Los gobernantes necesitan acallar las voces y aplican todo su poder para lograrlo
Las estratagemas de los
círculos de poder de corte fascista pasan por encima de los derechos
civiles, aplastan los textos constitucionales, rompen el delicado tejido
de los valores humanos y terminan por transformar a las sociedades en
enormes masas de seres temerosos del abuso y de la violencia
institucionalizada. Al final, ante ese ambiente de incertidumbre las
sociedades terminan por aceptar un nuevo estado de cosas en donde su voz
no incide. Las dictadoras de hoy tienen un efecto psicológico
abrumador, pero sobre todo un efecto letal en la confianza respecto de
los sistemas democráticos.
¿En qué momento y cómo se ha debilitado
la voz del pueblo? ¿Cómo se ha permitido semejante nivel de
amedrentamiento contra sociedades cuyos objetivos parecen estar
enfocados en las libertades ciudadanas? En esta lucha por los derechos
humanos es fácil observar cómo se empiezan a producir ciertas
defecciones; por ejemplo, políticos cuyo discurso se va transformando
paulatinamente en una oda al odio mediante el cual modifican la
percepción ciudadana sobre las posibles soluciones a sus problemas de
supervivencia. Luego, a esta ciudadanía desinformada y hábilmente
manipulada se la califica de “facho pobre” sin escarbar en las profundas
causas que la han llevado a ceder ante semejante atado de mentiras.
En esta ruta van cayendo una tras otra las propuestas de corte social,
bajo la misma etiqueta utilizada con profusión durante la Guerra Fría.
Es decir, las políticas públicas dirigidas hacia una mayor inclusión de
las mayorías en decisiones de Estado, mejores presupuestos para los
rubros esenciales como salud, vivienda, educación, alimentación y
cultura, mayor participación de las comunidades en decisiones sobre
proyectos de explotación de recursos y, sobre todo ello, una presencia
más activa de las mujeres en la vida institucional y política, son
vistos como retrocesos por los sectores más poderosos.
El
fascismo crudo y sin disimulos enquistado en cada vez más países debería
llamar a reflexionar sobre los motivos de semejante caída de los
derechos ciudadanos. Es imperativo preguntarse por qué las sociedades
están cayendo en la búsqueda de sistemas represivos y abiertamente
discriminatorios, porque quizá ahí se encuentre la respuesta para
identificar el punto de quiebre que ha llevado a las sociedades a
perseguir una vía de violencia y odio, de enriquecimiento para unos y
miseria para todos los demás.
En esta ruta demencial las
primeras víctimas son el estado de Derecho y la justicia. A partir de
ese punto, cuando estos regímenes se consolidan gracias a sus métodos
represivos, vuelven su mirada hacia los sectores más débiles en términos
de derechos y los anulan. Es así como el papel de las mujeres en los
círculos políticos e intelectuales se empieza a estrechar hasta casi
desaparecer, consolidándose de ese modo el viejo patrón patriarcal, para
cuya supervivencia es esencial imponer un sistema de dominio y sumisión
sobre la mayoría de la población. En ese mismo sentido, la niñez y la
juventud son consideradas los viveros desde donde resulta fácil
reproducir una ideología afín a las pretensiones de imponer y eternizar
el sistema dominante.
La información y, por ende, la educación y
la cultura son los peores enemigos del fascismo. El control de los
medios, la censura sobre libros y cualquier medio de difusión de las
ideas se convierte en una prioridad para estos enemigos mortales de la
inteligencia y de las sociedades libres. Nuestros países ya han vivido
esos infiernos y ven con horror cómo hoy regresan esos viejos fantasmas.
Blog de la autora: www.carolinavasquezaraya.com
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