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martes, 9 de julio de 2019

Utilizar un potencial carcinógeno para complacer a Trump


Alva Pilliod tiene 77 años; su esposa Alberta, dos menos. No forman parte de ninguna organización guerrillera que protege cultivos ilícitos o trafica con sus cosechas; ni de grupos paramilitares, como los que patrocinó el ex presidente colombiano Álvaro Uribe y que también se dedicaron a esas actividades. Nunca han figurado en la lista de personas buscadas en el mundo por tener nexos con grupos criminales. Viven en el norte de California, son agricultores y padecen cáncer. Tampoco Dewayne Johnson, quien murió de cáncer a los 47 años, tuvo algo que ver con delincuentes. Era jardinero y su trabajo lo hizo siempre con profesionalismo cerca de la ciudad de San Francisco.
Igualmente, no pertenecen a guerrillas o se dedican a cultivos fuera de la ley miles de trabajadores agrícolas que en Argentina trabajan en los extensos campos sembrados con soya transgénica. Uno de ellos, Fabián Tomasi, durante años surtió de un herbicida a los aviones que fumigaban los campos con soya para la exportación. Hoy Tomasi es emblema de la lucha contra el uso de los agroquímicos en su país. Murió en septiembre pasado a los 53 años de una polineuropatía. Aceptó dejarse fotografiar el cuerpo enfermo y esquelético para ejemplificar los daños que ocasiona el herbicida que él surtía a los aviones: Roundup, conocido internacionalmente como glifosato. Numerosos estudios efectuados por especialistas muestran que es carcinógeno.
Lo elabora la influyente trasnacional estadunidense Monsanto, adquirida hace un año por otra no menos poderosa, la alemana Bayer. Hoy enfrenta en los tribunales más de 13 mil demandas entabladas contra el glifosato en todo el mundo por los efectos nocivos del herbicida. Ya un jurado de California condenó a la trasnacional a pagar a Alva y Alberta 2 mil millones de dólares por el daño que les ha causado; por la negligencia al no advertirles que era un producto peligroso. Los voceros de Bayer-Monsanto dijeron que apelarán de la sentencia y demostrarán con estudios elaborados por científicos independientes que el herbicida no afecta la salud de la gente.
La lucha contra el herbicida viene de lejos y, poco a poco, los estudios elaborados por reconocidos especialistas muestran que origina numerosas enfermedades, algunas de las cuales pueden ocasionar la muerte. Más cauta, como es su costumbre, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo califica de probable carcinógeno. En México se utiliza sin cortapisa. También en Estados Unidos donde, además de afectar la salud pública, diezma a la mariposa Monarca. Para sobrevivir, la ilustre viajera depende mucho de una pequeña planta, el algodoncillo, que eliminan con el agroquímico de Monsanto.
Ahora el glifosato destaca en otro frente de batalla al anunciar Iván Duque, presidente de Colombia, que permitirá fumigar con ese agroquímico las áreas sembradas con coca. Abundan las protestas por esa decisión absurda. El glifosato se comenzó a utilizar en dicho país en 1984, pero hace cuatro años, y por decisión de la Corte Constitucional, se suspendió su uso luego de un intenso debate en que varios ex presidentes, investigadores, ambientalistas, la OMS y, fundamentalmente, las poblaciones afectadas en su salud y en el medio ambiente en que viven, mostraron los efectos nocivos del herbicida. Y cómo, pese a las fumigaciones, los cultivos ilícitos florecían.
Colombia produce 70 por ciento de la cocaína que demandan los consumidores, muy especialmente de Estados Unidos y Europa. Por mal elaborados, corrupción y dejar menos utilidades a los campesinos, fracasan los programas para erradicar los sembradíos manualmente remplazándolos por cultivos lícitos. Aunque el presidente Duque es un fiel aliado de Donald Trump, éste lo definió como un buen tipo, pero que no ha hecho nada para solucionar el problema de las drogas.
Duque tiene suficientes problemas sin resolver. Recurrir a la aspersión aérea de glifosato para combatir los sembradíos de coca será uno más y afectará, sin duda, la salud de miles de familias campesinas pobres, además de los severos desajustes ambientales en las zonas de aspersión. Ocasionar tanto daño sólo para complacer a su admirado señor Trump que, como se sabe, no suele tratar bien a sus lacayos.

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