José Steinsleger
Indeseado por el pueblo, apoyado por la gente, el gobierno del presidente Mauricio Macri celebra su segundo aniversario, desde el día en que consiguió la mínima diferencia de votos para conducir (¿hundir…?) a un país que muy pronto dejará de ser calificado de república.
Tras 12 años y medio de estabilidad y prosperidad (2003-15), Argentina pegó con Macri un giro de 180 grados, y hoy es un país cautivo del poder financiero, mediático y judicial que en el mundo obedece a los intereses de las grandes corporaciones económicas concentradas. O bien, como apuntó Stella Calloni al destacar un comentario de la agencia estadunidense Bloomberg, Wall Street quedó a cargo de Argentina (8/3/16).
El investigador argentino Ari Lijalad señaló que en 2015, el minoritario partido de Macri (Propuesta Republicana, PRO), rompió la hegemonía bipartidista radical/peronista), afianzada tras el retorno democrático (1983). Los think tanks y fundaciones del PRO, dice, reclutaron entonces a distintos dirigentes desencantados de sus estructuras partidarias, dándole vuelo a ejecutivos de nula experiencia en la gestión estatal, y presentados como “…especialistas que toman la función pública como un deber moral y un desafío profesional” ( Macri lo hizo, Ed. Peña Lillo, 2016, p. 164).
Lijalad echó mano a un documento de trabajo del instituto Cifra y la Flacso ( La naturaleza política y económica de la alianza Cambiemos), que consigna y distingue el origen de las fracciones del bloque de poder macrista. Alianza que si bien guarda disputas internas, provienen en su mayoría de bancos trasnacionales y empresas extranjeras, y supera cualquier experiencia histórica.
Una alianza de ricos para ricos, de patrones hostiles a la política, acostumbrados a impartir órdenes y vinculados casi todos al capital financiero extranjero. Destacan, entre ellos, el secretario de finanzas Luis Caputo (ex funcionario de la banca JP Morgan y titular de Deutsche Bank), quien quedó a cargo de negociar con los fondos buitres, junto con Alfonso Prat Gay (JP Morgan, primer ministro de Hacienda y Finanzas Públicas), y Carlos Melconian (Citibank), quienes consiguieron que la banca HSBC y Goldman Sachs otorgaran a Macri su primer préstamo en varios miles de millones de dólares.
Con todo, el modelo macrista resulta poco novedoso, aunque más inteligente y perverso que el impuesto por la sangrienta dictadura cívico militar (1976-83)… 40 años después. Con datos de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), el economista Julio Gambina destaca no sólo la euforia del gobierno argentino luego de sus triunfos electorales, sino la confianza de los mercados que miran con expectativa el avance de los sectores liberalizadores.
Gambina observa que una vez logrado el triunfo en las elecciones pasadas de medio tiempo, el sector ortodoxo dirigido por Federico Sturzenegger (director del Banco Central), subió tasa de interés a 27.7 por ciento (bicicleta financiera), favoreciendo la captura de liquidez e impidiendo cualquier destino productivo del crédito en la Argentina.
Así pues, 77.8 por ciento de las inversiones recibidas en los últimos 12 meses se destinaron a la especulación financiera, generándole al Estado un gigantesco derroche de recursos en concepto de intereses. Por ende, sólo 22.2 por ciento corresponde a inversiones productivas no residentes.
Por su lado, el economista José Luis Espert, ex directivo del BID que en su momento apoyó a Macri, sostiene que el país marcha hacia un nuevo corralito(incautación de los depósitos, como en la crisis de 2001), a causa de la indiscriminada toma de deuda anual por 30/35 mil millones de dólares, que a mediano plazo los bancos no van a poder pagar.
Espert advierte que el mercado financiero es mucho menos ortodoxo y mucho menos duro de lo que uno cree. ¿Quién pagó el default en 2001? Los bancos tienen títulos de la deuda argentina y, cuando el Estado no les pague el crédito que les deben, irán sobre la pobre gente que, como en aquel año terrible, tenía sus depósitos en los bancos. Y en 2017, agrega, Argentina tendrá el tercer déficit comercial más grande en 117 años.
Entre aturdidos y desorientados, los opositores políticos del macrismo no saben bien cómo afrontar una situación que el analista de Página 12 Luis Bruschtein, atribuye al trabajo corrosivo de la corporación mediática, ya que parte importante de los que votaron a Macri provino de sectores populares que ganaron en calidad de vida durante los gobiernos kirchneristas, y capas medias rescatadas de la extinción, junto con gran cantidad de comerciantes y empresarios que prosperaron en forma considerable.
¿Por qué, entonces, vastos sectores sociales del pueblo apoyaron a una fuerza política de clase alta como el macrismo, que se impuso al peronismo de los trabajadores y capas medias bajas? ¿Bastará con decir que una porción importante del electorado fue seducido por las consignas huecas de la antipolítica, la gente común y las cruzadas de lucha contra la corrupción?
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