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lunes, 14 de enero de 2019

Un estreno de puras torpezas



En los primeros 10 días del capitán retirado Jair Bolsonaro como presidente, Brasil pudo contemplar, impávido, la más formidable sucesión de torpezas cometidas por él y buena parte de sus ministros.
Hubo de todo un poco, y en los primeros días hubo nueve desmentidos de anuncios empezando por uno del mismo Bolsonaro: luego de afirmar que había aumentado determinado impuesto, un funcionario de segundo escalón del Ministerio de Economía aclaró que el señor presidente se había equivocado.
También el anuncio de las primeras 100 medidas a ser implantadas por los 22 ministerios quedó en el aire, y hasta el decreto liberando la posibilidad de que cada brasileño compre al menos un arma fue postergado.
Algunas iniciativas que efectivamente ocurrieron mostraron la absurda capacidad del nuevo gobierno cuando se trata de provocar desastres: el caricato jefe de la Casa Civil, que teóricamente corresponde a un jefe de gabinete, Onyx Lorenzoni, anunció, con pompa y circunstancia, que había exonerado a los 320 funcionarios de su cartera, en un proceso destinado a despetizar el ambiente.
Con eso dejó claro que no se había dado cuenta de que en mayo de 2016 un golpe institucional había destituido a la entonces presidenta Dilma Rousseff. Tampoco se dio cuenta de que el presidente que ilegítimamente ocupó el puesto, Michel Temer, ya se había lanzado a la limpieza ideológica. Así, el único resultado práctico de su iniciativa a deshoras fue virtualmente paralizar la Casa Civil y, como consecuencia inevitable, sectores esenciales de la misma Presidencia.
A tiempo: de los 320 defenestrados, todos funcionarios de carrera, solamente cuatro eran sobrevivientes de los tiempos del PT en el gobierno.
Otro vejamen ocurrió con el increíble ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Araújo.
En un mensaje difundido por Twitter –se trata de un gobierno que se comunica por esta vía– Araújo anunció que había aceptado el pedido de exoneración de Alex Carreiro de la presidencia de la APEX (Agencia Brasileña de Promoción de Exportaciones).
Fue inmediatamente desmentido por Carreiro, quien le hizo recordar al bizarro diplomático que su puesto era de competencia exclusiva del Presidente de la República.
Dicho eso, al otro día se presentó para trabajar y tuvo varias reuniones y tomó varias iniciativas. Su resistencia duró poco: Bolsonaro efectivamente lo destituyó.
Lo que nadie explicó es cómo Carreiro fue nombrado: al fin y al cabo, jamás trabajó con exportaciones y no sabe ningún otro idioma que su portugués bastante torpe y limitado.
También hubo festivales de acciones y declaraciones patéticas en otros ministerios. La inefable pastora de una de las tantas sectas electrónicas que ayudaron a Bolsonaro a ganar, Damares Alves, ministra de la Familia, la Mujer y los Derechos Humanos –fuerte candidata a aberración principal de un gobierno plagado de aberraciones– anunció que en la nueva etapa iniciada por Bolsonaro los niños visten azul y las niñas visten rosa.
Por si fuera poco, reconoció que los evangélicos cometieron un grave error cuando permitieron que la teoría de la evolución se impusiese en nuestras escuelas.
No aclaró cómo ocurrirá, bajo la conducción del extravagante ministro de Educación, el colombiano Ricardo Vélez Rodríguez, la extirpación de Charles Darwin de las escuelas y su remplazo por la teoría evolucionista.
Otro anuncio bomba indicó que Bolsonaro había iniciado negociaciones con el gobierno de Donald Trump para posibilitar la instalación, en territorio brasileño, de una base militar estadunidense.
Esta vez, el desmentido vino de la voz del general que se ocupa concretamente de coordinar los temas de infraestructura, Alberto Heleno, considerado el mentor intelectual del gobierno.
Los ejemplos se multiplican y serían solamente patéticos si no evidenciasen la más absoluta falta de preparación de los integrantes del gobierno –empezando por el capitán presidente– para ocupar sus puestos.
Mientras el festival de torpezas dejaba atónitos a los brasileños, un solo sector se animaba: el sacrosanto mercado financiero.
La inflación de 2018 fue oficialmente anunciada y quedó muy por debajo de lo inicialmente proyectado: 3.75 por ciento. Con eso la bolsa de valores alcanzó marcas históricas y el real se fortaleció (muy levemente, pero al fin y al cabo correspondió a los agentes del dinero) frente al euro y al dólar. Ese buen ambiente preconiza, acorde con los agentes del mercado, un escenario positivo para que se implanten reformas necesarias.
Pero de los temas considerados de importancia esencial –la reforma del sistema provisional, por ejemplo– ninguna palabra.
No son pocos los analistas que insinúan que el festival de torpezas y de declaraciones patéticas sirve, en el fondo, como una cortina de humo para distraer las atenciones de lo que efectivamente vendrá en términos de medidas económicas brutales.
Los próximos días dirán, si es que dicen algo palpable y comprensible, cuáles serán los rumbos del gobierno.
Suponiendo, claro, que este gobierno tenga algún rumbo…

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