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sábado, 23 de marzo de 2019

Luis Espinal; la iglesia católica optó por los ricos



Los jerarcas de la Iglesia, deben compartir sus bienes con los pobres y si no lo hacen de a buenas, quiera Dios que el pueblo se los quite”
Espinal Camps

Llegó a Bolivia, el 6 de agosto de 1968. América Latina, era un hervidero en el que simultáneamente, se vivían desolaciones pero también grandes esperanzas. EEUU promueve y financia Golpes de Estado. Los dueños del poder, vacían las magras arcas de los países colonias, y depredan sus recursos naturales.
En junio de 1967 se produce la tristemente célebre “Masacre de San Juan” y en octubre del mismo año el Ejército Boliviano, asesorado por militares norteamericanos, derrotan al Ejército de Liberación Nacional (ELN), guerrilla dirigida por el Comandante Ernesto Che Guevara. En 1968, año en que Luís llega al país, el ELN, organiza el retorno a la lucha armada y el movimiento popular se reúne en torno, a la Central Obrera Boliviana (COB). René Barrientos, a quien René Zabaleta denominaba “el déspota idiota”, se campea victorioso.
La profunda sensibilidad de Luís, le permite percibir con facilidad las hondas contradicciones económicas y sociales de su nueva patria. Desde su llegada, quiere abarcarlo todo; Simultáneamente es productor de televisión, radialista, cineasta, cronista de periódicos, catedrático, escritor de libros de cine, activista de los Derechos Humanos y militante de la iglesia de los pobres.
El 21 de agosto de 1971, el Coronel Hugo Banzer, apoyado por la dictadura de Brasil y EE UU, pone fin al breve periodo de libertades, inaugurado por Juan José Torres. Una de sus primeras medidas fue, restituir la pena de muerte. El 31 de diciembre de aquel año, como un saludo de navidad, Luís escribe: “Ante todo, deseamos para Bolivia, un 1972 sin presos, sin torturados, sin fusilados, sin campos de concentración, con universidades funcionando normalmente, un año sin masacres de San Juan, ni de ningún otro santo (...).en fin, un año, de vacaciones para la policía y para la represión”.
La primera semana del mes de febrero de 1973, la jerarquía eclesiástica designa nuevos obispos, entre los que hay varios ancianos. Espinal, comenta en su programa: “el senado más viejo del mundo, decrépito y biológicamente más inclinado a conservar y frenar que a abrir nuevos caminos”. Aquella declaración provoca la protesta del embajador del Vaticano en Bolivia, lo que determina su expulsión de Radio Fides.
En sus editoriales denunciaba, el hartazgo y la opulencia de la Iglesia: “pasaron los años y la cruz se volvió de oro y de marfil… y se empezó a olvidar las enseñanzas del que fuera clavado en ella y se volvió a escupir al pobre” expresaba.
Junto a las mujeres mineras, participó en la huelga de hambre que restituyó la democracia al país. Luego de 22 días de huelga, Luís sostiene: “No he hecho nada extraordinario, era algo que simplemente había que hacer. No solamente se ha conseguido lo que se pedía, sino que se ha conquistado esperanza y osadía al pueblo”.
En 1979, un grupo de periodistas crea el “Semanario Aquí”, iniciando uno de los proyectos, más ambiciosos del periodismo nacional; recuperar credibilidad y constituirse en el vocero del movimiento popular. El equipo de redacción está compuesto por René Bascopé, David Acevey, Coco Manto, Edgardo Vázquez, Gastón Lobatón, Antonio Peredo y José Alcócer.
En el primer número del “Semanario”, Luís escribe: “Nosotros no somos un medio de comunicación independiente, nosotros tomamos partido a favor del pueblo…”.
En su tarea de crítico de cine, el viernes 21 de marzo de 1980 Espinal asiste a ver una película, en la que un grupo de forajidos, realizan todas las infamias posibles, y el brazo desmemoriado y negligente de la ley, jamás da con ellos. Cerca de la media noche, a la salida del cine, lo secuestra un comando de paramilitares. Durante cinco horas lo torturan, queman su cuerpo con cigarrillos y electricidad, le rompen varios huesos y le disparan 17 veces.
Los carniceros, quieren arrancar de entre la sangre de Luís, la ternura y la esperanza de este hombre, lleno de amor irreductible.
“El pueblo no tiene vocación de mártir. Cuando el pueblo cae en combate, lo hace sencillamente, sin poses, sin gestos melodramáticos”, solía decir. Consecuente con esta actitud, nunca declaraba ser sacerdote o religioso, colocaba simplemente, periodista.
Una religión que no tenga la valentía de hablar en favor del hombre, tampoco tiene el derecho a hablar en favor de Dios” explicaba.

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