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sábado, 15 de mayo de 2010

Los riesgos de las sociedades en transición postmiedos: Colombia ante el proceso electoral



Robinson Salazar Pérez
(especial para ARGENPRESS.info)

El miedo

El miedo es un factor político efectivo al ser utilizado como herramienta política de control social por regímenes autoritarios, para amedrentar las voluntades colectivas predispuestas a la protesta, asimismo sirve para neutralizar al adversario, confinar a los habitantes de un territorio al ambiente de la vida privada y desalojar los foros públicos de voces opositoras.
Existen miedos ancestrales vehiculizados a través de la tradición oral y los aprendizajes entre comunidades y generaciones; algunos otros tienen residencia permanente en la memoria infantil e incluso prolongados hasta los años de la senectud, provocan pánico, temores e inseguridad; no desdeñemos los que provienen de libros y novelas y adquieren la configuración moldeada por nuestro imaginario de acuerdo a las circunstancias materiales en las cuales vivimos, la coyuntura durante la lectura y los vínculos de la historia escrita con algunos retazos de nuestra vida cotidiana.

La memoria tiene la doble virtud de por un lado, almacenar cantidades de imágenes, información, cifras y rostros a través del devenir de la persona quien la ejercita, y por otro, relacionar, enlazar y construir escenarios con todos los objetos memorizados e imaginar cuadros dantescos u horrorosos que vulneran la estabilidad del sujeto portador. De ahí la memoria como factor estratégico para reflexionar pero a su vez zona de vulnerabilidad en el ser humano.

En esta perspectiva, el miedo se ha convertido en un mito, sin ninguna atrevida pretensión humana a desafiarlo acumuló fuerza y se coloco inalcanzable, amenazador, vigilante y al asedio, sin posibilidad de ser alterado pero codiciado por muchos para utilizarlo como herramienta de dominio, control o imposición de voluntad sobre los demás.

Cada vez que la sociedad en general da muestra de avance, ya sea en el campo de las ciencias, las artes, el desarrollo inmobiliario, la democracia o uso de nuevos instrumentos en materia de tecnología, el miedo aparece como sombra del pasado y fantasma del futuro para atrapar las mentes débiles y orientar a grandes segmentos de la sociedad a actuar con cautela, temerosas y hasta aferradas a creencias y signos del pasado que le roban el derecho de ser libre.

Por lo anterior, el miedo lo hemos colocado en la bandeja de entrada de nuestro software humano para temerle a la vejez, la violencia, la muerte, al hambre, los accidentes, las multitudes, las riñas, los desastres naturales entre otros hechos fuente de dolor, desengaño, fracaso o pérdida material.

Sociedades que viven con miedo

Con el advenimiento del neoliberalismo y la tendencia universal de la globalización, cuyos resultados más notorios fueron el debilitamiento del estado, la reducción de los campos de acción donde operaba, la desregulación del mercado y la difuminación de las fronteras, el concepto de soberanía y autonomía estatal quedó desvanecido, los gobiernos se asentaron sobre tierra movediza y la gobernabilidad estuvo sujeta a las pretensiones de los organismos internacionales y empresas financieras que cada día ganan mayor control sobre las naciones y el mundo de las finanzas, actúan como poder de facto y ponen en entredicho la función de un gobierno nacional.

El Estado no tuvo capacidad para atajar los grandes problemas, dejó de orientar la economía, renunció a cargar de subjetividades a la ciudadanía y dedicó su esfuerzo en administrar la cosa pública sin un horizonte definido, una meta a medio y largo plazo y a sufrir los vaivenes que el mercado y “su mano invisible” generan a cada momento.

La sociedad no tuvo un referente de interlocución, pues en estas condiciones el estado no dialoga, sino impone, los partidos se convirtieron en espacios de trabajo y generadores de actos ilícitos, acciones fraudulentas y a representar a las empresas sin importarles ser electos por segmentos de la sociedad que aun estaba impávida por carecer de representación política.

La auto representación sustituyo el lugar de los partidos, en otras ocasiones los movimientos sociales reivindicaron la representación múltiple y defendieron lo que los partidos no hacen o están imposibilitados de hacer porque renunciaron a mantener el lazo social con los grupos humanos y prefirieron las reuniones y juntas con lobistas y representantes de empresas para legislar a favor de los intereses empresariales.

La sociedad paulatinamente se ausento de lo público, las calles, parques, esquinas, espacios de recreación, junta de vecinos y asociaciones comunales perdieron fuerza y capacidad de aglutinamiento, el individualismo forjó la idea del hombre libertario en la medida del consumo sin restricción alguna, que puede comprar y vender todo lo deseado como el ejercicio pleno de la libertad del mercado, de ahí puede realizar sin menoscabo la venta y a su vez compra de sus servicios, sexo, órganos, propiedades e hijos, por ello es común que la justicia, las nuevas legislaciones, las decisiones de estado, puedan ser subastadas en el mercado de la ilicitud y adquiridas por todo aquel que goza de los recursos económicos y los vínculos con el crimen organizado.

Con el mercado como vector social de nuestra sociedad afrontamos todos los riesgos, vivimos un Estado esquizoide, desarraigado de la sociedad, sin lazo social, sus discursos no tienen resonancia social, no describen los asuntos torales de la sociedad, tampoco dibujan la representación política en el imaginario del ciudadano; sus tramas están ligadas a situaciones caóticas o certezas lejanas, no deposita cemento social entre Estado y sociedad, exige obediencia pero desobedece el mandato de las normas morales instauradas y válidas, en fin, es un ente administrativo sin presencia en la subjetividad colectiva y percibido como nocivo para el futuro de la gran mayoría.

Sin representación política ni garantía de sus derechos, la sociedad contemporánea se desliza entre miedos y terrores, incertidumbre y nostalgia, silencios ocultos y confinamiento privado y evade todo aquello que lo coloca cerca del peligro, de ahí la elección de espacios menos institucionalizados, y la preferencia a actuar la mayor parte de su vida en la cotidianidad, los debates públicos no son círculos llamativos para ordenar nuevas ideas y prefieren permitir que la televisión o radio le forje la opinión pública y eso le basta para tejer tema de conversación con otros.

El miedo reside en la persona y ella tiene como refugio el espacio privado, ahí se esconde, rumia, duerme con esa pesadilla que lo encierra en sí mismo, pero si colapsa el espacio privado y la frontera porosa entre lo público y privado es diluida, el terror hace presa a la persona, la visibiliza ante los ojos escrutadores de la autoridad pública, es controlada en todos los desplazamientos y llega a un estado de ostracismo enfermizo hasta la autodestrucción.

sigue acá...

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