Jorge Eduardo Navarrete
La Jornada
Por estos días se cumple
un año del inicio de la guerra comercial entre Estados Unidos y China
que ha tenido en ascuas al comercio y la economía mundiales desde
entonces. La columna Efemérides del New York Times (NYT) del
5 de julio de 2019 registra así el aniversario: “Hace un año: Estados
Unidos y China impusieron aranceles sobre mercancías intercambiadas
entre ellos con valor de miles de millones de dólares, acto que Pekín
consideró ‘la mayor guerra comercial de la historia económica’.” En este
espacio se registró tal hecho días después:
GC: el frente del Pacífico( La Jornada, 18/07/2018). También por estos días, como resultado de la tregua establecida por los presidentes Xi y Trump en su encuentro de Osaka, se reanudarán en Washington las conversaciones comerciales bilaterales o, cuando menos, se realizarán los contactos necesarios para programar en breve esas reuniones.
La tregua de Osaka era esperada y no sorprendió a nadie. China ha
favorecido siempre un acuerdo comercial –casi cualquiera– con Estados
Unidos y ha ofrecido ventajas en apariencia considerables pero más o
menos imprecisas. Durante la administración de Trump la actitud de
Estados Unidos hacia China ha sido volátil e impredecible,
características que el presidente reconoce y de las que se ufana. La
rivalidad hostil ha sido la única constante entrambas potencias. Por
ello no se han formulado predicciones optimistas respecto de las
conversaciones que están por iniciarse.
Más allá de la situación precisa del intercambio comercial bilateral y
de los aranceles que se han impuesto o de posibles nuevas acciones
restrictivas o retaliatorias, algunas ya anunciadas, conviene enfocar la
atención en algunos de los daños colaterales de este primer año de
episodios sucesivos de acciones de restricción comercial, imposición de
aranceles y treguas sucesivas que no han abierto espacio ni creado
condiciones para que las partes alcancen entendimientos duraderos.
Aún no se han formulado estimaciones detalladas sobre el impacto de
las restricciones que recíprocamente han impuesto China y Estados Unidos
a las importaciones procedentes del otro sobre el crecimiento del
comercio y de la actividad económica de cada uno y, más ampliamente,
sobre la economía y el comercio mundiales. La OMC ha informado que en
los semestres mayo-octubre18 y octubre18-mayo19 se registró un número
récord de nuevas acciones de restricción al comercio –481 y 336
respectivamente– tras seis años en que el promedio semestral había sido
de 65. No sería exagerado suponer que el hecho de que las dos mayores
economías del planeta acudan a la restricción comercial ha estimulado a
otras economías a echar mano de esos mismos instrumentos. Aunque aún no
cuantificado, el impacto de las restricciones sobre el comercio mundial
es ya perceptible, al frenar su ritmo de crecimiento en al menos 0.4
puntos porcentuales de 2018 a 2019. Habrá que esperar varios meses para
apreciar los efectos sobre la actividad económica.
El informe semestral sobre política monetaria de la Junta de la
Reserva Federal, divulgado a principios de julio, es más explícito e
indica:
Los aranceles recientes parecen haber comprimido las exportaciones y las importaciones tanto de Estados Unidos como de otros países, mientras que la incertidumbre que rodea a la política comercial ha provocado que algunas corporaciones retrasen sus decisiones de inversión y compriman sus gastos de capital.(Véase FRB, Monetary Policy Report, 5 de julio de 2019: www. federalreserve.gov) Un número creciente de países, tanto avanzados como en vías de desarrollo, ha registrado impactos restrictivos en sus economías a consecuencias de las disputas comerciales entre China y Estados Unidos.
Del mismo modo, acudir a restricciones comerciales para obtener
resultados en áreas ajenas al intercambio y aún a la economía no es
recurso exclusivo del gobierno estadunidense, sino práctica por
desgracia cada vez más frecuente. Los malos ejemplos cunden.
Entre los acerbos debates bilaterales mantenidos en los primeros
meses del año, Estados Unidos puso de nuevo sobre la mesa el asunto de
la manipulación cambiaria, viejo tema de controversia que había quedado
al margen por largo tiempo. Este replanteamiento coincidió con la
agudización de la pugna del presidente Trump con la Junta de la Reserva
Federal y, en especial, con su presidente, Jerome H. Powell, sobre el
nivel de las tasas de interés. Como señaló el Financial Times
(07/07/2019), según Trump, el Banco Central Europeo –y su presidente
Mario Draghi, en trance de ser sustituido por Christine Lagarde– se han
sumado
, junto con China y otros, a la legión de manipuladores cambiarios. Advierte el periódico que
usar el dólar como arma para impulsar el comercio conducirá a una mayor y perjudicial politización de la política comercial y elevará el riesgo de acciones de retorsión. En otras palabras, puede pasarse, casi inadvertidamente, de la guerra comercial a la guerra cambiaria o de divisas.
Jaime Ros Bosch, economista 1950 – 2019 / In Memoriam
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