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viernes, 8 de julio de 2011

ALEPH El rostro del cliente

Carolina Escobar Sarti

Para que se dé la trata de personas tiene que haber alguien que enganche a otras más vulnerables por la vía del engaño o de la amenaza, alguien que las venda y alguien que las compre. En el contexto de esta lógica de “libre mercado”, donde lo único libre es el poder, esta persona que compra se llama “cliente”. Si ese cliente no existiera y no tuviera tanto poder como el que este sistema mercantilista le ha otorgado, las redes de trata no tendrían razón de ser.



El 16 de junio pasado, Gustavo Berganza escribió en su columna de elPeriódico: “El 18 de abril de 2008, en un hotel del centro de la ciudad, dos hombres y una mujer adulta, fueron descubiertos por el encargado del hospedaje en compañía de dos adolescentes, casi niñas, desnudas. El empleado del hotel escuchó gritos en una de las habitaciones, y cuando abrió la puerta, vio cómo la mujer y el joven retenían a la fuerza a una niña, en tanto el mayor intentaba penetrar a la otra, a quien tenía amarrada de la garganta.
Pocos días más tarde, los padres de las adolescentes buscaban el apoyo de la Fundación Sobrevivientes, que dirige Norma Cruz, para procesar por corrupción de menores e intento de asesinato al hombre maduro, quien resultó ser el diputado Paul Estuardo Gómez Cristiani, de 50 años, de la bancada del Partido Patriota. Gómez Cristiani fue electo para representar al departamento de Retalhuleu y a pesar que todavía sigue el proceso en su contra, ha sido postulado para la reelección por la Unidad Nacional de la Esperanza.
Cuando se formalizó la acusación ante el Juzgado Séptimo, el Ministerio Público estableció que quienes acompañaban al diputado Gómez Cristiani en la habitación del hotel eran su asistente Ald Hans Soto Quintanilla y Melany Marín Estrada Valenzuela. Esta última, según obra en el proceso, habría sido quien le llevó con engaños a las niñas. Lo preocupante es que en corrillos del Congreso se habla sotto voce de que el caso de Gómez Cristiani no es el único, porque en el Legislativo se sabe de más diputados que pagan por tener sexo con niñas. Al parecer, Melany Marín Estrada Valenzuela es una entre las varias proxenetas que los congresistas pedófilos utilizan para conseguir menores de edad.”
Aquí Berganza dibujó buena parte de una telaraña, y en su centro, retrató en blanco y negro el rostro del cliente y sus cómplices. Pero más que esto, dibujó una sociedad que se funda en la “patria potestad”, figura del Derecho Romano que le otorgaba al patriarca el derecho de propiedad sobre su descendencia y normalizaba que muchos padres romanos vendieran, maltrataran o abusaran a sus hijas e hijos, a discreción, legado que pervive hasta nuestros días. Hoy, la explotación sexual de niñas, niños y adolescentes, cada vez más pequeños, es una modalidad de trata, convertida en uno de los negocios más rentables del mundo.
Cuando la periodista Lydia Cacho destapó en México a una mafia de tratantes que incluía a empresarios, gobernadores, diputados y demás cómplices en distintas instituciones del Estado, terminó en la cárcel, por difamación, pero las pruebas sustentaron sus denuncias y ahora es una reconocida voz en este campo. En medio de tanta miseria, impunidad, machismo, exclusión y violencia, es fácil comprender que en Guatemala haya un creciente negocio de trata. Si no hubiera clientes que pagaran por sexo, ningún niño o niña sería esclavizado de esta manera, pero los hay y abusan del poder que un sistema les ha conferido, para esclavizar el futuro de la humanidad. Por ello, hay que ponerles rostro.

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