En los últimos meses ha quedado en evidencia que en América del Sur, varias de las grandes aventuras extractivistas quedaron envueltas en tramas de corrupción. Casos como los de Petrobras en Brasil o la minera SQM en Chile, treparon hasta los titulares de la prensa y desencadenaron serias consecuencias políticas dentro de cada país.
Inmediatamente surgen todo tipo de preguntas: ¿cuáles son las relaciones entre los distintos extractvismos y la corrupción? ¿cómo se organizan esas redes de corrupción? ¿quiénes son los principales participantes? ¿cuáles son las consecuencias más destacadas?
Un análisis de este tipo se aborda en el libro “Extractivismos y Corrupción”, que se acaba de presentar en Lima. Entre los resultados de esa investigación se destaca que se han encontrado casos de corrupción en todas las variedades de extractivismos, cubriendo todas sus posibles manifestaciones (mineros, petroleros, agrícolas, forestales, pesqueros, etc.). Ningún tipo de aprovechamiento de recurso natural parece estar a salvo.
De la misma manera, existen casos en todos los países sudamericanos sin excepción, incluyendo aquellos que muestran los mejores indicadores frente a la corrupción. Es la situación de Chile, que posee muy buenos registros de transparencia y fortaleza institucional, pero que en los últimos años ha vivido muy serios casos de corrupción alrededor de los extractivismos (incluyendo pagos ilegales de mineras a congresistas de todos los partidos, tráfico de influencias en la reforma de las regalías, irregularidades con la ley de pesca, y escandalosos manejos en el fondo del cobre controlado por los militares).
Estos y otros hallazgos se ilustran en el libro “Extractivismos y Corrupción” siguiendo una metodología que respeta distintos criterios. Por un lado, sólo se tomaron en cuenta los casos confirmados por procesos judiciales o que cuentan con clara evidencia de respaldo, para no entrar en las controversias sobre denuncias en marcha. Por otro lado, el acento no está puesto en individualizar culpables, sino en entender cómo funciona esa relación entre extractivismos y corrupción. Aquí se comparten algunos de los resultados en esta obra.
Los ámbitos, los involucrados y las dinámicas
En los extractivismos se encuentran distintas prácticas de corrupción, como por ejemplo, sobornos para acceder a concesiones a yacimientos mineros o petroleros; el cohecho en modificar una evaluación de impacto ambiental; abuso de funciones para ocultar los impactos ecológicos; o tráfico de influencias que ampara la violencia contra las comunidades locales. Es importante tener esto presente ya que la corrupción en los extractivismos no es solamente pagar sobornos.
Sin duda que no todos los emprendimientos extractivos están envueltos en la corrupción, pero tampoco puede negarse que se pueden señalar muchos ejemplos. En efecto, existen casos a lo largo de todas las fases de los extractivismos, desde las primeras etapas de exploración y prospección, pasando a la explotación del recurso natural, hasta los momentos finales de abandono. De la misma manera, se registran casos en los propios enclaves extractivos, como de las obras de infraestructura que son necesarias (como sucede con la corrupción en los contratos de rutas y caminos), así como en el manejo de los dineros que resultan de ese tipo de aprovechamiento de los recursos naturales.
Asimismo, se encuentran casos de corrupción extractivistas bajo los más diversos tipos de acceso a los recursos naturales y propiedad empresarial, tanto en las privadas como en las estatales, mixtas e incluso cooperativas. Por ello, es un problema que golpea tanto a gobiernos conservadores como progresistas. Dicho de otra manera, la corrupción penetra bajo distintos regímenes de propiedad o acceso.
La corrupción en los extractivismos opera tanto en el terreno de la ilegalidad, sin duda el más evidente, pero también en las llamadas alegalidades. Este es un concepto importante y útil, ya que ilustra los casos donde se cumplen las formalidades de las normas, pero se aprovechan sus vacíos o limitaciones para lograr beneficios que tienen consecuencias en contra del sentido de esa norma. Los ejemplos más conocidos son las empresas que sacan ventajas de esas limitaciones para pagar pocos impuestos o evadirlos. Algo similar se observa en el terreno ambiental, ya que hay emprendimientos extractivos que atienden las formalidades pero aprovechan, por ejemplo, ausencia de reglamentos adecuados, con lo cual persisten impactos ambientales que supuestamente la ley esperaba controlar. La investigación muestra que la corrupción también parecería operar para ampliar el campo de las alegalidades.
Se puede señalar que es común que la corrupción en los extractivismos se organice en redes, donde pueden actuar muy diversos actores, y que entre ellos fluye no sólo dinero, sino también información y relaciones de poder. Como en algunos sectores extractivos las inversiones y las ganancias son enormes, ese dinero es un botín jugoso para los interesados en prácticas corruptas.
Algunas de esas redes pueden alcanzar una gran complejidad, como muestra el caso Petrobras en Brasil. En esa empresa, el dinero de los sobreprecios se encaminaba por distintas gerencias que correspondía a distintos partidos políticos, revelándose como mecanismos de recaudación. La arquitectura financiera era muy complicada pero precisa; por ejemplo, la articulación de la petrolera con la compañía constructora Odebrecht incluía cinco subsidiarias que enviaban el dinero a través de 14 compañías intermediarias que operaban en al menos siete países, involucrando a centenares de personas. Las reglas estaban muy claras, todos sabían los porcentajes que recibían los intermediarios, los operadores y los partidos. Todo esto se mantuvo funcionando por años, lo que muestra que contaba con una importante cobertura política.
Cuando se examinan los actores participantes en distintos casos de corrupción en todo el continente, aparece una enorme diversidad. Se cuentan directivos y gerentes de empresas y políticos, tanto los que ocupan puestos dentro de un gobierno o en empresas estatales, como los que son legisladores. Hay redes donde actúan, por ejemplo, periodistas que trafican con la información, académicos que distorsionan estudios de impacto ambiental u ordenamiento territorial, policías y fuerzas de seguridad que están involucradas en la represión con violencia, y hasta integrantes de organizaciones ciudadanas.
En efecto, posiblemente uno de los resultados más preocupantes de la investigación fue encontrar casos de corrupción en los extractivismos que involucraron a líderes campesinos o indígenas. Algunos de ellos son muy conocidos (como el pedido de “lentejas”, que en realidad era dinero, que hacía un dirigente ciudadano para manipular la protesta local ante el proyecto Tía María en Perú. Otros son menos conocidos, pero tal vez más graves, como el desbarranco en Bolivia del “Fondo Indígena”. Este repartía dineros obtenidos de los hidrocarburos administrado directamente por delegados de organizaciones campesinas e indígenas, y que terminó en un escándalo, con dos ministros y varios dirigentes encarcelados, sin saberse el destino o el uso de aproximadamente US$ 150 millones, aunque hay casos que evidencian que fueron aprovechados con fines electorales.
Erosionando la democracia, comprometiendo los derechos
Esas y otras dinámicas muestran que la corrupción en los extractivismos penetra en distintos ámbitos de la vida política y social. Los análisis convencionales ponen el acento en sus impactos económicos, tales como los tributos que no se pagan o la pérdida de eficiencia. Pero esta investigación también deja en claro que la corrupción impacta en otros ámbitos, como los mecanismos democráticos esenciales, desde impedir el acceso a la información a anular la igualdad entre los partidos que compiten en las elecciones. Hay también pérdidas ecológicas y fragmentación territorial que se amparan en la corrupción. Todos estos ejemplos indican que al final de cuentas lo que se deterioran son las políticas públicas.
La situación más alarmante está allí donde la corrupción en los extractivismos incluso golpea a los derechos humanos. Hay casos que muestran que se apela a ella por ejemplo para amparar la criminalización de las disputas ciudadanas ante los extractivismos, mientras otros casos señalan al tráfico de influencias para dar impunidad a fuerzas de seguridad que asesinaron manifestantes.
El libro concluye con un mensaje de alarma. Los extractivismos, especialmente aquellos de tercera y cuarta generación (como la megaminería, el fracking o la explotación petrolera en áreas tropicales), por su propia naturaleza, ofrecen muchos flancos a la corrupción, en especial aquella donde se articulan ventajas empresariales e intereses político-partidarios. Con ello, lo que está en riesgo sin duda son esas pérdidas ecológicas y en las condiciones de vida, así como la fortaleza de las políticas públicas, pero también se arriesga la calidad de nuestras democracias y la salvaguarda de los derechos humanos.
El libro “Extractivismos y Corrupción”, por Eduardo Gudynas, fue publicado por CooperAcción y RedGE en Perú, y se discutió en un conversatorio en Lima con presencia de integrantes de organizaciones ciudadanas peruanas, periodistas y representantes de Chile, Ecuador, Colombia y El Salvador del Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina (octubre 2017).
Un artículo académico que resume algunas de las ideas en el libro se publicó en la revista RevIISE de la Universidad de San Juan (Argentina). Se puede descargar aquí: http://ambiental.net/wp-content/uploads/2017/11/GudynasExtractivismosCorrupcionReviise2017.pdf
Una primera versión de este texto se publicó en el boletín de CooperAcción (Perú); noviembre 2017.
Eduardo Gudynas es investigador en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES), Montevideo, Uruguay.
Twitter: @EGudynas
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