Muchos aspectos del actual ataque a Gaza pasan desapercibidos para la conciencia del mundo
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Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
El
doble rasero mediático de Occidente con respecto a la nueva y trágica
escalada de violencia israelí dirigida contra Gaza se resumieron en un
titular de una parcialidad absurda en la primera plana del New York Times: “Los cohetes atacan Jerusalén; Israel se prepara para invasión de Gaza”, (NYT,
15 de noviembre de 2012). Algo descodificado, el mensaje es el
siguiente: Hamás es el agresor, y si Israel lanza un ataque terrestre
contra Gaza tiene que contar con más ataques de cohetes. Es una
paráfrasis sorprendentemente orwelliana de la realidad.
La
verdadera situación es, por supuesto, todo lo contrario: Es decir que
se puede asumir que la población indefensa de Gaza esté terriblemente
temerosa de un inminente ataque general israelí, aunque también es
verdad, sin minimizar la realidad de una amenaza, que algunos cohetes
lanzados desde Gaza cayeron sin causar daños (aunque hay que admitir
las implicaciones amenazantes) en los alrededores de Jerusalén y Tel
Aviv. Hay una desproporción brutal en la capacidad de infligir daños y
sufrimientos entre ambos contendientes debido a la total dominación
militar israelí, lo que convierte en una perversidad esa inversión de
la preocupación por lo que podría ocurrir a la sociedad israelí si se
intensifica el ataque a Gaza.
La confianza de Hamás y de las
diversas milicias de Gaza en los cohetes indiscriminados, aunque sean
totalmente imprecisos y generalmente innocuos, es una violación
criminal del derecho humanitario internacional, pero la baja cantidad
de víctimas y el ínfimo daño causado tienen que evaluarse en el
contexto general de la violencia masiva infligida a los palestinos. La
percepción generalizada no occidental del nuevo ciclo de violencia que
involucra a Gaza es que parece una repetición de la agresión israelí a
Gaza a finales de 2008, principios de 2009, que ocurrió de la misma
manera entre el final de elecciones presidenciales estadounidenses y
las elecciones parlamentarias programadas en Israel.
Buscando culpables
Existe
la discusión usual con respecto a quién es responsable del acto inicial
de este nuevo despliegue de violencia. ¿Han sido los disparos desde
Gaza a través de la frontera contra un jeep blindado israelí o fue el
asesinato selectivo de Ahmed Yabari, el líder del ala militar de Hamás,
con un misil israelí unos días después? ¿O algún otro acto de un lado u
otro? ¿O es la violencia incesante contra el pueblo de Gaza originada
por el bloqueo impuesto desde mediados de 2007?
El asesinato de
Yabari tuvo lugar unos días después de la negociación, gracias a los
buenos oficios de Egipto, de una tregua informal y acordada, qué
ironía, precisamente por Yabari, que actuaba por cuenta de Hamás.
Matarlo tenía el evidente propósito de realizar una importante
provocación, trastornando un esfuerzo cuidadosamente negociado de
evitar otra secuencia de “ojo por ojo, diente por diente” de violencia
del tipo que ha tenido lugar periódicamente durante los últimos años.
El
asesinato de un personaje político palestino de tan alto perfil como
Yabari no es un acto espontáneo. Se basa en una vigilancia detallada
durante un largo período, y obviamente se planifica con la suficiente
antelación con la esperanza de evitar daños colaterales y por lo tanto
limitar la publicidad desfavorable. Un asesinato extrajudicial
semejante, aunque es parte integrante de la nueva cultura
estadounidense de la guerra de drones, sigue siendo una táctica
de conflicto ilegal que niega a los dirigentes políticos del
adversario, separados del combate, cualquier oportunidad de defenderse
de las acusaciones e implica el rechazo de cualquier búsqueda de una
solución pacífica a un conflicto político. Equivale a la imposición de
la pena capital sin el debido proceso, una negación de los derechos
elementales de un acusado.
Dejando de lado las sutilezas
legales, la dirigencia israelí sabía exactamente lo que estaba haciendo
cuando rompió la tregua y asesinó a un dirigente tan destacado de
Hamás, considerado el más importante después del primer ministro de
Gaza, Ismail Haniya. Ha habido rumores y amenazas veladas durante meses
de que el gobierno de Netanyahu planificaba un importante ataque a
Gaza, y la oportunidad de los actuales ataques parece coincidir con la
dinámica de la política interna israelí, especialmente la práctica
tradicional de Israel de reforzar la imagen dura de la dirigencia de
Tel Aviv como medio para inducir a los ciudadanos israelíes a sentirse
temerosos, pero protegidos, antes de depositar sus votos.
Sitiados
Por
debajo de la horrible violencia, que pone al descubierto la extrema
vulnerabilidad de las personas que viven cautivas en Gaza, una de las
comunidades más abarrotadas y empobrecidas del planeta, hay una
horrenda estructura de abuso humano a la que la comunidad internacional
sigue volviendo la espalda, mientras predica en otros sitios la
adherencia a la norma de “responsabilidad de proteger” cada vez que
conviene a la OTAN. Más de la mitad de los 1,6 millones de habitantes
de Gaza son refugiados que viven en un área total solo el doble del
tamaño de la ciudad de Washington, DC. La población sufre un bloqueo
punitivo desde mediados de 2007 que hace intolerable la vida diaria, y
Gaza ha estado duramente ocupada desde 1967.
Israel ha tratado
de engañar al mundo presentando su narrativa de retirada de buena fe de
Gaza en 2005, que fue explotada por militantes palestinos en aquel
entonces como una oportunidad de lanzar mortíferos ataques con cohetes.
La contra-narrativa, aceptada por la mayoría de los observadores
independientes, es que la retirada israelí de tropas y colonias fue
poco más que un simple redespliegue a las fronteras de Gaza, con
absoluto control sobre lo que entra y lo que sale, manteniendo una
temporada de caza para matar a su gusto, sin tener que rendir cuentas y
sin consecuencias adversas y respaldada sin cuestionamiento por el
gobierno de EE.UU.
Desde el punto de vista del derecho
internacional, la supuesta “desconexión” de Gaza de Israel no puso fin
a su responsabilidad como Potencia Ocupante según las Convenciones de
Ginebra, y por lo tanto su plan maestro de someter a toda la población
de Gaza a severas formas de castigo colectivo corresponde a un continuo
crimen contra la humanidad, así como a una flagrante violación del
Artículo 33 de la Cuarta Convención de Ginebra. No es sorprendente que
tantos que han observado de cerca el sufrimiento de Gaza la hayan
descrito como “la mayor prisión al aire libre del mundo”.
El
gobierno de Netanyahu mantiene una política que se comprende mejor
desde la perspectiva del colonialismo mediante asentamientos. Lo que
distingue el colonialismo de asentamientos de otras formas de
colonialismo es la decisión de los colonialistas de no solo explotar y
dominar, sino de apropiarse de las tierras y superponer su propia
cultura a la de la población indígena. Al respecto, Israel se aprovecha
de la división entre Hamás y Fatah y trata de inducir a los palestinos
oprimidos a renunciar a su identidad junto con su lucha de resistencia
llegando incluso a exigir a los palestinos en Israel que juren lealtad
a Israel como “Estado judío”.
En realidad, a diferencia de
Cisjordania y Jerusalén Este, Israel no tiene ambiciones territoriales
a largo plazo en Gaza. La solución israelí a corto plazo para su
denominado “problema demográfico” (es decir, sus preocupaciones por el
aumento de la población de palestinos con respecto a los judíos) podría
facilitarse considerablemente si Egipto absorbiera Gaza o si Gaza se
convirtiera en una entidad permanentemente separada, siempre que
pudiera desmilitarizarse de un modo fiable. Lo que hace que Gaza sea
actualmente útil para los israelíes es su capacidad de manejar el nivel
de violencia, tanto como distracción de otras preocupaciones (por
ejemplo ceder en relación con Irán; la expansión acelerada de las
colonias) y como un medio de convencer a su propio pueblo de que siguen
existiendo enemigos peligrosos a los que hay que enfrentarse con el
puño de hierro del militarismo israelí.
Ninguna paz
En
el trasfondo, pero no muy lejos del entendimiento de los observadores,
existen dos asuntos estrechamente relacionados. El primero es el grado
de inviabilidad al que ha llevado la continua expansión de las colonias
israelíes la creación de un Estado palestino por medio de negociaciones
directas. El segundo, subrayado por la reciente fusión de las Fuerzas
de Netanyahu y Lieberman, es la medida en que el proceso de gobierno
israelí ha adoptado indirecta e irreversiblemente la visión de un Gran
Israel que incluye todo Jerusalén y la mayor parte de Cisjordania.
El
hecho de que los dirigentes occidentales sigan repitiendo el mantra de
la paz mediante negociaciones directas es una expresión de la más burda
incompetencia o de total mala fe. Washington y los demás que piden la
reanudación de negociaciones directas nos deben a todos, por lo menos,
una explicación de cómo se puede establecer un Estado palestino dentro
de las fronteras de 1967, cuando significa el desplazamiento de la
mayoría de los 600.000 colonos armados que actualmente son defendidos
por el ejército israelí y están presentes en toda Palestina ocupada.
Una explicación semejante también tendría qué mostrar por qué se
permite que Israel legalice silenciosamente las casi 100 colonias
“avanzadas” esparcidas por Cisjordania que antes eran ilegales, incluso
según la ley israelí. Semejantes acciones hacia la legalización merecen
la urgente atención de todos los que siguen proclamando su fe en una
solución de dos Estados, pero se ignoran.
Lo que nos hace
volver a Gaza y Hamás. Los máximos dirigentes de Hamás han dejado muy
claro una y otra vez que están abiertos a una paz permanente con Israel
si este se retira totalmente a las fronteras de 1967 (22% de Palestina
histórica) y este acuerdo está apoyado por un referendo de todos los
palestinos que viven bajo la ocupación.
Israel, con el respaldo
de Washington, adopta la posición de que Hamás es “una organización
terrorista” a la que se debe excluir siempre de los procedimientos
diplomáticos, excepto, por supuesto, cuando la negociación sirve los
propósitos de Israel. Lo hizo en 2011 cuando negoció el intercambio de
prisioneros en el que varios centenares de palestinos fueron liberados
de las prisiones israelíes a cambio del soldado israelí Gilad Shalit, o
cuando parece conveniente aprovechar la mediación egipcia para obtener
un alto el fuego temporal.
Como nos recuerda el celebrado activista israelí por la paz, y exmiembro de la Knéset, Uri Avnery, un alto el fuego en la cultura árabe, hudna
en árabe, se considera que está santificado por Alá y se ha utilizado y
respetado desde la época de las Cruzadas. Avnery también informa de que
hasta que lo asesinaron Yabari estuvo en contacto con Gershon Baskin,
de Israel, explorando las posibilidades de un alto el fuego a largo
plazo, de lo que informaron a los dirigentes israelíes que, como era de
esperar, no mostraron ningún interés.
Esperando justicia
Hay
otro hecho en esta renovación del conflicto que involucra ataques a
Gaza. Israel insiste a veces en que ya que no es, según sus
afirmaciones, un poder ocupante, sino que se encuentra en un estado de
guerra con Gaza gobernada por Hamás. Pero si esto se considerase la
descripción legal adecuada de la relación entre los dos países, Gaza
tendría los derechos de un combatiente, incluida la opción de utilizar
fuerza proporcionada contra los objetivos militares israelíes. Como
argumenté antes, una descripción legal semejante de la relación entre
Israel y Gaza es inaceptable. Gaza sigue estando ocupada y
esencialmente indefensa e Israel como ocupante no tiene derecho legal o
ético de ir a la guerra contra el pueblo y el gobierno democrático de
Gaza procedente de unas elecciones libres, bajo control internacional,
a principios de 2006.
Al contrario, su obligación decisiva como
ocupante es proteger a la población civil de Gaza. Incluso si la
cantidad de víctimas de la violencia actual, hasta ahora, es baja en
comparación con la Operación Plomo Fundido, la intensidad de los
ataques aéreos y marítimos contra el indefenso pueblo de Gaza, provoca
terror en los corazones y las mentes de todas las personas que viven en
la Franja, una forma de violencia indiscriminada contra el espíritu y
la salud mental de todo un pueblo que no puede medirse en sangre y
carne, sino refiriéndose al miedo traumatizante que han generado.
Oímos
muchas afirmaciones en Occidente en cuanto a una supuesta disminución
de la guerra internacional desde el colapso de la Unión Soviética hace
veinte años. Semejantes afirmaciones son en cierta medida bienvenidas,
pero la gente en Medio Oriente aún no se ha beneficiado de esta
tendencia, menos que nadie el pueblo de Palestina Ocupada, y
especialmente el pueblo de Gaza que sufre del modo más agudo. Este
espectáculo de una guerra unilateral en la que Israel decide cuánta
violencia desencadenar, y Gaza espera sus ataques disparando salvas de
cohetes insignificantes desde el punto de vista militar como gesto de
resistencia, es una violación vergonzosa de los valores de la
civilización. Esos cohetes propagan el miedo y causan trauma entre los
civiles israelíes incluso cuando no alcanzan objetivos y representan
una táctica inaceptable. Pero esa inaceptabilidad tiene que verse en el
contexto de las tácticas inaceptables de un Israel que tiene todo en su
mano en el conflicto.
Es muy alarmante que ahora incluso ciudad
más sagrada esté amenazada por los ataques, pero la permanencia de las
condiciones de opresión del pueblo de Gaza, llevan inevitablemente a
niveles crecientes de frustración, gritos de auxilio que el mundo
ignora desde hace décadas. ¡Son gritos pidiendo ayuda! ¡Darse cuenta no
es exagerar! Para obtener una perspectiva basta con leer un reciente
Informe de la ONU que concluye que el deterioro de los servicios y las
condiciones hará que Gaza sea inhabitable en el año 2020.
Totalmente
aparte de los méritos de los motivos de queja de los dos lados, un lado
es omnipotente en lo militar y el otro se agazapa atemorizado sin
posibilidad de defensa. Una realidad tan grotesca pasa desapercibida
para la conciencia del mundo debido al escudo geopolítico detrás del
cual Israel recibe luz verde para hacer lo que le dé la gana. Una
circunstancia semejante es moralmente insoportable y debería ser
inaceptable políticamente. Toda persona, gobierno, e institución de
buena voluntad tiene que oponerse activamente en todo el globo.
© 2012 Al-Jazeera
*
Richard Falk es Profesor Emérito de Derecho Internacional en la
Universidad de Princeton y Distinguido Profesor Visitante de Estudios
Globales e Internacionales en la Universidad de California, Santa
Bárbara. Es autor y editor de numerosas publicaciones a lo largo de
cinco décadas, y recientemente editor de “El Derecho Internacional y el
Tercer Mundo: reformulando la Justicia” (Routledge, 2008). Aunque desde
2009 es Relator Especial de Naciones Unidas para los Derechos Humanos
en Palestina, el gobierno de Israel no le ha permitido entrar a los
Territorios Palestinos Ocupados. Twitter: @rfalk13
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