SAN SALVADOR, 14 de mayo (apro).- En El Salvador, hombres y mujeres de todas las edades emprenden cada día un viaje más difícil y menos prometedor hacia un país que no pierde el tiempo en endurecer sus leyes antiinmigrantes.
Así, los salvadoreños se debaten entre la odisea de llegar y la continua batalla de no ser deportados de Estados Unidos.
El precio de llegar al Norte es muy caro para la mayoría de los salvadoreños, tanto para los que se quedan y como para los que logran llegar a otras tierras: los vínculos familiares son los primeros en fracturarse; en el peor de los casos, se borran totalmente.
Ese fue el caso de “Antonio”, quien prefiere contar su historia (su tragedia) bajo ese seudónimo. Por razones de seguridad, él fue sacado de El Salvador y “donado” a otra familia con rumbo hacia Belice. Repitiendo la historia, pasó a ser acogido por otra familia de origen guatemalteco. A sus 7 años conoció el sentimiento de sentirse huérfano. En México decidió lanzarse a las calles, vivir en ellas y forjarse su propia vida.
“Antonio” fue creciendo hasta encontrar de nuevo una familia adoptiva que únicamente le brindaría “el techo dónde dormir” y así fue hasta la adolescencia. Comenzó vendiendo paletas, pasando por limpiador de pisos hasta llegar a ser un chef de comida internacional, gracias a una transnacional japonesa instalada en México, misma que lo llevaría al “sueño americano”.
El Centro de Recursos Centroamericanos (CARECEN) estima que alrededor de 500 salvadoreños dejan su tierra en busca del sueño americano como indocumentados. La Dirección General de Migración y Extranjería de El Salvador contabilizaba hasta el pasado 11 de abril 4.788 deportados, la mayoría proveniente de Estados Unidos.
En esas estadísticas aparecía “Antonio”, quien desde que salió de su país, juró nunca más volver a pisarlo. La deportación para “Antonio” es como llegar al infierno. Desde que salió del país, desde aquel 1967, juró “no volver a pisarlo; no volver a saber nada de él”.
Desde que fue apresado para ser deportado, ha vivido un infierno de dos meses pensando en que volverá a una herida que él daba ya por cicatrizada. Duros días de encierro en Estados Unidos, tras haber sido detenido por indocumentado, lo atormentaron con el hecho de volver por estas tierras, que sólo le causaron dolor en la flor de su vida.
Pero el sueño americano de “Antonio” va hacia otro lugar, no hacia Estados Unidos. Ahora deportado a El Salvador, un país que no quería verlo ni en postal, tampoco quiere volver a la tierra que lleva por bandera las rayas y las estrellas. Está harto de ese país, “donde nunca fui libre”.
“No pienso quedarme aquí más de 15 días. Tampoco seguiré viviendo en Estados Unidos; quiero vivir tranquilo, libre. No podía salir ni siquiera al parque ni conducir en paz porque en el espejo retrovisor siempre ves patrullas. Iré a cualquier lugar, menos aquí en El Salvador y menos vuelvo Estados Unidos. Yo pa`tras, ya no”, dijo “Antonio” a Apro.
La pesadilla
El "sueño americano" cada vez más se torna en una pesadilla para los inmigrantes latinoamericanos. La ley antiinmigrante aprobada el pasado 23 de abril en Arizona por la gobernadora de dicho estado, Jan Brewer, permite que los indocumentados en Estados Unidos sean perseguidos como delincuentes.
La nueva ley SB 1070, criminaliza la inmigración ilegal y le otorga facultad a la policía para que compruebe, ante simple sospecha, si una persona se encuentra ilegalmente en el país; es decir, una autoridad puede acercarse a una persona y preguntarle abiertamente cuál es su estatus en ese país.
Por si fuese poco, la nueva medida otorga derecho a la población civil a instar a la policía a realizar controles en caso de sospechar de alguien que no se encuentre de manera legal en Estado Unidos. Además, la disposición obligará a los inmigrantes a llevar siempre consigo documentación que compruebe cuál es su estatus legal.
Aunque estas medidas no existían cuando “Antonio” fue capturado, su arresto tiene ese perfil: cuando salía de su casa para subirse a su automóvil, los oficiales lo vieron y lo consideraron sospechoso. Así volvió a su pesadilla salvadoreña, la que ya daba por soterrada.
No hay vuelta atrás para “Antonio”. Ni El Salvador ni Estados Unidos serán de nuevo el suelo que lo albergue a él, a su esposa y a su vástago, menos ahora que sabe que Steve Montenegro, congresista por el estado de Arizona, votó a favor de la ley SB 1070.
Montenegro, salvadoreño que también en la niñez salió de ese país centroamericano para tener un futuro mejor, no es sin duda alguna una razón para volver a Estados Unidos.
El fenómeno de la migración ha transformado radicalmente a El Salvador en muchos sentidos: social, económico y cultural. Cálculos oficiales indican que 2,9 millones de salvadoreños viven en el extranjero, la mayoría en Estados Unidos. Los inmigrantes aportan anualmente entre 17 y 18% del Producto Interno Bruto (PIB) local, sólo en concepto de remesas, sin contar sus aportes directos en el desarrollo de otros sectores económicos, como la construcción, el turismo y el comercio en general.
Pese a que la población salvadoreña en el exterior representa actualmente el 50,8% de los habitantes, ésta no participa en sus decisiones fundamentales a fin de contribuir en un diseño más integral de sus destinos. La razón: la población salvadoreña en el exterior no puede ejercer el sufragio para elegir a los representantes gubernamentales de ese país centroamericano.
Ante este panorama, sin embargo, es apenas uno de los problemas que afrontan los inmigrantes en el extranjero y que el actual gobierno de Mauricio Funes quiere dejar resuelto antes de terminar su período en 2014.
Juan José García, académico y experto en temas de la migración salvadoreña, es actualmente el viceministro para los salvadoreños en el exterior. Su perspectiva al finalizar su período como funcionario del actual gobierno, es que se haya revertido el fenómeno de la “expulsión” de salvadoreños de sus territorios y que la migración sea por actos voluntarios y no por necesidad o imposición, como lo es ahora en casos provocados por la violencia y la falta de oportunidades de desarrollo.
“El viceministerio tiene en su base procurar la vinculación de 2,9 millones de salvadoreños que viven fuera. Se creó el Viceministerio para la Atención de los Salvadoreños en el Exterior. El proyecto emblemático nuestro es lograr el voto de los salvadoreños en el exterior. Es decir, que además de votar sean sujeto de los derechos políticos. Consideramos a la diáspora salvadoreña como un nuevo sujeto social y político”, explica García.
Según datos proporcionados por el viceministro, la población salvadoreña en el exterior estaría en buena parte repartida en Canadá, con alrededor de 300 mil salvadoreños; en Estados Unidos, unos 2,7 millones; en Italia, más de 70.000; en Australia y Suecia, con 22 mil, y en España, con unos 11 mil.
Asistencia a connacionales
El Ministerio de Relaciones Exteriores de El Salvador expresó su satisfacción por las recientes declaraciones del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en las que reitera que este año quiere empezar a trabajar en una reforma migratoria integral, que incluye alternativas para legalizar a los 10.8 millones de inmigrantes indocumentados.
“La forma de solucionar nuestro roto sistema de inmigración es a través de una reforma migratoria comprehensiva… Quiero comenzar a trabajar este año, y quiero que demócratas y republicanos trabajen conmigo”, dijo Obama.
El ministro de Relaciones Exteriores, Hugo Martínez, destaca el compromiso de Obama de apoyar la reforma migratoria integral y renovar próximamente el TPS a los salvadoreños en suelo estadunidense, acciones por las cuales el gobierno del presidente Mauricio Funes ha hecho un fuerte cabildeo al más alto nivel en Washington.
Con relación a la inminente renovación del TPS, recientemente el canciller Martínez giró instrucciones a la embajada de El Salvador y a los 16 consulados en Estados Unidos a que se preparen para asistir a los connacionales con el nuevo proceso de reinscripción al programa temporal, el cual iniciará en julio.
A pesar de todos estos movimientos realizados por el gobierno de El Salvador, “Antonio” no verá posibles estas medidas, pues reiteradas veces dijo sentirse viejo, con pocos años de vida. Su historia lo coloca entre dos tierras, a la que ninguna reconoce como suya, a donde solo ha sido un extranjero. Ha pensado volver a México, allá donde hizo su vida como cocinero experto. Tiene fe que las viejas amistades le ayuden, no a encontrar, sino a forjarse su tierra prometida. Allá esperará a su esposa e hijo… bajo la bandera de otro país que tal vez haga suyo.
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