os manifestantes ocuparon pacíficamente la embajada española y llegaron a algunos acuerdos con el embajador. El ejército recibió órdenes de tomar al asalto la embajada e incendió el edificio.
Sodepaz
La matanza de la embajada española en Guatemala se produjo el 31 de enero de 1980. El motivo fue la movilización en forma de protesta pacífica por parte de un grupo de indígenas, secundado por estudiantes universitarios y obreros, con el fin de llamar la atención al mundo sobre las matanzas que cometía el ejército guatemalteco en El Quiché bajo las órdenes del general Fernando Romeo Lucas García, quien ostentó la presidencia del país de 1978 a 1982.
«De acuerdo con datos históricos, al filo del mediodía del jueves 31 de enero se reunían en la sede diplomática española el ex vicepresidente de Guatemala, Eduardo Cáceres Lehnhoff y el ex canciller Adolfo Molina Orantes con el embajador de ese entonces, Máximo Cajal y López. Los ex funcionarios guatemaltecos visitaban al embajador por una celebración próxima del Instituto de Cultura Hispánica, cuando irrumpieron aproximadamente 30 campesinos que anunciaron que ocuparían pacíficamente la sede diplomática, para solicitar la intervención de la misma en los sucesos del noroccidente del país.»[1] Los manifestantes ocuparon pacíficamente la embajada española y llegaron a algunos acuerdos con el embajador. El ejército recibió órdenes de tomar al asalto la embajada e incendió el edificio.
El resultado fue el asesinato de 37 personas (dos más en días siguientes) y la ruptura de relaciones diplomáticas entre España y Guatemala que no se volverían a normalizar hasta el 22 de septiembre de 1984 firmado en Bogotá, (Colombia). Tan solo dos personas lograron sobrevivir a la matanza, el embajador Máximo Cajal y López y el campesino manifestante Gregorio Yujá, quien logró salvarse cobijándose bajo los cadáveres calcinados de sus compañeros.
El resultado fue el asesinato de 37 personas (dos más en días siguientes) y la ruptura de relaciones diplomáticas entre España y Guatemala que no se volverían a normalizar hasta el 22 de septiembre de 1984 firmado en Bogotá, (Colombia). Tan solo dos personas lograron sobrevivir a la matanza, el embajador Máximo Cajal y López y el campesino manifestante Gregorio Yujá, quien logró salvarse cobijándose bajo los cadáveres calcinados de sus compañeros.
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