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jueves, 21 de febrero de 2019

"Paz con capitalismo no existe"

Entrevista a William Serafino, politólogo de la Universidad Central de Venezuela y jefe de redacción en el portal web misionverdad.com
La Tizza

“Puedes llegar al poder, pero tienes que cambiar su ejercicio desde la propia sociedad”.

Alejandro Gumá (AG): ¿Cómo te presentarías ante los lectores de La Tizza?
William Serafino (WS): Mi nombre es William Serafino, soy venezolano, jefe de redacción de un portal de investigación web que se llama Misión Verdad, y estoy aquí invitado al encuentro de Paradigmas para fortalecer el debate latinoamericano y, sobre todo, reforzar los consensos alrededor de Venezuela como un punto de equilibrio importante para la estabilidad de la región y la esperanza de un proyecto distinto de sociedad.

AG: A partir de la coyuntura actual en Venezuela, ¿qué valoraciones nos traes? ¿A qué obedece lo que está ocurriendo? ¿Qué juego de fuerzas y posicionamientos identificas en el escenario venezolano?

WS: En Venezuela hay un golpe continuado. Todo lo que estamos viendo ahora, con la instalación de un gobierno paralelo totalmente inconstitucional, apoyado por fuerzas extranjeras, es la continuación de lo que había ya elaborado la administración Obama con su política de sanciones y de declarar a Venezuela una “amenaza inusual y extraordinaria”. Es la continuación de la guerra híbrida contra el país, que ha mezclado “revoluciones de color”, en estos modelos de golpe de estado tipo “Gene Sharp”, ha mezclado infiltración paramilitar –hace muy poco, a fines del año pasado, hubo un intento de magnicidio contra el presidente Maduro–, etc.
Entonces, están buscando recursos de último momento porque no han logrado quebrar la unión cívico-militar, no han logrado fracturar al chavismo, no han logrado socavar al Estado venezolano y, obviamente, optan por la vía insurreccional de construir una especie de gobierno paralelo, que es un gobierno de las corporaciones, que está siendo empleado por Estados Unidos. Están buscando debilitar al país, caotizarlo para posibilitar una intervención extranjera, un proceso que se inicia con la administración Obama y se continúa bajo la administración Trump. Utilizan herramientas diferentes, pero es el mismo concepto de política exterior de socavar los procesos latinoamericanos.

AG: Aunque los enemigos de la revolución bolivariana y chavista no han logrado constituir un polo efectivo dentro del país, capaz de derrotar a Maduro, al gobierno y a la unión cívico-militar en las urnas, la oposición está ahí y suele activarse más ante una situación regional que nos desfavorece, como la de ahora. Me gustaría que nos compartieras tu visión sobre la forma en que el arco de la izquierda dentro de Venezuela –o fuera– concibe enfrentar los intentos de esa oposición.

WS: Partamos del hecho de que la izquierda es muy heterogénea, tiene muchos matices y cada país tiene una expresión diferente. Lo que expresan momentos como estos es que actúa muy reactivamente. Yo creo que eso define bastante el sentido que tiene la izquierda del momento regional, un momento donde la paz de Venezuela está siendo asediada. Obviamente hay un consenso común, se crean bloques de influencia, pero cuando la situación está tan difícil la izquierda se particulariza, se fragmenta, se atomiza en sus propias demandas reivindicativas muy locales y pierde de vista el proyecto regional que implica Venezuela y la necesidad de construir un proyecto de civilización desde Latinoamérica.
En ese sentido la izquierda tiene bastantes debilidades, bastantes complicaciones para asumir lo que toca. La caída de Dilma Rousseff, la caída de Cristina, el golpe blando interno contra Correa. Lo que te da eso es una radiografía de que la izquierda, en sus matices, reitero, es muy heterogénea y que no ha entendido muy bien de qué se tratan estas guerras híbridas que buscan socavar quirúrgicamente los procesos de cambio. Creo que lo entendió tarde, ya cuando le habían dado los golpes.

AG: ¿Consideras que en América Latina se han extraído todas las lecciones a que te referías?

WS: Sí, se han extraído, porque de haber entendido a Chávez no hubieran perdido el poder. Si hubieran dejado de pensar en sus contextos locales y hubieran pensado más en que Chávez estaba buscando construir un sistema de contrapeso para contener a EEUU, la realidad sería muy diferente.
Está la experiencia cubana, pero ahora con este nuevo contexto de globalización un solo país no puede contra todas estas operaciones. Entonces, necesita generar contrapesos en la región. Brasil, en su punto, estaba pensando en el G-20; Argentina estaba pensando en salir de la “década perdida del Neoliberalismo”, de reactivar empresas públicas. Todos pensaron en lo local y dejaron un espacio vacío: la desatención de los organismos y proyectos de integración regional que ahora están abriendo un boquete importante para que las fuerzas de la ultraderecha resurjan.
Creo que esa enseñanza se extrajo y creo que también toda esta moda de la agenda de identidades, de la agenda fragmentaria, ha hecho mucho daño porque cada vez tenemos menos consensos comunes en cuanto a lo estratégico. O sea, expresiones que son valorables: el feminismo, las luchas raciales, que tienen mucho valor, no se ven juntas sino separadas.

AG: ¿Y sobre esas lecciones en Venezuela?

WS: El tema es que la izquierda tradicional no es hegemónica, como corriente no es dominante en Venezuela, como Partido tradicional no lo es. Son fuerzas del proceso, fuerzas vivas, contribuyen, pero no son fuerzas hegemónicas. El chavismo sí lo es, y el chavismo no es un partido tradicional, no es una izquierda ortodoxa, sino un bloque histórico-popular y como tal integra un grupo de corrientes que pueden parecer contradictorias pero que en el mismo proceso y en la misma experiencia tienden a unificar criterios, a consolidar consensos.
Yo creo que eso es un aspecto fundamental: entender que mientras en otros países la izquierda es más fuerte, en Venezuela digamos que la izquierda tiene un espacio dentro del chavismo, pero no es hegemónica. Entonces, por ejemplo, ha habido posicionamientos contra Maduro y contra el chavismo desde la izquierda. Eso lo que ha hecho es apartarlos aún más, aislarlos de la gente y disociarlos del proceso político. En este momento donde hay que tener consensos firmes y muy sólidos ellos están optando por una vía que coquetea mucho con la derecha.

AG: Maduro expulsó a los diplomáticos norteamericanos de Venezuela. Aunque históricamente son las embajadas yanquis desde donde se tratan de montar y conducir las cabezas de playa, ¿resuelve esa expulsión el asunto de las conspiraciones? El proceso de cambios revolucionarios, ¿se puede llevar adelante, a la concreción de sus metas y utopías, conviviendo con sectores de oposición y reacción que detentan recursos económicos no desdeñables?

WS: Son dos preguntas. La embajada gringa en todo país, más si esta funciona como una extensión de la CIA, son los ojos de ellos en el país, su contacto primario, su método de crear agendas. Obviamente quitarles eso no resuelve el problema de fondo porque ellos tienen múltiples métodos de operación que ya están en el país. Por ejemplo, las redes sociales son un fenómeno global que operan ellos y tú no puedes sacar las redes sociales.
Con esta medida contra Estados Unidos posicionas una agenda o un cuadro internacional para aislarlos de su capacidad de crear consensos por una intervención en Venezuela, eso es fundamental. Yo creo que eso es lo que persigue la expulsión de los embajadores: cortar rutas de suministros e inteligencia que son utilizadas para la desestabilización.
Lo otro es un debate que desde Cuba se hace mucho sobre Venezuela, porque obviamente hay que partir de una diferenciación que es la naturaleza del proceso chavista: democrática, civil, no armada como fue en Cuba. Entonces, la composición de la sociedad venezolana que experimenta su proceso de cambio en un contexto neoliberal donde ya no son las estructuras tradicionales de los partidos el mecanismo para sortear la desestabilización, ha sido diferente, ha sido a través del diálogo, a través de la concertación, de llevarlos al camino electoral.
Obviamente, como tú planteas, eso no resuelve el problema de fondo, pero si haces el balance de la situación venezolana te vas a encontrar que ellos han perdido capacidad electoral, capacidad de movilización, sin necesidad de tomar medidas de fuerza. Inteligentemente los has ido socavando y debilitando. El tema es que en este contexto a nosotros se nos acusa de “violación de derechos humanos”, entonces la medida que quizás te resuelve el “problema de fondo” favorece la maduración de un conjunto de condiciones internacionales que les faltan y que tú les estarías dando.

AG: Sí claro, te lo preguntaba porque quienes acusan de “falta de derechos humanos” a Venezuela, lo hacen aunque el gobierno no acuda al uso de la fuerza. Estos “acusadores” son, sin embargo, los mismos que violan sistemáticamente tales derechos, que queman vivas a personas en las calles, que incendian los almacenes, provocan boicots alimentarios y aplican medidas, precisamente, de fuerza. La inquietud que tiene de base mi pregunta es cómo responder, a la larga y efectivamente, desde el diálogo y la concertación a sectores que, primero, no quieren ni lo uno ni lo otro, y, segundo, que están utilizando sistemáticamente la fuerza contra el país y contra el pueblo.

WS: Yo creo que la ruta no es sencilla. No hay una sola ruta, es más complejo que eso. En esa complejidad intervienen la habilidad y el tacto, el manejo de la situación. Habrá que esperar porque esto todavía está en proceso. Yo te puedo dar una proyección, pero las relaciones causa-efecto, como diría Gramsci en la definición del interregno, están rotas.
O sea, hay líneas de proyección histórica que se están dando en paralelo y esto podría escalar hasta un punto inédito, como también podría desinflarse muy rápidamente porque hay un contexto europeo regresivo, la ultraderecha está planteando posiciones de soberanía. Trump, aunque no se note mucho a veces, está pugnando con el Pentágono para reducir la presencia militar de Estados Unidos, por el tema de la deuda y el gasto.
Es decir, que hay un conjunto de movimientos internacionales que el gobierno y el chavismo deben sopesar antes de tomar medidas. Yo creo en el tacto de llevarlos al diálogo y utilizar la institucionalidad, de debilitarlos por ahí, plantearte ese como un factor de orden, mientras tú vas ajustando maniobras en el cuadro internacional.
Es decir, si la Unión Europea es barrida por fuerzas de extrema derecha, si el bloque occidental se sigue debilitando, Venezuela podría no tener que recurrir a estas medidas de fuerza. Entonces, yo creo que se trata de tener el tacto a lo interno, pero siempre pensando en la situación internacional que es donde se está definiendo la estabilidad del país.

AG: ¿En qué sentido entonces, si sientes que no pasa por medidas de fuerza, se podría profundizar y radicalizar la revolución bolivariana?

WS: Bueno, hay una radicalización ya de facto, está ocurriendo, que es la radicalización organizativa del pueblo. El pueblo está alcanzando cada vez mayores niveles de organización. Entonces, creo que hay un plano estatal, un plano del gobierno y un plano del pueblo. Eso está junto, no hay una frontera muy nítida, pero hay una radicalización de facto en la organización del pueblo para resistir.
Lo que pienso yo es que incurriríamos en un error si creyéramos que al declararlo va a ocurrir en la realidad solo porque lo digamos. Hay un proceso muy contradictorio, el chavismo es muy heterogéneo, la guerra económica ha golpeado muchísimo al pueblo, ha debilitado las estructuras orgánicas del Estado y tienes que plantear la radicalización a partir del análisis de esas condiciones materiales para ver cuáles son tus proyecciones de avance y cuándo te tienes que quedar un poco quieto por valorar la paz antes que otras perspectivas.

AG: En la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela correspondiente al 28 de febrero del pasado año se anunciaba la degradación y expulsión de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) de 24 oficiales “por haber intentado por medios violentos cambiar la forma republicana de la Nación”. Aunque las declaraciones de los altos mandos son muy claras al no reconocer a un gobierno ilegítimo, a nivel de bases sociales dentro de las Fuerzas Armadas ¿consideras que existe cohesión en torno al gobierno, en torno a la revolución y que está conjurado el peligro de que ocurra lo que ocurrió antaño?

WS: El bloqueo financiero ha golpeado, eso también tiene una traducción en el estamento militar. Hay mucha seducción de efectivos para tratar de sumarlos a esta agenda de golpe de estado. Con la atemorización de “te voy a meter preso”, más el incentivo de “entrégame a Maduro, da un golpe de estado para salvarte tú como individuo”, buscan quebrar la unidad. Esas dos polaridades que están ahí como agenda de cambio de régimen, obviamente han tenido este efecto que tú comentas.
Ahora, el centro de flotación no es lo militar, porque debe entenderse lo militar al lado de lo civil. Se trata de una unión cívico-militar. Si solo fuera lo militar quizás esto hubiera tenido un alcance inesperado, pero hay una relación de contrapeso y una relación simbiótica entre las dos fuerzas que son fuerzas históricas. Puede haber, por tratarse de un contexto muy inédito, que nos desencaja mucho, algunas expresiones de falta de apoyo en las Fuerzas Armadas, de algunos oficiales medios que actúan en solitario porque les pagaron o les ofrecieron algo en Estados Unidos. Eso va a existir, pero eso no te ofrece una radiografía clara de la unión cívico-militar por esta relación de contrapesos que te comentaba. Existe y es muy sólida.

AG: Poco tiempo después de la Declaración de América Latina y el Caribe como Zona de Paz y de la firma de los acuerdos de paz en Colombia se registra la mayor cifra de asesinatos selectivos de líderes sociales. Ahora resuenan las amenazas y órdenes de captura que tienen por blanco al ELN. Te preguntaría ¿dónde ha quedado en la práctica “América Latina y el Caribe como una zona de paz” y cómo crees que puede lograrse la paz en la región?

WS: Yo creo que la región está en peligro como construcción continental después de Chávez, creo que ese es el peligro en el que estamos: de la integración como posibilidad civilizatoria, y reitero el aspecto civilizatorio como la capacidad que tiene América Latina de construirse “en” y “sobre sí” misma.
La paz está en peligro y la demostración es cómo se intenta romper con los acuerdos de paz en Colombia; cómo también tratan de golpear a La Habana, de unificar un conjunto de maniobras que golpeen el eje ALBA, es un plan destructivo como parte del nuevo metabolismo del capital global.

AG: Esta idea de la alternancia de gobiernos como idea “democrática” ha provocado que América Latina regrese a situaciones incluso rayanas con aquellas de las dictaduras. Es difícil solapar el carácter belicista de discursos como los de las administraciones brasileña o argentina. ¿Cómo crees que se relaciona la vocación de mantener el poder con el logro de una paz duradera no dependiente de alternancias políticas?

WS: Es que me planteas horizontes difíciles de dibujar porque estamos en una situación muy difícil donde las perspectivas se ven muy nubladas. Lo que yo podría contestar es que la región y las fuerzas políticas, para no ponerles ningún nombre que las encasille, deben pensar cuál es el modelo político que va a sustituir al Estado, en términos de control territorial, de prácticas económicas, de prácticas sociales y culturales, de imaginarios.
Porque como dices, hay una continuidad de estas dictaduras militares del Cono Sur, de la Escuela de las Américas a estas dictaduras “civiles” que se apoyan en los parlamentos, en la judialización de la política, en la lucha anticorrupción.

AG: Y creativos…

WS: Exacto, entonces yo creo que la voluntad de poder no tiene que ver con luchar por un Estado que cada vez se vacía más.
Porque puedes llegar al poder, pero si ya el Estado está comprado por las transnacionales, o está reducido, es difícil gestionar un cambio social desde allí.
Si no tienes renta que distribuir, no tienes qué dar o no tienes capacidad de garantizar derechos, es muy difícil. Entonces necesitamos la movilización del pueblo, por un lado, para socavar estos proyectos neocoloniales y, por otro lado, la construcción de una voluntad de poder que supere los marcos de Occidente.

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