Por Isidro Fardales
Enviado especial de la radio cubana.
Para Alternativa Latinoamericana - Mujeres Por La Democracia
CFRU 93.3 FM, Radio de la Universidad De Guelph, Ontario, Canada
Puerto Príncipe, 17 de enero (RHC) Pasan los días y parques, jardines y todo tipo de áreas abiertas permanecen convertidos en campamentos de refugiados para miles de damnificados en esta ciudad de Puerto Príncipe, prácticamente destruida por el sismo que la asoló el pasado martes.Todos han perdido hogar y familiares, los hay que han quedado solos, incluso niños sin amparo filial alguno.
Han avanzado las labores de recogida de desechos sólidos y cadáveres, no obstante un olor nauseabundo reina en el ambiente, sobre todo en la zona céntrica de la urbe, la más golpeada por el fenómeno natural. En algunos casos los cuerpos que aparecen -con días de fallecidos- son incinerados por el propio vecindario para tratar de prevenir epidemias, según el razonar de este pueblo ya veterano en cuanto a desastres provocados por la naturaleza: recordemos que en los últimos anos han azotado a esta isla fuertes huracanes que le han causado importantes danos materiales y humano.
Pese a todo hay movimiento, como una ciudad que despierta. Comienzan a aparecer los pequeños negocios de venta, ya no solo de comidas ligeras o golosinas o refrescos o agua, se trata de ofertas mas variadas de la comida popular.
Las radios locales se mantienen en el aire con generadores de corriente a base de combustible, que va apareciendo en varios puntos de Puerto Príncipe. Estas emisoras, aunque privadas, están haciendo una labor comunitaria al servir de enlace entre familiares. Fuera de las instalaciones la larga fila de espera. Se intercambian mensajes de alegría, en unos casos; o de tristeza en otros, dependiendo de la noticia sobre el familiar, ya sea porque sobrevivió o porque falleció.
En nuestro recorrido desde la alta barriada de Petionville en bajada hacia el centro de Puerto Príncipe la carretera pasa por otro barrio de la perisferia llamado Melerie. Este fue uno de los asentamientos que fueron ocupándose por los pobladores de las zonas bajas, las más pobres, en una invasión creciente de los reservorios que antes pertenecieron a la clase alta. Nos detuvimos a observar la bajada hacia la costa y pudimos percatarnos otras áreas de viviendas destruidas por esas zonas.
Conversamos con algunos habitantes, los que nos explicaron que como las casas estaban ubicadas en una colina, fueron cayendo desde lo más alto arrasando las otras en una especie de efecto dominó. Muchas de esas viviendas -nos explicaron- estaban ocupadas por entre 11 y 15 personas, las que en muchos casos aún permanecen sepultadas bajos los escombros. Se calculan por cientos los cadáveres por recuperar. Algunos habitantes estaban precisamente demoliendo paredes rajadas o caídas unas encimas de otras para tratar de rescatar los cuerpos sepultados de posibles victimas.
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