al unísono, y poner en peligro la
existencia del planeta tierra con una eventual devastadora guerra
mundial.
La Patria Grande claro que no está exenta de posibles
conflictos bélicos concebidos en territorio norteamericano, donde se
organizan intentos de golpes Estado o blandos, como les llaman ahora,
acciones violentas y subversivas, además de agresiones económicas
contra naciones latinoamericanas.
Venezuela, Argentina,
Ecuador y Cuba son blancos constantes de ese accionar de Washington,
como también Bolivia, Uruguay y Brasil, estos últimos abocados a
procesos electorales, en los cuales la Casa Blanca se inmiscuye con sus
aliados de la Unión Europea (UE) para truncar los procesos
revolucionarios en curso en esos pueblos, con la toma del poder por la
derecha rancia y desprestigiada a su servicio en esta región.
Noticias difundidas por medios de prensa revelaron hace varias semanas
que un banco español llamó a los brasileños a no votar en los cercanos
comicios generales por la candidata Dilma Rousseff, un episodio
vergonzoso de injerencia.
Algo similar ocurrió en Uruguay con
la presencia del expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero,
quien fue invitado por la derecha a Montevideo, en plena campaña
electoral, para evidentemente hacer proselitismo político.
En
reiteradas ocasiones las administraciones norteamericanas han pagado a
frustrados “dirigentes” de España, como los igualmente exmandatarios
Felipe González y José María Aznar, con el objetivo de hacer ese
trabajo sucio de la Casa Blanca en Latinoamérica.
Los tornados
belicosos de Estados Unidos, con Israel como repetidor, han convertido
al Medio Oriente en un gran cementerio y un manicomio, mientras el
denominado Viejo Continente corre similar riesgo con Ucrania de títere,
aunque muchos en Europa pequen de “ingenuos”, y mantengan su conducta
de dependencia a Washington.
Sin dudas, la Patria Grande debe
estar en máxima alerta permanente, y sobre todo unida, para hacer
frente a las replicas malintencionadas de los torbellinos criminales
“Made in USA”.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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