La Alba (en El Alba: haciendo historia
, La Jornada, 29/6/09, explico por qué utilizo el artículo masculino el
en lugar del la
impuesto por la regla de concordancia) se inició con Cuba y Venezuela en 2004 y a medida que fueron surgiendo gobiernos derivados de otros procesos revolucionarios en el continente se sumaron Bolivia, Nicaragua y Ecuador; también Honduras y tres estados insulares del Caribe anglófono: Dominica, Antigua y Barbuda y San Vicente y las Granadinas. Lo principal de la Alba no es el PIB sumado de sus integrantes ni el grado de inversión
otorgado por las fraudulentas calificadoras de riesgo sino los lazos de equidad, complementariedad y justicia social que cimentan las relaciones entre ellos, la trascendental contribución a su desarrollo facilitada por esos vínculos y el ejemplo que significan para una mayoría de países. En la Alba hay proyectos, en fase de diseño o de producción, como la refinería Camilo Cienfuegos en Cuba, obviamente cuantificables en el orden económico en tanto empresas. ¿Pero cómo valorar en términos de ganancia el más de un millón 600 mil personas que han recuperado la vista con la Operación Milagro? ¿O los cientos de miles de alfabetizados en países como Venezuela, Bolivia y Nicaragua, ya declarados territorios libres de analfabetismo, o en aquellos que están por proclamar esa condición? ¿Cómo cuantificar el impacto económico y social del esfuerzo conjunto de Cuba y Venezuela que hace posible la colosal labor de la brigada médica de la primera en Haití? Y es que estas acciones nada tienen que ver con la egoísta economía de mercado
que no es más que otro nombre para el capitalismo.
Las realizaciones de la Alba como mecanismo de integración en sus primeros cinco años son una señal de los tiempos que parecía imposible cuando fue concebido por Fidel Castro y Hugo Chávez. De ello he escrito y seguiré escribiendo en el futuro. Pero en esta ocasión creo más importante dedicar este breve espacio a sintetizar el preciso diagnóstico sobre el estado actual del conflicto entre América Latina y Estados Unidos emanado de los trabajos y documentos de la cumbre pues constituye un marco de referencia insoslayable para la afinación por las fuerzas revolucionarias y progresistas de la región, apoyadas por sus intelectuales, de la táctica y estrategia de lucha adecuadas a un momento sumamente complejo y riesgoso de la ruta de nuestros pueblos hacia la conquista de su soberanía y autodeterminación. En este terreno es iluminador el mensaje enviado por Fidel Castro a Hugo Chávez para ser leído en la reunión, del cual tomo esta idea central: el golpe de Estado en Honduras y el establecimiento de siete bases militares en Colombia son hechos recientes ocurridos con posterioridad a la toma de posesión del nuevo presidente de Estados Unidos. Su predecesor había restablecido ya la IV Flota… Son obvias las intenciones reales del imperio, esta vez bajo la sonrisa amable y el rostro afroestadunidense de Barak Obama.
Mientras, la declaración final de la cumbre caracteriza la coyuntura presente de “ofensiva política y militar de Estados Unidos sobre la región de América Latina y el Caribe, manifestada fundamentalmente por los acuerdos promovidos con países de la región para el establecimiento de bases militares… la amenaza más grave a la paz, la seguridad y la estabilidad de América Latina...” Y añade que es inaceptable ese incremento de fuerzas con el pretexto de la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo “cuando el verdadero objetivo… es el control de los recursos económicos, de los mercados y la lucha contra los cambios sociales en curso”. Complementa esta clarinada el rechazo a las insolentes declaraciones de la secretaria de Estado Clinton en las que blande el garrote contra los países de América Latina que se relacionen con Irak, en particular Venezuela y Bolivia. Los documentos de la cumbre alertan sobre la nueva amenaza yanqui a la que no se le está dando la debida atención en el campo progresista latinoamericano.
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