El presidente Duque
viaja hoy a Washington. Recibirá órdenes de Trump para continuar la
campaña de desestabilización del gobierno de Venezuela. A cambio, los
EE.UU. no sancionarán al gobierno colombiano por sus incumplimientos en
las metas de erradicación de cultivos ilícitos.
Duque acude en medio
de una visible debilidad. No logra consolidar la coalición de gobierno
ante la rebeldía de los socios que lo ayudaron a elegir. Además, los
impactos negativos causados por el traumático proyecto de Hidroituango
(obra emblemática de su tutor Uribe), y las oscuras actuaciones de la
ministra de Justicia y el presidente del Senado (Macías) contra la JEP,
frenaron en seco el crecimiento de su imagen que venía en ascenso
después del atentado del ELN.
Va a entrevistarse con Trump para
oficializar su papel subordinado en la intervención imperial que avanza
en Venezuela y en la región, que es su caballito de batalla y su único
asidero. Pero Duque tendrá que ser muy cauto frente al grave error
cometido por Guaidó que ha generado una fuerte reacción entre los
demócratas estadounidenses al “autorizar” imprudentemente la
intervención armada de los EE.UU. en su país. (https://goo.gl/aGvd5M).
Debo aclarar que no soy “madurista” ni fui “chavista”; siempre advertí
que detrás de Chávez estaba una “burguesía emergente” que aspiraba a
controlar el aparato de Estado (entre ella, la cúpula del ejército)
pero, también, observaba con expectativa a un pueblo ilusionado con la
“revolución bolivariana” que –infelizmente– no fue capaz de aprovechar
ese período de tiempo (casi 15 años) para empezar (por lo menos) a
construir una economía diversificada no dependiente del petróleo.
Muchos allá, en Venezuela, de los que hipócritamente hoy se rasgan las
vestiduras no dijeron ni pío cuando tuvieron oportunidad de participar
en la burocracia “chavista” o en los inmensos negocios que hicieron con
la bonanza de los precios del petróleo. Hoy se suman al llamado a la
intervención armada extranjera sin ningún rubor y sin responsabilizarse
de nada.
Por eso las mayorías populares no les creen, aunque
tampoco le creen a Maduro. La gente quiere la paz, la convivencia y
soluciones reales a los problemas concretos causados tanto por el
bloqueo económico y el saboteo imperial-oligárquico como por la
ineficiencia y corrupción del gobierno.
Tampoco soy pro-imperio,
mucho menos pro “vieja MUD” ni pro “nueva-MUD”, ésta última encabezada
por Marco Rubio y Leopoldo López (Guaidó), que incita a la guerra por
orden de las mafias legales e ilegales que controlan el “Estado
profundo” en los EE.UU. Esas mafias globales viven su propia crisis ante
la aparición de un mundo multipolar que no quieren aceptar (China,
Rusia, India, Irán, etc.) y de un pueblo estadounidense que poco a poco
va abriendo los ojos.
No quiero guerra para nuestra región
(norte de Sudamérica y el Caribe) y espero que los venezolanos sean
capaces de encontrar una salida pacífica.
En Colombia, los que quieren la guerra
son los que impulsan la economía extractivista (petróleo, minería,
megaproyectos, carbón, oro, agro-combustibles, etc.). Promueven la
guerra con la expectativa de participar –al lado de los capitalistas
gringos y europeos– de una “partecita” del botín energético, como socios
menores y mendicantes. Ya preparan sus contratistas y mercenarios para
hacerlo ( https://goo.gl/MXRYM2
) y han ubicado todas sus fichas en Cúcuta, centro operativo del
complot injerencista. En la actualidad utilizan la supuesta “ayuda
humanitaria” para provocar un incidente fronterizo y justificar la
intervención militar ( https://goo.gl/9yJA7T ).
Es tal la crisis fiscal y presupuestal del gobierno colombiano que han
negociado con Trump su participación en la guerra contra Venezuela y
Cuba, a cambio de que los estadounidenses no impongan sanciones ni
insistan (por ahora) en la “lucha contra las drogas” que no tienen cómo
financiar. Saben que ese “negocio” aporta más de 5 puntos al PIB,
dinamiza la economía y engorda las arcas de banqueros. Además, quieren
vender otro 10% de Ecopetrol, no saben qué otros activos públicos
vender, y a corto plazo no tienen cómo aplicar más impuestos. Tienen la
presión de las agencias calificadoras de riesgo a las que Duque tratará
de calmar en ese viaje a EE.UU.
Quieren la guerra, desean
incendiar su propia casa para ocultar la grave situación que tienen a
todo nivel, y piensan que al lado de Trump tienen garantizado el “seguro
contra-incendios” que pague la indemnización de la catástrofe. Y ello,
porque en Colombia se les acaba el petróleo, se le cierran los mercados
al carbón, y las comunidades en general, rechazan la mega-minería y los
mega-proyectos depredadores de la naturaleza como Hidroituango,
Santurbán, El Quimbo y otros.
Necesitan la guerra para acusar a
todos los demócratas de apoyar la “dictadura” de Maduro. “Dictadura” que
deja que Guaidó y los integrantes de la Asamblea Nacional anden como
“pedro por su casa” con sueldos oficiales, amplia cobertura de medios de
comunicación y hagan llamados al ejército a derrocar al presidente,
cuando en Colombia los opositores son perseguidos y acusados de atentar
contra las instituciones democráticas por denunciar la corrupción. Si
pudieran, ya los habrían asesinado como matan a diario a líderes
sociales en todo el territorio nacional.
La paradoja es que en
Colombia son los campesinos medios y pobres los que sostienen la
economía (café, panela, frutales, aguacate, piscicultura, etc.),
incluyendo la “coquera”, y en las ciudades, los pequeños y medianos
empresarios (y toda clase de rebuscadores creativos y trabajadores
formales e informales) son los que generan empleos productivos, mientras
los grandes banqueros y mafias de todos los colores siguen
enriqueciéndose en medio de la corrupción más terrible.
Mientras
la “emergencia humanitaria” se vive en Colombia desde hace décadas,
como lo que ocurre en la Guajira con la muerte de cientos de niños por
desnutrición, o en la zona noreste de Antioquia impactada por las obras
de Hidroituango, o en la Costa Pacífica (Buenaventura, Tumaco, etc.) en
donde la violencia y la miseria se entrelazan de forma dramática contra
las comunidades pobres, el gobierno colombiano promueve la “ayuda
humanitaria” con Venezuela, a fin de crear condiciones para incendiar la
región.
Pero, no podrán, no lo lograrán.

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