Los amaneceres son bien madrugadores en Haití, sobre las 5 y 15 de la madrugada ya comienzan a aparecer los primeros resplandores por detrás de las montañas al este, las que la separan de República Dominicana.
A esa hora comienza a aparecer una luz anaranjada bordeando la silueta de las montañas en un largo proceso que dura hasta las 6 y 30 de la mañana, cuando el sol emerge en su totalidad.
Salimos por la ciudad para confrontar la realidad. Nos percatamos de que se ha incrementado la presencia de los habitantes que caminan por las calles, incluyendo los vendedores ambulantes. Ese ir y venir se ha convertido en una especie de hormiguero. Los haitianos hacen su desayuno habitual: sus spaguettis de la mañana.
En los maché, como se conocen los mercados populares, –esos que siempre ocuparon y desbordaron el espacio de las aceras, aparecen más productos: pan, café y pescado, cigarrillos, carbón para cocinar y tarjetas para cargar los celulares, que abundan acá y no han dejado de utilizarse, más bien han servido para el intercambio entre familiares y amigos desde el fatal miércoles 12 de enero. No ha faltado tampoco el consumo de caña de azúcar, base alimentaria fundamental y barata a cualquier hora del día.
La congestión vehicular hace más difícil el tráfico en las calles, entre autos, camiones, camionetas y motos, y tantas personas. Se necesitan ahora dos horas para trayectos que hasta hace dos días se realizaban en 35 minutos. Aparecieron los policías de tránsito, impecablemente uniformados.
Se han diversificado las amplias colas en las oficinas de transferencia de dinero a donde se van a recibir las remesas que vienen del exterior. A Western Union se han sumado otras como Sosexpress y Unitransfer.
La clase pudiente está haciendo reparaciones menores, fundamentalmente arreglos de los muros que la separa del vulgo.
Hemos visto camiones de entrega de alimentos y agua bajo supervisión de las fuerzas de la ONU basificadas aquí bajo el nombre de MINUSTAH. También, al menos, un contenedor de carga parecida procedente de República Dominicana.
Llama la atención la aparición incluso de ventas de trabajos en papié maché o de óleos sobre tela de artistas locales.
Sin embargo, detrás de esta imagen persiste aún las edificaciones y moradas destruidas, pese a que se mantiene la recogida de escombros y se rescatan las cabillas y los bloques que conforman paredes y techos. Aún se hallan sepultados y son quemados en el lugar.
Va apareciendo otra imagen de la ciudad devastada. Esperamos que en el futuro haya un mejor amanecer en Puerto Príncipe, como aquella apacible que nos ofrece la aparición del astro rey por el este.
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