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sábado, 28 de marzo de 2020

Bien Común de la Humanidad internacionalismo del S. XXI


Fuentes: Rebelión

El tiempo se ha cumplido, es hora inaplazable para la acción. La pandemia del coronavirus Covid19 marca el inicio de una profunda renovación económica, social y política de una Humanidad orientada ineludiblemente hacia la unidad. Independientemente de donde se genera, y si es fruto de la casualidad o de una acción agresiva premeditada, los gobierno chino y estadounidenses se acusan mutuamente, sus efectos han sido activados. Si la aparición de este virus en Wuhan (China) es fruto de una acción premeditada y agresiva [i] de las élites financieras globalistas no será la única acción. En las jugadas estratégicas se prevé varios movimientos con antelación. Al shock del coronavirus le seguirán otros concatenando la crisis sanitaria con la económica, social y militar para tener una sociedad civil atemorizada, noqueada e indefensa que clame por seguridad sacrificando libertad y democracia. Un estado de las cosas que les permita poner en marcha su “gobernanza única mundial” sin control social ni político.
La crisis sistémica y civilizatoria que vivimos supone una oportunidad para la profunda renovación y superación que necesitamos como Humanidad. Frente a las élites globalistas financieras volvemos a ver el resurgir de los nacionalismos igual que a principios del S. XX, y los partidos, de izquierda o derecha, pierden el norte porque no existe ninguna referencia a la que agarrarse. El futuro es incierto y se vive como una amenaza para la juventud. Volver la vista al pasado es imprescindible para recuperar la hoja de ruta que nos permita visualizar y dar con seguridad los pasos hacia ese otro mundo mejor posible, que surge en este punto de caos sistémico como emergencia y respuesta necesaria. El Bien Común de la Humanidad, balanceado y en equilibrio con el Poder de la identidad de los pueblos con un modelo económico, social y político de abajo hacia arriba, surge como el horizonte que nos permite caminar; la luz del faro que nos señala el puerto de destino seguro en estas procelosas aguas para el común de los Estados-nación que conformamos esta Humanidad que ES.
En estos días se acumulan los acontecimientos para la tormenta perfecta: La sobreinformación sobre el coronavirus Covid-19 cubre y difumina la noticia de la esperada explosión de la burbuja financiera; la crisis económica provocada por la bajada de la tasa de rentabilidad del capital; la derrota militar de EE. UU. y sus socios europeos en Siria, con la consecuente crisis y abandono de Turquía; la vergüenza humanitaria de las hambrunas y migrantes refugiados en las fronteras griegas, italianas, españolas, hondureñas, guatemaltecas, mexicanas y estadounidenses; el genocidio palestino en Gaza; la represión de Piñera en Chile; la ruptura del Brexit e implosión de las crisis presupuestaria, valores fundacionales e identidad de la Unión Europea; la perdida de hegemonía monetaria del dólar; el abandono de la lucha contra las consecuencias del cambio climático provocado por un sistema económico depredador con las personas y la naturaleza; y crisis de los sistemas democráticos por el miedo generalizado con promesas de una seguridad futura imposible de obtener. El sistema capitalista agoniza y los sistemas de respiración asistida y transfusiones de sangre con las flexibilizaciones cuantitativas desde los Bancos Centrales agotan su eficacia. A la crisis de demanda se une la crisis de oferta y la ruptura de las cadenas de suministros internacionales. La única salida que ven las élites internacionales es una economía de guerra planetaria con el pretexto de la lucha contra el coronavirus. Hace veinte años, después de la batalla de Seattle y la aprobación de los objetivos del Milenio por la ONU, era la guerra contra el terrorismo. Pero hay otra salida, la de los de abajo, la del 99%.
En estos días se cumple el centenario del libro más influyente de Lenin “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”. Fue escrito entre el 20 y el 24 de enero de 1920 como informe para la III Internacional. Publicado como libro en mayo del mismo año. La revolución bolchevique había triunfado en 1917 en Rusia, un país atrasado y esencialmente campesino, en contra de los planteamientos de Marx y Engels. Era la primera revolución proletaria dirigida por marxistas que triunfaba. En los años previos a la Primera Guerra Mundial los nacionalismos habían arrastrado a los partidos socialdemócratas destruyendo la alianza y solidaridad internacional de la clase trabajadora. Rusia se enfrentaba a los ataques de los otros países aliados con el objetivo común de no permitir la consolidación de la revolución rusa. En este contexto Lenin se plantea los objetivos: 1) Legitimar la revolución rusa como avanzadilla de la revolución proletaria, en contra de los planteamientos de Marx y Engels que habían defendido una revolución mundial, dando la razón a Proudhon que hablaba de ir Estado-nación por Estado-nación 2) Cada Estado-nación tenía su propio camino a la revolución por lo que había que analizar las condiciones concreta, sus posibilidades y estrategia en cada uno de ellos, compaginando la participación en las elecciones políticas con la organización y movilización social 3) Unificar la posición de todos los partidos comunistas con la defensa de la revolución rusa, recuperando el internacionalismo proletario y esperando debilitar la reacción de los estados vecinos en contra de la misma.
Tuvo un gran éxito y fue el elemento esencial para poder conformar la alianza de estados contra el nazismo en la II Guerra Mundial que permitió la derrota de Italia, Alemania y Japón. La unidad en torno a la defensa de la URSS se empezó a resquebrajar con las crisis de Hungría y Checoslovaquia a mediados de los cincuenta, con la crisis de los misiles de 1962 con China y, por último, con el eurocomunismo en Italia, Francia y España en los sesenta y setenta del S. XX. En 1989 la caída del muro de Berlín marca el colapso ideológico definitivo desapareciendo la URSS. China, segunda potencia económica mundial actualmente sigue dirigida por el partido comunista, comenzó su integración en el sistema capitalista mundial integrándose plenamente en 1993 en la OMC, convirtiéndose en un elemento clave de la globalización neoliberal. Existe una autodenominada cuarta internacional conformada por los partidos trotskistas que nunca han detentado poder.
A lo largo de estos cien años el mundo fue cambiando: los contextos, actores sociales, y las contradicciones del propio sistema se han ido agudizando. La revolución rusa fue el primer intento de superación del sistema capitalista ¿Qué queda de sus fundamentos tras los acontecimientos históricos acaecidos y el avance científico?
Materialismo dialéctico como teoría científica
El materialismo dialéctico o es científico o no es nada. Está sujeto al método científico de contrastación con la realidad y al diálogo permanente con los avances y descubrimientos científicos en todos los campos.
La experiencia de los países comunistas nos habla de triunfos, aciertos, progreso acelerado de sociedades y países, pero también de errores, falta de transparencia, burocratización excesiva, carencia de democracia real, condiciones de estancamiento investigador y falta de mecanismos de renovación económica y social. La experiencia es distinta entre los países de la antigua URSS que colapsaron, Cuba que ha resistido aislada durante medio siglo soportando un bloqueo económico luce como sociedad igualitaria, modelo ante el cambio climático, exportadora de solidaridad internacional, profesionales de la medicina, profesorado e investigación adaptándose a la mundialización del S. XXI. Vietnam y Corea del norte luchan por hacerlo en sus condiciones específicas. China es un caso especial en la medida en que ha logrado ser un actor principal en la economía mundial, convirtiéndose en el rival geopolítico de EE. UU. mientras sigue dirigida por el PCCh con estrategias a medio y largo plazo. Hace cien años Rusia representaba un ideal referente para millones de personas de las escalas sociales bajas. Hoy los países comunistas realmente existentes han dejado de ser el sueño y la utopía futura para la Humanidad.
La experiencia de los países no comunistas nos habla del logro del Estado del Bienestar tras la segunda guerra mundial en Europa, de la expansión del consumo de masas, de la permanente renovación tecnológica industrial, de la revolución urbana con procesos de democracia participativa de la ciudadanía, surgimiento de movimientos y nuevas identidades como el ecologismo, feminismo, derechos humanos, cosmovisión e interculturalidad, etc. Pero también de financiarización de la economía mundial, desigualdad, precariedad laboral, polarización social, perdida de privacidad, fake news, manipulación mediática y perversión de los procesos democráticos. Hambrunas y migraciones masivas de tamaño nunca antes vistas en la historia de la humanidad. EE.UU. y la UE sigue siendo la esperanza para la supervivencia con una vida mínima para millones de personas totalmente excluidas de la mayoría de países denominados anteriormente como del tercer mundo, mientras que dentro de ellos también se dan pozos de exclusión social y carencia. Un grupo de algo más de 2.200 personas que conforman los Consejos de Administración de las 147 sociedades de capital riesgo (fondos buitres), que se consideran a sí mismas como los dueños del mundo, controlan a las algo más de 43.000 transnacionales, que a su vez controlan más del 80% de la producción mundial [ii]. Hoy este sistema colapsa también y exige una amplia y profunda renovación.
En estos cien años la ciencia ha avanzado mucho, y en los últimos años ha acelerado vertiginosamente sus hallazgos abriendo nuevas ventanas y áreas a la investigación de la mano de las ciencias de la complejidad, la ciencia de la vida. La visión holística y su complejidad, donde todo está relacionado con todo, nos permite ver la dialéctica evolutiva de las sociedades humanas. También sus necesarios contrapesos. La teoría de la evolución de las especies de Darwin, donde las especies de transforman y especializan externamente por alimentación, protección y procreación se equilibra y balancea necesariamente con la estabilidad de las condiciones en las que surge la vida en el interior de las células: transformación permanente externa, constancia inmutable interna. Esto se sabe por René Quinton [iii] Abre la puerta a solucionar el problema de la alimentación para toda la humanidad, pero no es negocio porque no se puede facturar. Igual que JPMorgan bloqueó la energía abundante, limpia y barata de Nicola Tesla [iv] porque tampoco se podía facturar, mientras había comprado los derechos del cobre imprescindible para el cableado eléctrico de Edison. La innovación y creatividad del ser humano en el capitalismo ha estado limitado por la posibilidad del negocio y el beneficio.
La cuarta revolución industrial y, dentro de ella, la inteligencia artificial está creando una nueva base sobre la que erigir una renovada sociedad e instituciones que permitan el buen vivir para toda la humanidad [v].
Como dice Carlos Tuya (2017) en “Marx desencadenado. Una reformulación del marxismo desde la experiencia histórica y el avance científico” existen evidencias empíricas de que el mecanismo evolutivo de las sociedades humanas basado en la relación dialéctica entre desarrollo de las fuerzas productivas y relaciones de producción es sustancialmente correcto, explicando la aparición de los distintos sistemas sociales que han tenido lugar a lo largo de la historia de la Humanidad. Aunque subestima en parte la dimensión cultural de todo lo humano.
En este tiempo en que necesariamente tenemos que superar las contradicciones del actual sistema de capitalismo financiarizado, acelerada la urgencia por la cuarta revolución industrial en marcha, surge la Economía del Bien Común (EBC) como proceso participativo y de co-creación para la implantación del nuevo sistema económico, que retornando y basándose en valores éticos permita la supervivencia a la Humanidad; síntesis de lo mejor de los dos modos de producción antagónicos del Siglo XX. La EBC se crea sobre la multitud de experiencias que espontáneamente y de forma dispersa han surgido como respuesta innovadora de las personas y colectivos en su lucha diaria. El proceso de su implantación ha de ser democrático y participativo socialmente para fortalecer la democracia, ampliándola en coherencia con la potencialidad de las actuales tecnologías y demandas sociales.
Sujeto social para la transformación
Marx y Engels, hace 150 años, visualizaron una revolución protagonizada y dirigida por el proletariado industrial de la primera revolución industrial. Vladimir Ilich Ulianov (Lenin) hace 100 años, dirigió la revolución rusa protagonizada esencialmente por el campesinado, en el contexto del nacimiento del imperialismo y en plena contienda de la primera guerra mundial. En el actual contexto de inicio del S. XXI ¿Quién debe ser el sujeto protagonista para la transformación social y comienzo de la historia de una única Humanidad?
Mientras Lenin dirigía la revolución rusa Ford implantaba su modelo de producción en cadena, el fordismo. Parecía que Marx y Engels acertaban en la consolidación y disciplina del proletariado, que lo convertiría en la clase social destinada a liberar a toda la sociedad de todo tipo de explotación, en el sujeto social de la revolución.
Tras la Segunda Guerra Mundial se produce la expansión de países comunistas en el este de Europa impulsado por las condiciones creadas por la propia guerra y el lugar de ubicación en su finalización. China, Vietnam y Cuba tienen sus propias guerras para implantar el socialismo en sus países dirigidos por Partidos comunistas pero protagonizados mayoritariamente por el campesinado. Ocurre en otros países en África.
En la década de los ochenta la innovación tecnológica obliga al sistema capitalista a transformar la organización del trabajo con los diferentes modelos de trabajo creativo, en equipo, participativo y corresponsable. Son los sistemas de calidad total y excelencia en la producción. La sociedad del conocimiento exigía la mayor creatividad del personal trabajador para poder ser competitivo. La autonomía del personal aumentó, pasando a depender la producción cada vez más del “saber hacer” y el conocimiento de estos. El aumento de la productividad, que agudizaba la contradicción entre desarrollo de las fuerzas productivas y propiedad privada de los medios de producción cada vez más concentrados, acompañado con la caída de la tasa de ganancia del capital, obligó al sistema a dotarse de armas que neutralizaran este poder y autonomía. Se mundializa las cadenas de producción y se precariza el trabajo, manteniendo un amplio ejército de reserva (desempleados/as) Los sindicatos de clase sobraban y fueron vilipendiados y atacados con saña. Con una economía mundializada amenazaban a los países con la deslocalización y al personal con el paro, iniciándose la rapiña de fondos públicos a través de subvenciones a la inversión privada. Desempleo mayoritario y precariedad económica y social es la realidad vital con la que han tenido que vivir los menores de 40 años. No tenía por qué haber sido así. Una mayor productividad en beneficio de tod@s se habría hecho realidad con la reducción del tiempo de trabajo sin merma de salario y con pleno empleo. El movimiento sindical mundial clamaba por Globalizar los derechos laborales y la dignidad [vi] en el Congreso de la CIOLS en el año 2000 en Durban (Sudáfrica)
Con la Cuarta Revolución Industrial que vivimos nada seguirá siendo igual. La Inteligencia Artificial, unida a la producción industrial totalmente robotizada, augura un sombrío panorama para el empleo y la cohesión social si no cambiamos el modelo de producción, consumo y distribución. La desigualdad y polarización social mundial ya es insoportable. Para 2030 el Foro Económico Mundial estima que se habrán destruido 75 millones de puestos del trabajo existente actualmente. La clase obrera industrial que visualizaba Marx y Engels difícilmente será el sujeto social mayoritario para la transformación social que necesitamos, para construir el mundo mejor que queremos: digno, sostenible, inclusivo, igualitario, intercultural, participativo y democrático.
La parálisis de la actividad productiva justificada y/o provocada por la lucha contra covid19 supone el reseteo de todo el sistema. Un apagar y reiniciar que nunca antes había ocurrido. Y se produce cuando había movilizaciones masivas mundiales, centradas algunas en reivindicaciones internas de cada Estado-nación, como las de Chile, Ecuador, Hong Kong, Irak, Irán, etc., pero otras, las más masivas, universales y transversales socialmente, protagonizadas en defensa del medioambiente; igualdad social y de género; por los Derechos Humanos y la Paz.
En tiempo de Corporaciones multinacionales oligopolistas, inteligencia artificial, robotización, inseguridad, precariado, desempleo masivo, desigualdad y crisis climática se desarrolla el sentido de comunidad, del Bien Común, de compartir un único planeta, nuestra casa común, de la biosfera (Vida) de la que somos fruto y parte consciente. Los valores de la cooperación y solidaridad arrasan a los de competitividad y lucro personal. La orientación hacia la unidad y los valores éticos que consolidan la comunidad y supervivencia señala a toda la Humanidad como el sujeto social y la única protagonista de la transformación social en este Siglo XXI. Y la juventud luchando por su futuro es y será su núcleo duro. Obviamente los 2.200 “amos del mundo” y sus mercenarios de todo tipo pondrán todas las trabas posibles. El 1% frente al 99% de la Humanidad.   
Bien Común de la Humanidad internacionalismo del S. XXI
La Humanidad se encuentra ante la emergencia de un salto cualitativo sin precedente en su historia si quiere sobrevivir: la consciencia de ser UNA. Necesariamente tiene que orientarse hacia la unidad. Pero esta unidad puede serun neofeudalismo planetario dirigido por la élite de accionistas mayoritarios de las grandes Corporaciones internacionales sin democracia, legitimidad y transparencia o, por contrario, puede ser un Gobierno mundial democrático, legítimo y transparente basado en los derechos humanos, sostenibilidad medioambiental, igualdad social y de género, con una economía por y para la Vida, democracia participativa y con un profundo, rico y diverso dialogo intercultural que genere el espíritu, el demos de una única y todopoderosa Humanidad.
La geometría fractal de Benoit Mandelbrot [vii] (1924-2010) herramienta de las ciencias de la Vida y de la complejidad nos habla de triángulos superpuestos de abajo hacia arriba. En la sociedad humana ese triángulo es el conformado por las dimensiones económica, social y política de una única realidad determinada en un tiempo y espacio concreto. Lo que el materialismo dialéctico denomina “formación social”. Einstein le llamaba espacio, tiempo y gravedad.
El vértigo que nos produce hablar de una Humanidad unida y protagonista, como sujeto social de esta profunda transformación que tenemos por delante, se neutraliza con la construcción desde territorios que mantienen la soberanía alimentaria, energética, financiera y política con pleno empleo y cohesión social. Con el Poder de su historia, cultura e identidad. La economía de cercanía, energías renovables, monedas locales y democracia participativa. A medida que se amplía el territorio habrá necesidades propias y empresas que la satisfagan, adaptándose los controles sociales y democráticos sobre su actividad. Municipios, comarcas, provincias, regiones, nacionalidades, continentes y el planeta completo. A ese Gobierno mundial le corresponderían en exclusiva la gestión medioambiental planetaria, igualdad social en el seno de la humanidad con la implantación del Estado de Bienestar en el mundo, solidaridad internacional ante crisis alimentarias y meteorológicas, y la gestión del capital internacional en base a las herramientas, metodología e indicadores de la Economía del Bien Común, sustentada en el objetivo prioritario de mantener las condiciones para la Vida, y dentro de ella de la sociedad humana.
Para que se convierta en realidad es necesario alinear con firme voluntad y de forma consciente a la mayoría de la humanidad en este objetivo. La humanidad es libre y tiene que elegir entre las distintas posibilidades. La victoria de la razón y la esperanza, del equilibrio y la armonía, será la voluntad de superación de la propia humanidad y la acción unida y solidaria de toda ella, de todas las culturas, religiones y civilizaciones. El trabajo activo de la humanidad tendrá la voluntad de superación necesaria que traerá el bienestar, el éxito y el honor que abre el nuevo tiempo. La sociedad del conocimiento se liberará de las actuales trabas para que toda la humanidad pueda desarrollar sus iniciativas y toda su creatividad. Los negocios especulativos están y no saldrán de la situación de angustia, y serán impotentes hasta la transformación final; el fin de las desilusiones y dolor de todas las civilizaciones; hasta que se produzcan los cambios en todo el mundo dando comienzo al nuevo tiempo donde la vida no sea más que una sola vida en común.
Para la escuela pitagórica cada número tiene un significado. El 12 significa “cuando el tiemplo se ha cumplido”. Ha llegado el momento para actuar. Es necesario la constitución de un Gobierno Mundial democrático, legítimo y transparente, que enfrente con unas mínimas posibilidades de éxito los desafíos que la Humanidad tiene en este tiempo. Y esta tarea y responsabilidad nos corresponde a nosotros, la humanidad que ES, a nuestra libertad de hacer y elegir.
La lucha contra el coronavirus covid19 está sacando lo mejor de la ciudadanía, haciendo recuperar el sentimiento de lo común y la interdependencia de todos con todos. Tenemos y vamos a vencerlo unidos. Pero a la vez hay que luchar con la miseria y escasez que provoca. Muchas familias se han quedado sin ingresos y nos obliga a renovar la lucha también contra el hambre. Y después tenemos que reiniciar otra forma de producción, consumo y distribución en equilibrio y armonía con Gaia, nuestra Madre Tierra, y con justicia social. Y tenemos que prever los próximos shocks que surgirán, mientras la ciudadanía estamos confinados en nuestras propias casas. Convirtamos la crisis y esta lucha contra el covid19 en el inicio del tiempo de una Humanidad unida. Y, tal como ocurrió hace cien años en la primera guerra mundial con la revolución bolchevique, transformemos la muerte en un renacimiento.
Hoy más que nunca es necesaria la unidad de todas las organizaciones y partidos políticos de todos los Estados-nación tras este objetivo de Bien Común de la Humanidad, internacionalismo del Siglo XXI. No es tiempo de dividir y enfrentar. Hay que unir de abajo hacia arriba también en lo político. Como se canta en el himno de Andalucía “Por Andalucía, España y la Humanidad” pero desde todos y cada uno de los rincones de nuestro planeta.
Francois Houtart (1925-2017) pedía la Declaración universal del Bien Común de la Humanidad por la ONU [viii]. Hoy la ONU pasa por el mismo descrédito y ninguneo que la Sociedad de Naciones antes de la Segunda Guerra Mundial. Y no basta con una declaración institucional, aunque sea por la ONU. Tiene que ser vitalmente reclamado y puesto en marcha por la ciudadanía mundial, el nuevo Poder soberano del nuevo tiempo que nace. Hay que abrir el proceso constituyente para la primera Constitución de la Humanidad.
Notas:
[iv] Nikola Tesla (1856-1943) https://es.wikipedia.org/wiki/Nikola_Tesla
[v] Tuya, Carlos. Marx desencadenado. Una reformulación del marxismo desde la experiencia histórica y el avance científico. Amazon 2017 https://www.amazon.es/Marx-desencadenado-Carlos-Tuya-ebook/dp/B07MNSRZ7H
[vi] Lema del Congreso de la CIOL celebrado en Urban (Sudafrica) en enero de 2000, donde Kofi Annan Secretario General de la ONU se comprometió públicamente en los Objetivos del Milenio que se aprobarían en septiembre del mismo año 2000.
Fernando Moreno Bernal. Vicepresidente Asociación andaluza EBC

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