Después de medio siglo del alzamiento armado que dio origen al movimiento guerrillero en 1962, algunos aún se cuestionan si valió la pena el enfrentamiento que duró más de tres décadas.
El 13 de noviembre de 1960 se produjo una rebelión militar contra el gobierno del general Miguel Ydígoras Fuentes, en la cual participaron jóvenes oficiales, entre ellos, Luis Augusto Turcios Lima, Marco Antonio Yon Sosa, Luis Trejo, Rodolfo Chacón y Augusto Luarca.
Algunos de ellos, especialistas en guerra de guerrillas entrenados en Fort Benning, Estados Unidos, tomaron el Cuartel General Justo Rufino Barrios, llamado así desde el 18 de mayo de 1960 y sede del cuerpo de élite de la Policía Militar.
Ese alzamiento fue aplastado por el Gobierno al cabo de varias horas, con el apoyo de aviones estadounidenses y de las fuerzas mercenarias anticastristas, que con el aval de EE. UU. y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) se entrenaban en la finca Helvetia, en Retalhuleu.
Fueron 34 años de guerra
Aunque oficialmente se afirma que el conflicto armado interno duró 36 años, y así lo refieren los acuerdos de paz, algunos conocedores y participantes en esa lucha coinciden en que se debe separar el alzamiento de 1960 y el verdadero inicio de la lucha de guerrillas.
En el ensayo La juventud militar de los sesenta y la lucha armada, el sociólogo Édgar Ruano Najarro dice que el alzamiento del 13 de noviembre corresponde a un ciclo de alzamientos militares en pugna interna desde 1954. También la Comisión de Esclarecimiento Histórico, aupiciada por Naciones Unidas, en su informe oficial reconoce que el conflicto armado interno duró 34 años.
El ex comandante guerrillero Pablo Monsanto, quien se incorporó a ese movimiento en 1963, afirma que el 13 de noviembre de 1960 “fue el inicio de la lucha armada, pero no del movimiento guerrillero, porque en esa fecha ocurrió el levantamiento de una parte del Ejército que quería el poder”.
Según el hoy parlamentario de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) Héctor Nuila, este alzamiento fue eminentemente gremialista, debido a que los militares mantenían pugnas internas, entre ellos los de formación académica y los de línea, por la corrupción del Gobierno y por haber permitido que oficiales de EE. UU. entrenaran a los cubamos para invadir Cuba.
Lo que sí es cierto es que de ese levantamiento surgió un grupo de oficiales, entre ellos Yon y Turcios, que se quedó en el exilio —El Salvador y Honduras— y que dos años después, el 7 de febrero de 1962, inició, según Monsanto, la lucha de guerrillas en el destacamento Mariscos de Izabal.
Monsanto agrega que fue hasta en abril de ese año cuando el movimiento adquirió un tinte ideológico comunista, cuando entraron en contacto con partidos como el Revolucionario, el FUR, de Manuel Colom Argueta, y el Partido Guatemaleco del Trabajo (PGT), que operaban en la clandestinidad.
Declaraciones del coronel Ismael Salazar y del mayor Alfonso Pineda, publicadas por el diario El Cronista de Tegucigalpa y reproducidas por Prensa Libre el 25 de noviembre de 1960, ponen en evidencia lo apolítico del movimiento.
“Nuestro golpe no era político de ninguna naturaleza. Era sobre todo nacional; ningún nexo con partido alguno y menos con movimientos revolucionarios extranjeros. Nada de comunismo; puramente nacional, porque así lo exige la patria”, se lee en el diario.
Fue la confluencia de la juventud militar rebelde de 1960 y la juventud estudiantil y popular de 1962 lo que dio origen a la decisión de lorganizar la lucha armada en Guatemala con la forma de un movimiento guerrillero.
¿Valió la pena?
César Montes, quien fue fundador de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) en 1962 junto a Turcios Lima, asegura que nunca pensaron que el movimiento guerrillero fuera a durar más de tres décadas. En ese momento creyeron que en dos o tres años lograrían tener un gobierno como el del derrocado coronel Jacobo Árbenz Guzmán.
“Uno no se puede poner a pensar si valió la pena o no, lo único que nos quedaba a nosotros en ese momento era oponernos al gobierno corrupto y títere de EE. UU. Aparte de ello, ahora el Ejército está en sus cuarteles, y los partidos haciendo lo que les toca”, afirma Montes.
Según Nuila, una de las más importantes ganancias de esta lucha de tres décadas fue el reconocimiento al derecho a la vida, la participación plena de los pueblos indígenas, las mujeres y del movimiento social, como parte de los acuerdos de paz.
Nuila considera que la principal ganancia es que se abrieron los espacios para la participación política de todos los sectores, los que fueron cerrados en 1963 por la dictadura de Peralta Azurdia.
Monsanto añade que la lucha en ese momento era necesaria, debido a que había un régimen antidemocrático y entreguista. El Ejército era el que definía y mandaba, y por eso resultaba urgente luchar para abrir la democracia en el país. “Los acuerdos de paz, como proyecto de nación, son el mejor producto”, asevera.
Así como no se puede decir que la lucha guerrillera empezó el 13 de noviembre de 1960, el mismo conflicto armado no puede explicarse sin el alzamiento del 13 de noviembre, refiere Ruano.
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