Hacer frente a los
males que aquejan a la humanidad requiere del compromiso intelectual y
social de quienes pretendemos un mundo mejor, la guerra ideológica que
hoy acompaña las nuevas arremetidas de la ultraderecha mundial,
particularmente la latinoamericana, buscan desarticular la vinculación
entre el pensamiento crítico, los movimientos sociales y los gobiernos
progresistas de la región. La postura declarada desde su campaña y
reafirmada al asumir el poder por Jair Bolsonaro en Brasil, es el
ejemplo medular de esta nueva ofensiva contra la crítica, la razón y la
esperanza. A sus expresiones en contra de la izquierda, ahora se agregan
sus declaraciones en las que afirma que “Uno de los objetivos para
sacar a Brasil de las peores posiciones en las clasificaciones
educativas internacionales es combatir la basura marxista que se ha
extendido en las instituciones educativas”. Su postura manifiesta el
deseo de arremeter contra todo aquello que considera adversos a su
intensión de profundizar el neoliberalismo en Brasil, introducir las
ideas fascistas en el orden moral y ético, además de extender el dominio
de la ultraderecha a las universidades, centros de investigación y de
enseñanza.
Entre sus objetivos manifiestos esta el destruir el
legado de Paulo Freire, pedagogo brasileño, quien fue uno de los
fundadores de la pedagogía crítica y cuya influencia se extendió
mediante la educación popular a lo largo de Nuestra América y mundo.
Freire estuvo preso durante la dictadura militar que Bolsonaro tanto ha
elogiado, él mismo durante su campaña presidencial mencionó que deseaba “
entrar al Ministerio de Educación con un lanzallamas para eliminar a
Paulo Freire”. La batalla ideología busca eliminar cualquier herencia de
Freire de los centros educativos, los ultraconservadores brasileños
asumen como enemigo las ideas de compromiso, conciencia y educación que
Freire desarrollara como parte de su praxis dirigida a los más
necesitados del mundo.
La intensión de extender el
neoliberalismo en el campo educativo de Brasil, es contrapuesta con la
postura que sostuviera Freire, el pedagogo abogó para que una de la
misiones fundamentales del Estado fuera la de educar al pueblo
brasileño, mientras que la tenencia marcada por las declaraciones y
actos del nuevo gobierno del gigante sudamericano, se dirigen a entregar
sin reparo la educación como una mercancía más al interés privado,
haciendo hincapié, en sus tendencias machistas, homofóbicas y
conservadoras con raíz fascista. Hace pocos días anunciaron sus planes
de revisar los contenidos de los libros de texto y dejar fuera de ellos
cualquier referencia al feminismo, a la homosexualidad y a la violencia
contra las mujeres, previendo la posibilidad de que el ejército tome el
control de varias escuelas públicas, el corte militar del gobierno es
fácil de notar. El ministro de educación, Ricardo Vélez Rodríguez, se
comprometió a poner fin a la “agresiva promoción de la ideología de
género”, el funcionario invocó lo que considera los valores
tradicionales como la familia, la religión, la escuela y la nación.
Estas declaraciones acompañan la postura de Bolsonaro quien exteriorizó
que pondrá a revisión los contenidos del examen nacional de secundaria
con el objetivo de eliminar cualquier información o cuestionamiento
sobre género o movimientos LGBT. La homofobia es un sello marcado en la
medula del gobierno brasileño.
La oleada de agresión es grave,
la eliminación de conocimientos y teorías claves para comprender la
realidad social, extendería un manto de oscurantismo sobre la sociedad
brasileña con claras repercusiones en el contexto regional, en el cual
además, se vive un recrudecimiento de las agresiones imperialistas a la
soberanía y la autodeterminación tal como afronta Venezuela con el nuevo
intento de golpe de Estado y/o de invasión militar estadounidense. La
ultraderecha busca las formas de perpetuarse en el poder, la educación
es una pieza clave para el dominio de las conciencias y las poblaciones,
la hegemonía de su ideología de muerte pudiera implantarse de
consumarse los planes de privatizar y militarizar los centros de
enseñanza, esto junto a la persecución que sufren y sufrirán los
pensadores críticos, la censura a libros y revistas de izquierda o por
lo menos cuestionadoras de diversas políticas, las universidades
entrarán en un periodo complejo en donde nuevamente, como en los años
álgidos de las dictaduras, se pudiera querer convertirlas en verdaderos
claustros conservadores. El pensamiento crítico está amenazado, los
intelectuales y movimientos sociales deben alzar la voz para hacer
frente a esta agresión. La filosofía latinoamericana tiene mucho que
aportar en estas horas de los hornos, las voces anticoloniales y
antiimperialistas de su matriz, pueden ayudar a dar forma a la
resistencia y la organización por la emancipación del pueblo brasileño y
de todos nuestros pueblos latinoamericanos.
Cristóbal León Campos es integrante del Colectivo Disyuntivas

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