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miércoles, 24 de noviembre de 2010

Norcorea: ¿la guerra que buscan Wall Street y la City?

Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme

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Casas destruidas en la isla de Yeonpyeong tras el ataque de NorcoreaFoto Ap

En la gran partida de ajedrez global que se desarrolla exquisita y regionalmente en el noreste y sudeste de Asia entre Estados Unidos (EU) y China, uno de sus principales cuadrantes lúdicos se concentra en la península coreana, donde desde la primavera se intensificó la colisión entre Pyongyang y Seúl debido al extraño hundimiento de una embarcación sudcoreana (con casi medio centenar de muertos), de lo que Occidente, encabezado por la dupla anglosajona de EU y Gran Bretaña, culpó científicamente a Norcorea, lo cual curiosamente no ha sido avalado por China ni por Rusia.

No se necesitan grandes extensiones territoriales para manifestar al gran día las graves tensiones que se han acumulado ominosamente en fechas recientes tanto al este como al norte de Asia –extensivas a India– y que estallaron en la diminuta isleta de Yeonpyeong –en el candente Mar Amarillo–, de solamente 7.01 kilómetros cuadrados y de mil 300 habitantes, perteneciente a Sudcorea, donde estacionó mil soldados en la cercanía de la disputada área marítima entre los dos países otrora hermanos (literal, no poéticamente hablando) que hoy viven la exacerbación fratricida, azuzada, no en menor medida, por fuerzas foráneas.

A nuestro humilde entender, cuatro intersecciones desembocaron en el intercambio de artillería en la isleta de Yeonpyeong entre las dos Coreas, del Norte y del Sur:

1) La sucesión dinástica de Norcorea; 2) la grave crisis financiera de la globalización neoliberal anglosajona; 3) la tensión creciente entre EU y China en todos los foros y temas: desde el G-20, pasando por la guerra de las divisas, hasta el cambio climático; y 4) el juego con el fuego nuclear de parte de EU y las dos Coreas. Los puntos dos y tres irán creciendo y tendrán su reflejo en varios puntos candentes del planeta (desde Irán hasta Venezuela).

La prensa occidental –en especial la más pérfida, que es la británica– machaca el fastidioso estereotipo proveniente de la guerra fría contra la reclusión sicótica de Norcorea, que invariablemente es la culpable de todos los males en una península donde, desde hace 57 años, EU mantiene cerca de 30 mil soldados, que ya es tiempo de que se vayan retirando para cesar de atizar el fuego entre los dos países hermanos para contribuir con hechos tangibles a su reunificación y desnuclearización.

La narrativa occidental sobre la sucesión en Norcorea no es la excepción repelente. Baste una muestra literaria multitudinaria de Jamil Anderlini, Mure Dickie y Harvey Morris, reporteros de The Financial Times (23.11.10): Varios (sic) analistas dicen (sic) que Norcorea exhibe su musculatura para suavizar la sucesión de Kim Jong-eun, el tercer hijo del Kim Jong-il, el dictador enfermo. Dicen (sic) que busca construir su capital político inundando de sangre (¡súper sic!) a Sudcorea con ataques como el torpedeo de la embarcación de guerra Cheonan en marzo. Otro rumor (¡súper sic!) en Seúl dice (sic) que Norcorea lanzó el ataque porque Kim Jong-il había muerto (¡súper sic!).

Lo más interesante radica en que nadie en Occidente comenta que el intercambio de artillería ocurrió en momentos en que Sudcorea y EU realizaban ejercicios militares en el candente Mar Amarillo, limítrofe con Norcorea. Todos los multimedia occidentales pueden decir lo que se les antoje, con el único agravante: falta que China (distantemente Rusia) les compre sus mendacidades consuetudinarias.

Lo real para el análisis casto y puro es que China bendice la transición suave de la dinastía familiar que reina en Pyongyang, mientras EU y GB desean derrocar al régimen norcoreano mediante una guerra sicológica de alta intensidad, así como múltiples coartadas, montajes y maniobras militares de baja intensidad.

¿Por qué está GB interesada en incendiar la península coreana, como ya había adelantado premonitoriamente 11 días antes el británico Patrick Wintour de The Guardian (GB teme un ataque de Norcorea a la cumbre del G-20 en Seúl; 12.11.10)? ¿GB empuja a una guerra entre EU y China para salvar las finanzas quebradas de la City, como alienta su vocero bursátil Ambrose Evans-Pritchard?

Mas allá de la reciente celebración de la cumbre del G-20 en Sudcorea, catapultada a la relevancia internacional –donde, por cierto, EU no pudo descolgar su muy desequilibrado TLC (aún los aliados militares de Washington no son tan claudicantemente genuflexos como los neoliberales mexicanos) y exhibió de forma lastimosa su decadencia–, las intersecciones dos y tres no necesitan tanta ciencia demostrativa (pero hay que citarlos), salvo que a alguna de las dos superpotencias (EU o China) le convenga la escalada en la península.

En lo personal, intuitivamente no creo que le convenga a China incendiar su patio trasero; además goza de excelentes relaciones bilaterales con las dos Coreas (se puede decir lo mismo de manera relativa de Rusia y todo lo contrario de Japón).

La intersección cuatro (el juego con el fuego nuclear) es crucial, ya que, a nuestro juicio, determinó en mayor medida la escalada y es la que urge resolver para enfriar el peligro colosal de guerra que aduce creíblemente el canciller ruso Sergei Lavrov.

Cito, sin adoptar, en beneficio del análisis, la postura del británico David Pilling en The Financial Times (23.11.10) –no olvidar jamás: portavoz del neoliberalismo global–: con el fin de apuntalar a su hijo de 27 años aún sin probar en el poder, el enfermo Kim Jong-il reveló al mundo lo que el visitante Siegfried Hecker, un científico nuclear estadunidense, describió como una asombrosamente moderna planta de enriquecimiento de uranio con mil centrífugas.

No existe novedad alguna: ya lo sabían en EU. Además, Norcorea posee seis bombas nucleares; dos adicionales no cambian la correlación peninsular de fuerzas.

Si los multimedia de EU y Sudcorea comentan hasta el cansancio que Norcorea padece locura paranoica, a fortiori no existe razón para acorralarle como, en nuestra opinión, cometió un gravísimo error de juicio el ministro de defensa sudcoreano Kim Tae-yong, quien “consideró desplegar armas tácticas nucleares de EU en su territorio (…) en respuesta a la revelación de Norcorea sobre su nueva planta de enriquecimiento de uranio” (Yonhap; 23/11/10). Al día siguiente vino el intercambio de artillería concentrado en la isleta Yeonpyeong, de 7.01 km2.

EU había retirado en 1991 sus armas nucleares tácticas –desplegadas en 16 instalaciones militares sudcoreanas– para facilitar la desnuclearización peninsular. Un alto funcionario presidencial de Sudcorea, Cheong Wa Dae, de forma correcta ha echado marcha atrás al declarar que los lamentables comentarios del ministro de Defensa fueron tomados fuera de contexto, lo cual –urge– puede y debe enfriar –para luego desactivar parcialmente– la alta tensión edificada desde la primavera y que ha ido in crescendo en toda la región del este y norte de Asia.

Lo peor en esta coyuntura es tomar partido por el sur y en contra del norte, como el rijoso cuan sinófobo gobierno calderonista (extensivo al panismo foxiano) se ha pronunciado sin mínima tersura diplomática.

Los seres humanos de buena voluntad y los pacifistas debemos pronunciarnos sin ambages y ante todo contra la escalada y alentar a ambas naciones hermanas a su reconciliación, a la desnuclearización de su península y a su unificación (al estilo alemán).

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