Por Anubis Galardy *
Bogotá
(PL) Se les descubre en cualquier parte. Aparecen como una floración
extraña, discordante con los rascacielos en proa hacia el infinito y el
esplendor de los grandes centros comerciales que encandilan la vista.
Por lo general, duermen en las calles, se cobijan como pueden con
harapos y periódicos desechables para resguardarse del rigor del clima
húmedo y el frío cortante de las madrugadas bogotanas.
Son los mendigos, los "ñeros", como les llaman, los desfavorecidos de
siempre, los pobres en su eternidad. En las mañanas, con la mano
extendida, acechante. En las noches, con su propia miseria a cuestas.
Pululan por las calles, conforman una multitud engrosada por los niños
e incluso mujeres gestantes, a la expectativa de las pausas de los
semáforos, para arriesgarse entre los automóviles y ofrecer su
mercancía: flores, periódicos, revistas, baratijas disímiles.
Quiero estudiar, dice a Prensa Latina un muchachito de apenas 10 años,
quiero ser ingeniero y ayudar a mi familia. En sus ojos alienta un
fulgor de esperanza.
Es el paisaje de la pobreza. Emerge más
allá de la monumentalidad de los Andes que parecen custodiar la capital
colombiana, cuyas faldas están permeadas de casuchas improvisadas al
mandato de la necesidad de sobrevivir y guarecerse: cartones, tablas
recopiladas al azar, planchas de zinc y alguna que otra pared de
ladrillos, en el caso de los más afortunados.
A ellos se suman
los desplazados por la violencia, una ráfaga humana que se acomoda
donde puede. Suele vérseles en filas ante las oficinas habilitadas para
proporcionarles ayuda estatal, pero los trámites, aducen algunos de
ellos, pueden durar meses y hasta años.
Los índices del
Departamento Nacional de Estadísticas reflejan que el desempleo
disminuye progresivamente en Colombia, en una marcha constante si bien
lenta.
La realidad muestra la otra cara de la moneda. Sólo en
la llamada rebusca, que agrupa a las personas inconformes con la
ocupación que ejercen o en continua cacería de un trabajo estable, las
cifras hablan por sí solas: siete millones 779 colombianos compulsados
a aferrarse a cualquier asidero momentáneo, con independencia de su
nivel profesional o técnico. Por supuesto, privados de los derechos
elementales.
La cifra oficial solo se ciñe a cinco de las
ciudades principales del país: Bogotá, Medellín, Cali, Bucaramanga y
Barranquilla. En tanto la realidad de departamentos como el Chocó es
otra.
Según datos oficiales, Colombia es el país más desigual
de América Latina y el tercero en el mundo después de Haití, de acuerdo
con el índice GINI (un coeficiente que consiste en la medida técnica de
la desigualdad en la distribución del ingreso, en la que el número 1 es
lo más alto. Aquí registra el 0,60).
La desigualdad social se
expresa en diversos ámbitos -de acuerdo con diferentes estudios-, en la
posición socioeconómica, en la brecha entre regiones y en las
diferencias étnicas y de género, apunta el analista Jimy Ríos.
A nivel nacional, el promedio de necesidades básicas insatisfechas es
del 60 por ciento entre los indígenas y del 68 por ciento entre los
afrodescendientes, sólo para poner un ejemplo, señala.
El nueve
por ciento más rico de la población se alza con el 60 por ciento del
Producto Interno Bruto (PIB). Al 10 por ciento más pobre le
corresponden los sobrantes del 0,5 por ciento del PIB. Mientras, el 0,5
por ciento de los más ricos se apropia de una quinta parte de la
riqueza de la sociedad, agrega.
De acuerdo con datos recientes
de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el
nivel de pobreza de los niños y adolescentes colombianos es de un 45
por ciento y un 17 por ciento de indigencia.
La suma de esos
dos porcentajes arroja un 62 por ciento de ese sector poblacional sin
recursos de ninguna índole en cuanto a salud, educación, alimentación y
protección física o emocional.
El senador Mauricio Ospina, en
fecha reciente, dijo a Prensa Latina que la paz que necesita Colombia,
y anhelan todos los colombianos, debe asentarse en la erradicación de
las inequidades sociales y del modelo capitalista, de corte neoliberal
predominante, con todas las implicaciones que ello implica.
La
solución del grave problema del control, uso y tenencia de la tierra,
génesis del surgimiento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia - Ejército del Pueblo (FARC-EP), está en la base de esa
pirámide, sostuvo.
*Corresponsal de Prensa Latina en Colombia.
arb/ag
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