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viernes, 22 de junio de 2012

Madeja de intereses

Penultimátum

Bien sabía Benedicto XVI que muchas cosas estaban podridas en las instituciones que manejan el dinero del Vaticano cuando el año pasado estableció la Autoridad para la Información Financiera (AIF), con la finalidad de vigilar las transacciones monetarias de la Iglesia. Fue, además, la respuesta a la amenaza de Estados Unidos de incluir a la banca vaticana en la lista de las que lavan dinero, especialmente del narcotráfico. En su momento, el gobierno italiano había incautado 23 millones de euros que empresarios y dirigentes de la mafia ingresaron al banco de la Iglesia para ser purificados.

También sabía que necesitaba poner orden en el Instituto para las Obras de Religión (IOR), como se conoce al banco Vaticano. Por eso hace tres años nombró director a uno de sus mejores amigos, el economista Ettore Gotti Tedeschi. Éste halló tal cantidad de irregularidades que, al conocerlas, el hombre más poderoso después del Papa, el cardenal Bertone, lo cesó de mala manera y puso en marcha una campaña para desprestigiarlo.

La madeja de intereses que se ha apoderado de esa enorme multinacional económica y espiritual (con mil millones de clientes) que es la Iglesia católica, buscó protegerse a cualquier costo. Y la primera acción fue convertir a Tedeschi de perseguidor en perseguido. Para fortuna del ex banquero de Dios, la policía italiana confiscó en su casa documentos en los que constan las irregularidades más notables que encontró en el banco.
Sabedor de las formas nada cristianas que la Iglesia utiliza para resolver asuntos espinosos, Tedeschi, advirtió a sus allegados de que podían matarlo. Así ocurrió hace 30 años al descubrirse los fraudes que ocasionaron la quiebra del Banco Ambrosiano y llevaron al suicidio de dos de los implicados y el retiro del influyente cardenal estadunidense Paul Marcinkus, muy cercano a Juan Pablo II. Éste tendió un velo de impunidad en torno al caso, al pagar la Iglesia a los defraudados.

En medio de la lucha desatada con miras a suceder pronto a Benedicto XVI en el trono de San Pedro, la madeja de intereses intenta, cueste lo que cueste, impedir que salgan a la luz pública los nombres de los empresarios y líderes de la mafia que con apoyo cardenalicio han utilizado a la Iglesia para sus negocios ilícitos, como los del narco. Sólo lo impedirá un milagro, pues las agencias multinacionales que combaten el dinero mal habido investigan desde hace años a la banca vaticana por su falta de trasparencia. También a sus clientes sospechosos.

En tanto, se publican varios documentos privados del Papa filtrados por otro hombre de confianza (su mayordomo), que revelan la encarnizada lucha por el poder en el Vaticano. No hay duda: los modernos Borgia en el centro espiritual y económico de la Iglesia.

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