Por Javier Rodríguez*
Asunción
(PL) Un episodio especialmente singular, en medio de la crisis política
y social vivida actualmente por Paraguay, acaba de concretarse con la
celebración del juicio público llevado adelante por un Tribunal Ético
integrado por personalidades y juristas de la nación guaraní.Ver más imágenes en FotosPL
Ellos respondieron a un llamado de la Plataforma de Organizaciones
Sociales por la Democracia, instancia abocada al papel de articuladora
de criterios y acciones de sectores representantes de diversos
estamentos populares del país.
La convocatoria no fue producto de una simple operación política
preparada por grupos opositores al gobierno paraguayo y a los diputados
y senadores de ese Poder del Estado.
Desde hace años, según
encuestadoras y análisis de opinión publicados, el Parlamento acapara
el nada envidiable criterio de ser una de las instituciones con menor
nivel de prestigio en la sociedad, siempre señalado por las acusaciones
de oscuros negocios, a los cuales estaban atadas las leyes aprobadas o
rechazadas.
El pasado reciente contribuyó con creces a tal
criterio adverso con el papel fundamental jugado por el Congreso en el
pacto con los partidos tradicionales que desembocó en el juicio
político de junio pasado al presidente constitucional, Fernando Lugo,
el cual culminó en su destitución para el cargó ostentado por elección
popular.
Su función de freno a los intentos de una tímida
reforma agraria, la aprobación de los acuerdos con las empresas
multinacionales y su desconocimiento de los tratados regionales
integracionistas ya firmados por la nación, constituyeron parte de la
conducta más reciente de los legisladores, censurada por buena parte de
la opinión pública.
Así las cosas, surgió la convocatoria de la
Plataforma para la realización del juicio ético, figura poco apelada en
la historia política paraguaya.
Durante unos 60 días, el
Tribunal, encabezado por un expresidente de la Corte Suprema de
Justicia, recibió y consolidó en cuatro grandes temas, el barraje de
denuncias procedentes de organizaciones campesinas, indígenas,
sindicales, defensoras de derechos humanos y otras.
Esos cuatro
grandes grupos de denuncias se refirieron a la actitud de los
parlamentarios en la sanción de leyes contrarias al interés público, el
incumplimiento de deberes constitucionales, el uso clientelar e
indebido de cargos, influencias y otras prácticas antiéticas, y la
utilización arbitraria de la figura del juicio político.
Las
denuncias y protestas acumuladas en relación con esos cuatro grandes
temas fueron convertidas en siete causales o fundamentos para basar la
acusación de la Fiscalía.
Entre ellas, destacaron las acciones
violatorias de la Carta Magna imposibilitando que Paraguay sea un
Estado Social y Democrático de Derecho en el que pueda gozarse de un
sistema político democrático y la aprobación de leyes favorecedoras de
sectores económicos a los cuales responden en exclusividad.
Por
otra parte, incluye el incumplimiento del deber constitucional de
garantizar la protección de la ciudadanía, en especial a los sectores
más excluidos, y la grave responsabilidad en la adopción de una
política activa de aislamiento del país de los principales procesos de
integración regional.
También causales principales para el
juicio fueron el uso de instrumentos de control a otras instituciones
estatales privilegiando su subordinación, aún existiendo evidencias de
corrupción, y la destitución arbitraria por el Congreso del mandatario
constitucional elegido por la población en abril del 2008.
Para
la celebración de la vista oral y pública se escogió un lugar
emblemático, la Plaza de la Democracia, situada en el centro de
Asunción, y el pueblo convocado asistió representado por más de 600
personas dispuestas a intervenir, en muchos casos, en tan inédito
evento jurídico.
La abogada Milena Pereira fue la encargada de
presentar el alegato de la Fiscalía, mientras que el jurista Guillermo
Ferreiro asumió la defensa de oficio, debido a la negativa del
Parlamento a designar un abogado para esa función.
Una
verdadera oleada de testigos desfiló durante todo el día por el estrado
narrando experiencias personales como ciudadanos afectados por las
disposiciones congresionales.
Campesinos sin tierra,
trabajadores despedidos por causas políticas, personas víctimas de
actividades de corrupción o de represión, mujeres discriminadas,
jóvenes sin oportunidades de estudio o trabajo y personas carentes de
asistencia médica, se refirieron a casos favorecidos, según señalaron,
por el incumplimiento de los deberes del Poder Legislativo.
La sentencia, emitida tras las deliberaciones del Tribunal, fue explícita y recibió la aprobación de la población presente.
El Congreso paraguayo fue condenado por incumplimiento de sus deberes y
por la violación de la Constitución Nacional, y todos sus integrantes
fueron calificados de personas no gratas para el pueblo.
*Corresponsal de Prensa Latina en Paraguay.
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