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jueves, 25 de noviembre de 2010

Israel ha convertido a Belén en una gran cárcel, denuncia el alcalde Víctor Batarseh I

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La ciudad está zonificada en tres categorías. La zona A depende de la autoridad palestina, pero no tiene posibilidades de acoger más población. La B tiene policía israelí. Y la C depende directamente del gobierno de Israel

Resumen Latinoamericano/La Vanguardia (México) - Como alcaldes de ciudades sitiadas por un Estado que los percibe como "semilleros de terroristas", los gobernantes de dos localidades palestinas emblemáticas que colindan con Jerusalén, Belén y Ramala, sostienen que un Estado palestino como lo conciben las potencias y lo establecen los acuerdos firmados "simple y sencillamente no es viable mientras persista la estrategia expansionista de Israel y los asentamientos sionistas, aun condenados por el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), sigan extendiéndose en nuestros territorios". Es la opinión del alcalde de Belén, Víctor Batarseh, y la alcaldesa de Ramala, Janet Michael.

Sostiene el primero: "La ciudad cuna del cristianismo es hoy una gran cárcel donde los palestinos no pueden ejercer su ciudadanía, profesar sus creencias o moverse libremente".

Presente en la Cumbre Mundial de Alcaldes en la ciudad de México, Batarseh asegura que vino al país a traer "un mensaje de paz" y un llamado a los gobernantes de las poblaciones del mundo para que no asistan con indiferencia al régimen de apartheid impuesto en su tierra por Israel.

"Vine a pedir a los alcaldes del mundo que no tengan una actitud pasiva frente a este problema. Hoy en día ya no basta con llamados de buena voluntad; hay que exigir sanciones a Israel.

Corresponde a los ciudadanos del mundo hacerlo, ya que hoy no hay un líder mundial capaz de hacerlo."

Por su parte, Janet Michael, quien gobierna el centro económico y administrativo de la Autoridad Palestina, habló de lo que significa gobernar ciudades sitiadas. “Cercados por el Muro de la Separación (que los israelíes llaman el Muro de la Seguridad) y obligados a pedir permiso para cualquier gestión de la ciudad, con el falso argumento de que estamos copados por Hamas y somos terroristas, no sólo se nos ha aislado del mundo, sino que han empujado a cientos de miles de palestinos a la pobreza. Es hora de que la opinión mundial conozca la información sin la mediación del lobby sionista y entienda que nosotros ejercemos nuestro legítimo derecho a la defensa. Resistimos, pero por medios pacíficos.”

Ambos alcaldes fueron electos en los comicios de 2005. Batarseh, médico cirujano retirado de 75 años, es militante del Bloque de la Fraternidad y el Desarrollo (socialista) y católico, ya que su ciudad, según las leyes palestinas, debe ser gobernada por un cristiano. Por el hecho de que los 15 regidores electos de Belén son miembros del partido islamista Hamas y por sus propias posturas políticas, Batarseh es el único alcalde palestino vetado en todos los terrenos por el régimen israelí.

Michael, por su parte, es la primera mujer palestina que ha alcanzado el cargo de alcaldesa. Maestra retirada, es también católica en una ciudad de mayoría musulmana. Ninguno de los dos tiene interlocución directa con Tel Aviv. Todas las negociaciones que atañen a la administración de Ramala y Belén se realizan por medio de una oficina especializada.

A partir de 2000, cuando ocurrió un recrudecimiento del conflicto en la zona de Cisjordania, con nuevas ofensivas de las organizaciones armadas palestinas, renovadas incursiones bélicas de Israel y la irrupción del muro y los retenes militares en la vida civil de la región, el turismo y el peregrinaje en Belén, su principal y casi única fuente de ingresos, cayeron en picada. "En muy poco tiempo vimos caer amplias franjas de la población debajo de la línea de pobreza", dice. "Ni siquiera nos quedó el recurso del cultivo del olivo, pues nuestros olivares quedaron segregados por el muro." Solamente en la pequeña ciudad de Belén, con una población de 30 mil habitantes, hay 22 asentamientos israelíes. Sede del santuario de La Natividad cristiana, Belén queda apenas nueve kilómetros al sur de Jerusalén.

Batarseh sostiene que el primer ministro Benjamín Netanyahu, a quien califica de "extremista", demuestra que "no quiere la paz; lo que quiere es tierra", con su política de la expansión de los asentamientos israelíes en Cisjordania e incluso en la parte árabe de Jerusalén.

Medio millón de colonos instalados en asentamientos en toda Palestina, con todo el aparato de seguridad militarizada y exclusión que representan, "dejan aisladas y desconectadas a todas nuestras poblaciones. Así no es viable un Estado palestino". Reconoce que en su momento el presidente Barack Obama "tuvo buena voluntad" para detener la expansión de los colonos y construir una salida constructiva. Pero después de los comicios recientes, en los que fue derrotado el Partido Demócrata, el presidente de Estados Unidos quedó “a expensas de los dos lobbies más extremistas de la derecha, los sionistas extremistas y los fundamentalistas cristianos”. Por lo tanto, las esperanzas de avanzar hacia un proceso de solución pacífica "vuelven nuevamente a diluirse".

Por su parte, la alcaldesa de Ramala (150 mil habitantes) explica lo difícil que es administrar una ciudad sitiada militarmente, cercada por un muro de ocho metros de altura de hormigón y unas cuantas aduanas, los temidos checkpoints.

Como capital informal de Palestina, su ciudad tiene una situación económica más favorable que el resto de los territorios, por lo que es un poderoso imán para la migración. Hay comercio y empleo y cada año aumenta cinco por ciento su población, pero las autoridades israelíes no permiten que la ciudad crezca y construya más viviendas e infraestructura. "Todo lo obstaculizan. Un ejemplo muy sencillo: la autoridad israelí tardó 14 años en autorizar la construcción de un cementerio que nos urgía. Y nos puso de condición que estuviera rodeado por un muro de tres metros de alto. Hay dos proyectos importantes para el equilibrio medioambiental. Esperamos 10 años para recibir autorización. Hoy mismo llevo años esperando el permiso para hacer un periférico que mejore la viabilidad. No lo tengo."

Los tres niveles

La ciudad está zonificada en tres categorías. La zona A depende de la autoridad palestina, pero no tiene posibilidades de acoger más población. La B tiene policía israelí. Y la C depende directamente del gobierno de Israel. Cada licencia de construcción, hasta la mínima reforma de vivienda personal, pasa por manos israelíes. Casi nunca conceden los permisos y, si alguien intenta eludirla, su casa es aplastada por los bulldozers.

"Lo que me quita el sueño es que termine mi periodo sin haber podido concluir mis proyectos", dice.

Concluye con otro ejemplo: en los 90 el trayecto de Ramala a Belén, cruzando por Jerusalén, no tomaba más de 20 minutos, media hora. Con el recrudecimiento de los ataques de los grupos armados palestinos y las redadas militares israelíes, en 2000 la carretera que unía las dos ciudades fue expropiada y se estableció un sistema segregado: supercarretera segura para los ciudadanos israelíes; viejas y casi intransitables veredas a través del Wadi Anar (Valle del Fuego, en árabe) para los palestinos. Ahora toma más de una hora llegar de una ciudad a otra.

"¿Entiende mi preocupación como alcaldesa?", pregunta la antigua maestra de escuela.

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