Somos un Colectivo que produce programas en español en CFRU 93.3 FM, radio de la Universidad de Guelph en Ontario, Canadá, comprometidos con la difusión de nuestras culturas, la situación social y política de nuestros pueblos y la defensa de los Derechos Humanos.

domingo, 17 de julio de 2011

ALEPH: Elogio a la barbarie

Carolina escobar Sarti

“Vivimos en una época primitiva, ni salvaje, ni sabia”, dijo el monstruoso y oscuro personaje interpretado por Anthony Hopkins en la película Hannibal. Y concluyó: “Las cosas a medias son una maldición. Una sociedad racional me hubiese matado o me hubiese aprovechado.” Situando estas palabras en el contexto de la barbarie imperante en Guatemala, cabe preguntarnos por cuánto tiempo más vamos a dejar vivir a este monstruo llamado violencia.



Y la pregunta se hace en plural porque eso no es responsabilidad de un gobierno o de un sector, sino de toda la sociedad, de manera sostenida. La impunidad vuela, como buitre hambriento, sobre las 200 mil personas asesinadas y las 45 mil desaparecidas durante el genocidio guatemalteco, ante lo cual la justicia guatemalteca apenas empieza a conocer el primer caso. Pero además, ¿quiénes se atreven a nombrar la relación entre aquel pasado y este presente de corrupción, impunidad y violencia incontenible?.
Facundo Cabral murió entre la barbarie y la sinmemoria, porque barbarie también son los asesinatos de una mujer y dos campesinos más durante los desalojos en el Polochic, caso por demás paradigmático para evidenciar que los protagonistas, actores, métodos y relaciones de poder sólo cambian de nombre en el tiempo para seguir sosteniendo un orden de despojo y exclusión.
Cabral murió dándoles la mano a los 26 trabajadores masacrados en Petén recientemente y a las casi 20 personas que a diario mueren violentamente en toda Guatemala. Cabral murió asesinado en Guatemala porque aquí se puede morir de esa manera y hay todo un sistema que lo permite.
Estamos enfermos de muerte, al punto de normalizarla. Pero no es normal lo que le sucedió aquí a un poeta, a una campesina o a los trabajadores víctimas de los Zetas. Esta cultura de la muerte hay que desterrarla de Guatemala. Y desterrarla comienza por reconocer y desconocer a un Estado terrorista, a los poderes fácticos evidentes y maquillados, y a una sociedad impávida e indiferente. Hay que reconocer y desconocer un Sistema de Justicia cooptado, corrupto y politizado; nombrar y desconocer un Sistema de Partidos Políticos que necesita refundarse con todo y los partidos suicidas, creados en coyunturas, para servir a intereses sectoriales. Hay que fortalecer un Estado muy delgado, todo privatizado y tan debilitado, porque Estados somos todos, no sólo en su concepción política.
La situación de violencia que vivimos nos tiene contra la pared, y el caudillismo que practicamos no es una costumbre, sino una tradición, así que quizás eso explica por qué hay una aparente intención de voto mayoritario por quien ofrece seguridad y mano dura. Pero hay que leer bien la historia de este país, si queremos tener otro futuro y menos Facundos atravesados por balas o menos niñez desnutrida.
Que no nos baste con ser buenas y amables personas con los extranjeros, queremos ser un país seguro y justo para los que llegan y para los que estamos porque no pedimos ser víctimas ni queremos serlo ad eternum.
Dan ganas de irse de esto que no es un país. Dan ganas de habitar y caminar una ciudad cualquiera una tarde cualquiera. Dan ganas de descansar en la justicia. Dan ganas que nadie muere por hambre o balas. Hay que tomar las calles, las casas y las camas para decir que no nos gusta esta plutocracia disfrazada de democracia.
Hay que exigir justicia sin violencia, pero justicia como medio y como fin. No queremos más terrorismo de Estado colándose en nuestras cocinas y jardines. Por ello, la palabra “seguridad” en la boca de un candidato militar asociado a un pasado de violencia suena a broma de muy mal gusto. Sentirnos seguros y seguras en este país pasa por refundar sus estructuras.
Así que esto no será trabajo de cuatro años. Estamos hartos de este elogio a la barbarie que se practica en Guatemala.

No hay comentarios: