Ante las protestas de miles de integrantes de la sociedad que claman por mayor empleo, se llevó a cabo el 11 y 12 de noviembre en Seúl, Corea del Sur, la Cumbre del G20, que terminó con un rotundo fracaso en su intento de acabar con la guerra de divisas y sin un acuerdo para controlar los desequilibrios externos de sus integrantes. A la reunión, asistieron los integrantes del G20 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido, Brasil, Rusia, India, China, México, Sudáfrica, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Corea del Sur, Indonesia, Turquía, Unión Europea y España, como invitado permanente), así como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM).
En esta quinta reunión, el G20, que concentra el 80 por ciento del comercio mundial, en lugar de asignar fechas y objetivos para lograr un retorno al equilibrio en las finanzas mundiales, se limitó a encargar al FMI elaborar, para la primavera de 2011, los indicadores que determinarán a partir de qué momento un país se convierte en un “peligro” para los otros. Mientras tanto, la guerra de divisas y su consecuente especulación continuarán.
La guerra de divisas
El contencioso monetario, cuya fase aguda apenas se inicia, es protagonizado por China, que inunda los mercados mundiales con sus exportaciones gracias a un yuan subvaluado, y por Estados Unidos que ha lanzado una bomba financiera al inyectar 600 mil millones de dólares, por medio de una compra de bonos a su Reserva Federal, con el riesgo de derrumbar el valor del dólar y arrastrar consigo a varias economías. En consecuencia, el sistema mundial debe decidir cómo actuar ante la invasión de dólares que inundarán los mercados de capitales, reanudando seguramente una oleada especulativa.
La inyección de capital a la economía estadunidense enfureció a varios países. El gobierno chino declaró que el dinero fácil de Estados Unidos puede desestabilizar al mundo; y el de Brasil, octava economía mundial, con una de las monedas más fuertes del G20, expresó también su fuerte molestia ante esta situación.
Con el fracaso de Seúl se mantiene vigente la alerta por la “desarticulación política global”, emitida por el Global Europe Anticipation Bulletin el 24 de marzo de 2009, de cuyo texto resumimos las recomendaciones siguientes: 1. La solución de la crisis estriba en crear una nueva moneda de reserva internacional; 2. Poner en funcionamiento los sistemas de control bancarios lo antes posible y la pronta nacionalización de las instituciones financieras, como única manera para prevenir que éstas inicien un nuevo episodio de enorme endeudamiento; y 3. Hacer que el FMI evalúe los sistemas financieros estadunidense, británico y suizo.
La estrategia de América Latina
Frente a la crítica situación de la economía mundial, América Latina actúa con cautela. En agosto de 2010, los bancos centrales de la Unión de Naciones del Sur efectuaron un encuentro en Quito, Ecuador, para reforzar sus opciones de integración a través del Banco del Sur. Este banco regional, impulsado por Venezuela, fue creado para reemplazar al FMI y al BM, organismos que guardan las reservas de los países y con los mismos recursos ofrecen financiamiento. En la inauguración, el presidente del banco central de Ecuador, Diego Borja, afirmó que el objetivo del encuentro era ayudar a crear mecanismos financieros que eviten que la región “pague los costos de una crisis (económica mundial) que no ha provocado”. Como resultado, se impulsó la consolidación del Banco del Sur y el Fondo Común de Reservas, así como la utilización del Sistema Único de Compensación Regional, impulsado por la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (Alba), como parte de la nueva arquitectura financiera regional. En la reunión, quedó de manifiesto que, desde 2009, Ecuador concretó la tesis de utilizar internamente sus reservas en lugar de tenerlas en el exterior y que el rendimiento de esos recursos en la economía local es “nueve veces superior al rendimiento que tenía fuera”.
En general, los países de América Latina tienen más posibilidades de responder a las crisis que las naciones europeas y es, entre otras cosas, por la acumulación de reservas, como lo señala Felisa Miceli, economista del Centro de Estudios Económicos y Monitoreo de Políticas Públicas, de la Fundación Madres de Plaza de Mayo. Miceli dice que la deuda de América Latina, a pesar de rondar los 750 mil millones de dólares, es proporcionalmente “mucho más manejable que la que hoy tienen países de Europa”, pues las de Islandia, Italia, Gran Bretaña, Grecia y España pueden ser entre cuatro y 10 veces mayores de su producto interno bruto.
Por ejemplo Venezuela que, según un reciente informe del Center for Economic and Policy Research, se está recuperando después de la recesión en la que cayó en 2009, pues su economía creció 5.2 por ciento en el segundo trimestre de 2010. Se espera además que, en breve, se integre como miembro de pleno derecho al Mercado Común del Sur, ahora presidido por Brasil, lo cual redundará en la intensidad de los intercambios comerciales en la región. Asimismo, a principios de noviembre, Hugo Chávez aseguró que, junto a Cuba, su país ha trazado un nuevo camino que supera el concepto tradicional de integración, al referirse al décimo aniversario del Convenio Integral de Cooperación, al que calificó como piedra fundacional de la Alba.
El presidente de Bolivia, Evo Morales, quien logró para su país el mejor desempeño económico del continente en 2009, sugiere al G20, en momentos de una crisis alimentaria sin precedentes desde el siglo XIX, eliminar gastos de seguridad y defensa.
Y Brasil, cuyos triunfos en materia económica son mundialmente reconocidos, ha reforzado junto con Argentina su experiencia de intercambios compensados.
Ante las contradicciones surgidas del disenso de Seúl, varios países del Sur han consolidado su estrategia en vías de una nueva concepción de las relaciones financieras internacionales, a contravía de la crisis económica capitalista mundial.
*Doctor en derecho de la cooperación internacional por la Universidad de Toulouse I, Francia.
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