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jueves, 14 de julio de 2011

Sánchez Vázquez: la congruencia

Ángel Guerra Cabrera

Con la muerte de Adolfo Sánchez Vázquez el marxismo pierde a uno de sus exponentes más creativos de la segunda mitad del siglo XX. Nacido en Algeciras en 1915, fue en Málaga donde adolescente despuntó como militante comunista y publicó sus primeros poemas, uno de ellos en la revista Octubre, editada por Rafael Alberti. Allí funda la revista literaria Sur y participa en el advenimiento de la república (1931) a la que defendió desde la poesía y el periodismo. Fue uno de los organizadores del memorable Congreso de Intelectuales Antifascistas durante la guerra civil y combatió en las filas republicanas en las batallas del Ebro y Teruel (1938).

Después de Teruel, Sánchez Vázquez cruza a Francia, de donde se dirige al México solidario del Lázaro Cardenas que acogió a una ilustre legión de exiliados españoles. Aquí publica El pulso ardiendo, su primer libro de poesía (1942), escrito en España, y continúa su labor política en la Unión de Intelectuales Españoles en México, presidida por León Felipe, y en la activa célula del Partido Comunista de España, de la que es dirigente hasta que a mediados de los años 50 choca con la dirección partidista en el exilio, a la que censura no tomar en cuenta en sus decisiones los criterios de sus organizaciones de base. Este hecho permite que Sánchez Vázquez, ya en la madurez, pueda concentrar sus energías en desarrollar su vasta obra teórica y proseguir su labor docente de medio siglo en la UNAM, donde había cursado estudios de Literatura y Filosofía. De su tesis doctoral surge Filosofía de la praxis (1967), acaso el más importante de sus libros, ampliado en varias ocasiones, donde pone el acento en la práctica como ingrediente principal del marxismo en contraposición a la ontología cosmológica del Diamat soviético, la epistemología de Althusser y la continuidad lineal entre el empirismo de Galileo y Marx (Della Volpe y Coletti). Sus aportes a la estética marxista son trascendentes.

Tal vez la originalidad de su pensamiento obedezca en parte a haberse desarrollado en el México –punto de observación privilegiado y él mismo actor protagónico– del escenario social y político volcánico y multicolor de América Latina, con su singular saga de rebeldía anticolonial, antineocolonial y por la emancipación humana. En Vida y filosofía (1985), Sánchez Vázquez refiere el punto de giro en su evolución: “La experiencia personal acumulada en mi práctica política junto con la que pude conocer, hacía ya largos años, desde fuera pero cerca del Partido Comunista Mexicano, me predisponían a adoptar una nueva actitud teórica y práctica. Toda una serie de acontecimientos me llevaron a adoptarla efectivamente: las revelaciones del XX Congreso del PCUS… el impacto de la revolución cubana, que rompía con esquemas y moldes tradicionales y… la invasión de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia… de finales… de los 50 me vi conducido no ya a buscar cauces más amplios en el marco del marxismo dominante, sino a romper con ese marco… de la visión estaliniana del marxismo, codificada como ‘marxismo-leninismo’... me esforcé por abandonar la metafísica materialista del Diamat, volver al Marx originario y tomar el pulso a la realidad para acceder así a un marxismo concebido... como filosofía de la praxis.”

Es en Filosofía, praxis y socialismo de Marx y De Marx al marxismo de América Latina, donde sobresale su crítica al eurocentrismo y el rescate del marxismo latinoamericano de Mariátequi y de Ernesto Che Guevara. En su revalorización del Che pone de relieve su pensamiento sobre la praxis y su crítica al realismo socialista, aunque desde semanas después de la muerte del guerrillero (1967) ya había calificado su trabajo El socialismo y el hombre en Cuba como una de las aportaciones teóricas más valiosas que pueden encontrarse sobre la concepción marxista del ser humano.

Comunista hasta el fin de sus días Sánchez Vázquez fue una de las personalidades más activas en la fundación en México de la Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad (2003), valiosa herramienta en la lucha de ideas contra la política de guerra del imperialismo estadunidense. En entrevista con La Jornada, al cumplir 95 años, afirmaría: Hoy más que nunca es necesaria una alternativa al capitalismo puesto que no sólo significa un peligro para la clase oprimida y explotada… pone también en peligro la supervivencia misma de la humanidad.

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