Rebelión
Adital
Por
Román Munguía Huato
Así lo
dijo tajante el padre Alejandro Solalinde Guerra –ferviente defensor de los
derechos humanos–, refiriéndose a la matanza de estudiantes en Iguala por la
policía y los sicarios del crimen organizado. "Han vuelto los malos tiempos al
Estado mexicano”, aludiendo a las matanzas del 68, del Jueves de Corpus Christi
[10/06/71], de Aguas Blancas [28/06/95], Acteal [22/12/97] y Tlataya
[30/06/14]. Afirmó que "México es una tumba clandestina, porque todo lo
enturbian y no hay claridez en la justicia mexicana” y precisó que el Estado
mexicano se ha convertido en represor y perseguidor de los defensores sociales,
activistas de derechos humanos, jóvenes estudiantes y periodistas. "No queda
más que defendernos con nuestros propios medios de un Estado asesino”.
Solalinde pide a la sociedad unir fuerzas y exigir la renuncia de Ángel
Aguirre, el "gobernador” de Guerrero, responsable de un crimen de Estado, quien
toleró, muy complaciente, a José Luis Abarca Velázquez, el criminal alcalde de
Iguala, émulo perredista del genocida priista Gustavo Díaz Ordaz.
México
es una tumba sin sosiego, desde 1968. Horror en el horror la masacre de
Ayotzinapa, una carnicería estrujante de estudiantes y ciudadanos inocentes.
Guerreros unidos: perredistas, panistas, priistas y partidos morralla,
saqueando a la Nación, junto al capital extranjero, a punta de balazos.
Quienes
decimos enfáticamente que en las últimas décadas el poder y el dinero ha venido
imponiendo un capitalismo salvaje neoliberal no es una mera ocurrencia retórica
o simple metáfora sino una literalmente una cruda realidad económica con base a
una intensa explotación –en sí misma violenta– de la fuerza de trabajo
asalariada, arrojando a decenas de millones de mexicanos a sobrevivir en la
miseria, pero además, lo peor de todo, dentro de un escenario social cruento,
dramático, por la consecuencia de una extrema violencia social con decenas de
miles de muertos, desaparecidos, familias dolientes, huérfanos, viudas,
feminicidos, infanticidios, etcétera.
Si esto
no es una sociedad en estado salvaje, una barbarie social, una sociedad en
pudrición, entonces ¿Qué es? ¿El prometido paraíso celestial primermundista o
el infierno dantesco terrenal neoliberal? Estamos viviendo una sociedad
desgarrada cuya anomia y degradación social es producto de la absoluta
impunidad de los criminales, de una simulación democrática, de una profunda
corrupción del poder político por un capitalismo carroñero con sus buitres
financieros locales y extranjeros con su política de tierra arrasada, dejando
un páramo, una devastación brutal de la naturaleza y lo social. La inseguridad
va de la mano con la profunda corrupción en las altas esferas del poder.
México
bárbaro por un Estado delincuente y su narcopolítica, narco–gobierno,
narco–estado, Estado–lumpen o lumpen–Estado; un Estado mafioso donde no sabemos
quienes gobiernan, si los políticos amafiados o los delincuentes de los
cárteles políticos; para el caso es lo mismo. A partir del año 2000 hubo
quienes hablaron de una "transición a la democracia”; hoy vemos lo que
significa realmente esta democracia: la impunidad y el cinismo del poder, el
autoritarismo de un régimen en absoluta descomposición. Es el Estado provocando
el terror: una especie de terrorismo amenazante y paralizante –de los justos
reclamos de la sociedad– para una extraordinaria acumulación de riqueza en
manos oligarcas nunca vista.
Es un
despeñadero hacia un abismo insondable. Es la "mano invisible” del mercado
capitalista quien empuja a la sociedad a este precipicio. La pesadilla real de
una muerte sin fin a sangre fría. Plomazos a diestra y siniestra con todo y
desolladeros espantosos y cuencas abiertas de cráneos y cuerpos calcinados
arrojados a fosas furtivas. La lista de humillaciones y agravios al pueblo
mexicano es interminable. Mientras los crímenes de estado continúen impunes
seguirán asesinando al pueblo. Además de la explotación y opresión del
proletariado rural y urbano, del campesinado, del pueblo indígena, la violencia
atroz, encarnizada, junto con la pobreza, azota a una gran parte de la
población mexicana.
Vivimos
tiempos tormentosos, tiempo de canallas propiciado por un Estado canalla. Es el
propio Estado quien, junto con sus panegíricos, criminaliza la protesta social,
especialmente la de los jóvenes quienes reclaman legítimamente sus derechos
democráticos de toda naturaleza, particularmente los derechos educativos como
los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa. Pero el Estado no solamente
pretende criminalizar la protesta juvenil sino, lo peor, perpetra el crimen
artero de estudiantes. Enrique Peña Nieto continúa con la misma política de
Felipe Calderón de una supuesta guerra al narcotráfico cuyos resultados han
sido totalmente fallidos, pues la violencia e inseguridad se han incrementado.
La restauración priista en el gobierno federal y locales ha sido un verdadero
fiasco.
"… los
heraldos negros que nos manda la Muerte”, diría nuestro grandísimo poeta César
Vallejo. Un mar de sangre es nuestro México bárbaro. La única alternativa a
esta profunda crisis social cruentísima es la urgente y necesaria
transformación radical a una nueva sociedad fincada en la paz y la armonía, la
democracia y la equidad social; una sociedad deseable y posible que solamente
puede ser construida por el pueblo trabajador mexicano consciente de sus
legítimos derechos y de su propio destino, cuyas luchas de resistencia al poder
y al dinero deben constituirse como lucha permanente para su emancipación de
esta oprobiosa realidad. El México profundo en sus raíces libertarias
históricas tendrá que surgir necesaria e inevitable. Esta es la única posibilidad
de un futuro promisorio a nuestros hijos y nietos y las generaciones venideras
¡Presentación con vida de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario