
Lo
que está pasando en Venezuela es una tragedia anunciada, y
probablemente causará la muerte de mucha gente inocente. Venezuela está
al borde de una intervención militar extranjera y el baño de sangre que
resultará puede asumir proporciones dramáticas. Quien lo dice es el
líder más conocido de la oposición a Nicolás Maduro, Henrique Capriles,
al afirmar que el presidente-títere Juan Guaidó está usando al pueblo
venezolano como “carne de cañón”. Él sabe de lo que está hablando. Sabe,
por ejemplo, que Hugo Chávez tomó muy en serio el destino de la
experiencia socialista democrática de Salvador Allende en Chile. Y que,
entre otras medidas, armó a la población civil, creando las milicias,
que obviamente pueden ser desarmadas, pero que muy probablemente ello no
ocurrirá sin cierta resistencia. Sabe también que, a pesar del inmenso
sufrimiento a que el país está siendo sometido por la mezcla tóxica de
errores políticos internos y presión externa, en particular a través de
un embargo que la ONU considera humanitariamente condenable, en el
pueblo venezolano continúa arraigado un sentimiento de orgullo
nacionalista que rechaza con vehemencia cualquier intervención
extranjera.
Ante la dimensión del riesgo de destrucción de
vidas inocentes, todos los demócratas venezolanos opositores al
gobierno bolivariano se hacen algunas preguntas para las que solo muy
duramente van teniendo alguna respuesta. ¿Por qué Estados Unidos,
acompañado de algunos países europeos, se embarca en una posición
agresiva y maximalista que desde el principio inviabiliza cualquier
solución negociada? ¿Por qué se hacen ultimátums típicos de los tiempos
imperiales de los que, por cierto, Portugal tiene una amarga
experiencia? ¿Por qué se rechazó la propuesta de intermediación hecha
por México y Uruguay, que tiene como punto de partida el rechazo de la
guerra civil? ¿Por qué un joven desconocido hasta hace unas semanas,
miembro de un pequeño partido de extrema derecha, Voluntad Popular,
directamente involucrado en la violencia callejera ocurrida en años
anteriores, se autoproclama presidente de la república tras recibir una
llamada del vicepresidente de Estados Unidos, y varios países se
disponen a reconocerlo como presidente legítimo del país?
Las
respuestas irán surgiendo con el tiempo, pero lo que va siendo conocido
es suficiente para indicar de dónde vendrán. Se empieza a saber que, a
pesar de poco conocido en el país, Juan Guaidó y su partido de extrema
derecha, que ha defendido abiertamente una intervención militar contra
el Gobierno, son hace mucho los favoritos de Washington para implementar
en Venezuela la infame política de “cambio de régimen”. A esto se une
la historia de las intervenciones de Estados Unidos en el continente, un
arma de destrucción masiva de la democracia siempre que esta significó
la defensa de la soberanía nacional y cuestionó el libre acceso de las
empresas estadounidenses a los recursos naturales del país. No es
difícil concluir que lo que está en juego no es la defensa de la
democracia venezolana. Lo que está en juego es el petróleo de Venezuela.
Venezuela es el país con las mayores reservas de petróleo del mundo (el
20% de las reservas mundiales, mientras Estados Unidos tiene el 2%). El
acceso al petróleo de Oriente Medio determinó el pacto de sangre con el
país más dictatorial de la región, Arabia Saudí, y la destrucción de
Irak, Siria, Libia, en el norte de África; la próxima víctima bien
podría ser Irán. Además, el petróleo de Oriente Medio está más cerca de
China que de Estados Unidos, mientras que el petróleo de Venezuela está
en la puerta de casa.
El modo de acceder a los recursos
varía de un país a otro, pero el objetivo estratégico ha sido siempre el
mismo. En Chile, conllevó una dictadura sangrienta. Más recientemente,
en Brasil, el acceso a los inmensos recursos minerales, a la Amazonia y a
las reservas petrolíferas del presal, implicó la transformación de otro
favorito de Washington, Sérgio Moro, de ignorado juez de primera
instancia a ganar notoriedad nacional e internacional, mediante el
acceso privilegiado a datos que le permitieron ser el justiciero de la
izquierda brasileña y abrir el camino para la elección de un confeso
apologista de la dictadura y de la tortura que estuviese dispuesto a
vender las riquezas del país como desperdicio y formase un gobierno del
que el favorito pronorteamericano del futuro de Brasil formara parte.
Pero
la perplejidad de muchos demócratas venezolanos tiene que ver
especialmente con Europa, también porque en el pasado Europa estuvo
activa en negociaciones entre el gobierno y las oposiciones. Sabían que
muchas de esas negociaciones fracasaron por presión de Estados Unidos.
De ahí la pregunta: ¿también tú, Europa? Son conscientes de que si
Europa estuviese genuinamente preocupada con la democracia, hace mucho
habría roto relaciones diplomáticas con Arabia Saudí. Y de que si Europa
estuviese preocupada por la muerte en masa de civiles inocentes, hace
mucho que habría dejado de vender a Arabia Saudí las armas con las que
este país está llevando a cabo el genocidio en Yemen. Incluso tal vez
esperasen que las responsabilidades históricas de Europa delante de sus
antiguas colonias justificasen alguna contención. ¿Por qué este
alineamiento total con una política que mide su éxito por el nivel de
destrucción de países y vidas?
Paulatinamente irá quedando
claro que la razón de este alineamiento reside en la nueva Guerra Fría
que estalló entre Estados Unidos y China, una Guerra Fría que tiene en
el continente latinoamericano uno de sus centros y que, tal como la
anterior, no puede disputarse directamente entre las potencias rivales,
en este caso, un imperio declinante y un imperio ascendente. Tiene que
ser acometida por vía de aliados, sean ellos, en un caso, los gobiernos
de derecha en América Latina y los gobiernos europeos y, en otro caso,
Rusia.
Ningún imperio es bueno para los países que no
tienen poder para beneficiarse por entero de la rivalidad. Cuando mucho,
procuran obtener ventajas del alineamiento que les está más próximo. Y
el alineamiento, para ser eficaz, debe ser total. Esto es, se necesita
sacrificar los anillos para no perder los dedos. Esto es tan verdad en
Canadá como en los países europeos.
Me he reconocido bien
representado por el gobierno de mi país (Portugal) en el poder desde
2016. Sin embargo, la legitimidad concedida a un presidente-títere y a
una estrategia que muy probablemente terminará en un baño de sangre me
hace sentir vergüenza de mi gobierno. Solo espero que la vasta comunidad
de portugueses en Venezuela no tenga que sufrir con tamaña imprudencia
diplomática, para no usar otro término más vehemente y verdadero sobre
la política internacional del gobierno en este caso.
-
Boaventura de Sousa Santos es académico portugués. Doctor en
sociología, catedrático de la Facultad de Economía y Director del Centro
de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra (Portugal). Profesor
distinguido de la Universidad de Wisconsin-Madison (EE.UU) y de diversos
establecimientos académicos del mundo. Es uno de los científicos
sociales e investigadores más importantes del mundo en el área de la
sociología jurídica y es uno de los principales dinamizadores del Foro
Social Mundial.
Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez
Fuente: Other News, feb 6 2019
https://www.alainet.org/es/articulo/198007
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