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jueves, 25 de noviembre de 2010

Rusia limita las ambiciones hegemónicas de la OTAN



Pierre Charasse

En el nuevo contexto posguerra fría, la OTAN, lejos de desaparecer como lo hizo el Pacto de Varsovia, elaboró nuevos conceptos estratégicos en 1991 y 1999. Después de los atentados del 9/11/2001 y con la guerra en Afganistán se extendió la zona de intervención fuera del espacio euro-atlántico definido por el Tratado de 1949. Era necesario redefinir la misiones de la OTAN y relegitimar su papel. Los jefes de Estado reunidos en la 22 cumbre de la OTAN en Lisboa (19-20 de noviembre) aprobaron el nuevo concepto estratégico 2010-2020. Trataron también dos puntos delicados: la retirada de sus tropas de Afganistán y el escudo antimisiles que Estados Unidos planea desplegar en Europa.

El nuevo concepto estratégico refleja la ambición de la OTAN de fortalecer su vocación mundial, en nombre de los valores universales de la civilización occidental, incluso en terrenos que no tienen que ver directamente con la seguridad militar como la gobernabilidad de los estados fallidos. Partiendo de un catálogo de nuevas amenazas reales o supuestas, el terrorismo, pero también la inseguridad de las fuentes y rutas de abastecimiento energético, de las rutas marítimas, los ciberataques contra sistemas computarizados o infraestructuras vitales de los países occidentales, la OTAN oficializó el principio según el cual la seguridad de sus miembros depende más de situaciones exteriores a la zona euro-atlántica que de conflictos convencionales en dicho espacio. En la lista de las nuevas amenazas la OTAN incluye las consecuencias del cambio climático y de catástrofes ambientales, la escasez de agua y riesgos sanitarios. La OTAN se otorga ahora el derecho de intervenir en el mundo donde y cuando la seguridad de sus miembros lo exija. El nuevo concepto cancela la división entre seguridad interior y seguridad exterior, entre amenazas convencionales y no convencionales, y propone mantener capacidades militares convencionales o nucleares suficientes, pero diseñadas para proyectar fuerzas de despliegue rápido o lanzar operaciones expedicionarias, incluyendo acciones de contrainsurgencia. Para eso propone un mando único que podría actuar sin tener el consentimiento de todos los miembros. Ella busca la asociación con estados no miembros para actuar como socios prestatarios de seguridad en teatros alejados de su zona de acción.

En plena crisis financiera y de presupuesto, Estados Unidos logró imponer a sus aliados una participación mayor en los gastos de la OTAN, incluyendo el financiamiento del escudo anti-misiles estadunidense, estimado en mil millones de dólares, cuando en muchos países el fin de la guerra fría permitió reducir los gastos militares. Hasta Francia, tan celosa de su independencia, se declaró dispuesta a participar en financiamiento del proyecto estadunidense, lo que beneficiará directamente a la industria militar de EU. Así, la Unión Europea sepultó definitivamente cualquier posibilidad de tener una defensa autónoma de Estados Unidos.

La reunión de Lisboa se prolongó con una cumbre Rusia-OTAN, lo que permitió al presidente Medvedev una brillante jugada en la gran tradición diplomática del Kremlin, reincorporándose al debate mundial sobre la seguridad en pie de igualdad y poniendo límites al triunfalismo occidental. Cuando Georgia apoyada por Washington se lanzó contra Rusia en agosto de 2008, la potencia de la reacción rusa desconcertó a los occidentales y Moscú les pintó una línea roja infligiendo una tremenda derrota a Georgia. Decidida a superar este grave incidente provocado por Occidente, Rusia acudió a la cumbre de Lisboa, pero en una posición de fuerza, para exigir a la OTAN moderar sus ambiciones mundialistas. El presidente Medvedev puso claras condiciones a una nueva relación con Occidente: la OTAN no puede ser el gendarme del mundo, sus intervenciones tienen que estar aprobadas por el Consejo de seguridad de la ONU, donde Rusia y China tiene derecho de veto. Rusia acepta cambiar su actitud hacia el proyecto de escudo antimisiles a condición de que el dispositivo sea limitado a la intercepción de misiles de corto o mediano alcance, y que ningún país, empezando por Rusia, sea el objetivo declarado de tal sistema. Pero los expertos de la OTAN mantienen que Irán es la principal amenaza, lo que no comparte Rusia, y que hay que tener un alto nivel de vigilancia hacia Rusia, lo que complicará seriamente el diálogo con Moscú. Para dar pruebas de su buena disposición hacia Occidente, Rusia propuso colaborar con la OTAN sobre Afganistán, sobre todo para facilitar el tránsito de material militar por su territorio. Uno de los mayores problemas de la OTAN es que no controla toda la ruta Kabul-Karachi por donde pasan sus convoyes y no quiere arriesgarse a nuevas perdidas de material durante la retirada de sus tropas que empezará en 2011. Qué elegancia de Rusia de evitar a sus antiguos enemigos que en una retirada sin victoria ni gloria, la OTAN, incapaz de proteger sus convoyes, sea humillada por los insurrectos afganos y pakistaníes.

Los países de la OTAN inmersos en la crisis financiera y presupuestaria, empantanados en Afganistán y Pakistán, pretenden extender su campo de acción a todo el planeta. Rusia les recordó en Lisboa que hay otras potencias en el mundo que tienen el derecho y la capacidad de fijar las nuevas reglas del juego frente a los grandes desafíos del siglo XXI.

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