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jueves, 20 de mayo de 2010

ALEPH: Con el arma en la sien


Carolina Escobar Sarti:
No es lo mismo firmar un documento con un arma en la sien que libre de cualquier tipo de presiones. En un sentido metafórico, así es como se han suscrito las famosas leyes de amnistía en varios países del mundo; España entre ellos. Sabemos que muchas veces la historia obliga, y si esas leyes no se hubieran emitido y firmado en determinados momentos de la historia de algunas naciones, importantes procesos de paz y reivindicaciones de la memoria histórica, se habrían entrampado. Otro caso para afirmar que ley y justicia no son lo mismo.


Pero no por ello las leyes de amnistía son leyes de punto final, y hay que recordar, además, dos cosas importantes: que no son admitidas por el Derecho Internacional y que los crímenes de lesa humanidad no prescriben jamás. Por ello, este tipo de normas deben ser revisadas en nuevos contextos, como sucedió en Argentina, cuando el Congreso las declaró“insanablemente nulas” y las derogó en el 2003, reivindicando la memoria de los 30 mil desaparecidos y dejando en las manos de la justicia a un millar de militares.


Ahora que en España se ha acusado al juez Baltasar Garzón de saltarse la ley española de 1977 que amnistió los delitos cometidos durante la Guerra Civil de aquel país y en los primeros años del franquismo, se ha picado el hormiguero. Garzón es el primer abogado en investigar la muerte y desaparición de unas 130 mil personas durante ese periodo, y por ello hay una fuerte oposición en algunos sectores para que él haga en su país lo que ya hizo en otros contextos como el chileno, cuando logró lo que parecía imposible: la detención del ex dictador Augusto Pinochet.


Se habla en el mundo y, especialmente en América Latina, del “efecto Garzón”. Y no es para menos, con tanta historia común entre la que fuera llamada “la Madre Patria” y algunos territorios de la denominada Nueva España. Entre uno y otro lado del océano están los muertos de todos, la misma impunidad y el mismo deseo de quebrarla por el centro para dignificar la memoria de tantos y poder seguir con el presente sin que pese el olvido.



Se han revisado las amnistías en países de América del Sur, donde las férreas dictaduras dejaron su impronta de sangre en distintos periodos: Paraguay (1954-89), Brasil (1964-85), Uruguay (1973-85), Chile (1973-90) y Argentina (1966-73 y 1976-83). Guatemala, en América Central, al igual que El Salvador y Nicaragua, también vivieron lo suyo en la segunda mitad del siglo XX. Esas revisiones han permitido que, en Uruguay, dos ex dictadores y ocho represores estén en la cárcel por homicidio, secuestro y desaparición forzada. En Chile, unos 500 militares están bajo proceso. En Paraguay, varios jefes militares y policiales ya fueron condenados. “La actuación de Garzón en la captura de Pinochet, así como en el procesamiento de militares argentinos, dio la pauta para que la Audiencia Nacional de España admitiera el caso de genocidio en Guatemala”, señaló a IPS Benito Morales, abogado de la Fundación Rigoberta Menchú.


Garzón no es un juez español, sino un símbolo de la justicia universal. Todo comenzó cuando una pequeña agrupación española ultraconservadora de funcionarios, Manos Limpias(¡!), lo acusó de haber iniciado la investigación. Ahora, el efecto boomerang se va en su contra. Pero “en la memoria residen, a nivel colectivo e individual, las claves de su propio pasado y la experiencia decisiva para establecer su conducta presente y futura, y sus compromisos morales”, sostiene un párrafo del Manifiesto por una memoria sin fronteras que están firmando miles de españoles en respaldo a Garzón. Yo les creo.

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