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viernes, 29 de marzo de 2019

La derecha arremete en un Uruguay del conservadurismo sin tapujos

Nicolás Centurión| 

En Uruguay nos encontramos con la triste noticia de que alrededor de 60 mil compatriotas firmaron para derogar la llamada “Ley Trans”. Se han recolectado firmas en base a mentiras, información confusa y miedos infundados. Se ha tergiversado la ley de manera tal, que más que impericia parece saña. 

.Una iniciativa similar surgió por parte del senador colorado Pedro Bordaberry en el año 2014, donde se plebiscitó la ley de Interrupción Voluntaria de Embarazo y la intentona de derogarla contó con escaso apoyo en las urnas. Según el último censo en Uruguay existen unas 853 personas transexuales. 

No se trata solamente de mecanismos de plebiscitos y recolección de firmas, sino del intento de sectores de la derecha que, en su afán electoral, recrudecen sus medidas y empiezan a mostrar su veta más conservadora y reaccionaria. Iafligiola y Dastugue 

A cada cual según se prejuicio, a cada cual según su reacción. 

Para cada derecho conquistado en la llamada “Agenda de derechos” parece que existe un verdugo personal. Allí tenemos a los disputados Carlos Iafigliola, de la Corriente Social Cristiana – Movimiento Adelante-Pro Vida y Familia,. (0% en las encuestas) y al pastor en la Iglesia Misión Vida Álvaro Dastugue, ambos del Partido Nacional. 

Este último está vinculado con Verónica Alonso, católica de crianza, judía al contraer matrimonio y políticamente asociada a la iglesia pentecostal Misión Vida”del pastor Jorge Márquez. Alonso, acérrima enemiga del feminismo, forma parte de estos grupos que portan un discurso de odio y retroceso. Discursos y acciones que en vez de profundizar en democracia atrasan 30 o 40 años en derechos conseguidos. 

Existen también grupos como “A mis hijos no los tocan”, “Varones unidos”. Por otro lado, está la propuesta -que se va a plebiscitar a la par de las elecciones nacionales de este año- por parte del senador nacionalista Jorge Larrañaga: “Vivir sin miedo”. Unas medidas que podríamos denominarlas de populismo punitivo, una jugada para la tribuna, una movida política debido a la desesperación del impulsor de esta propuesta de escalar en la interna de su propio partido. 

Promete, promete que algo quedará… 

Y vuelve el dos veces presidente (Partido Colorado) Julio María Sanguinetti al ruedo, con un ataque de memoria, verdad y justicia al decir que nadie podría estar en contra de esta causa. Sanguinetti, 83 años 

Lo irónico, por no decir cínico, es que el propio Sanguinetti hizo todo lo posible para opacar esta lucha, llegando al punto de censurar un spot publicitario que convocaba a votar por la papeleta verde para derogar la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, impide juzgar las violaciones a los derechos humanos cometidas por militares y policías durante la dictadura (1973-1985). en el plebiscito del año 1989. 

Sanguinetti, que tiene la fama de ser un gran estadista, pocas veces fue asociado a la crisis del 2002 que dejó al país al borde del abismo. Su segundo mandato fue la antesala a la debacle que sufrió el Uruguay todo. 

El empresario Juan Sartori, otro precandidato presidencial del Partido Nacional, outsider con todas las letras, aterrizó como un paracaidista hace pocos meses en Uruguay e hizo hizo pasar vergüenza ajena en televisión, al no tener la más remota idea del salario mínimo, el boleto de transporte, el índice de desempleo, etc. La carencia de propuestas es abrumadora y en base a miles y miles de dólares se posiciona segundo en la interna de su partido. 

Desde el Partido de la Gente, el empresario Edgardo Novick se desangra por lógicas empresariales-autoritarias. Los que abandonan el barco se dirimen si integran filas sanguinettistas o sartorianas., dejando en claro que de claridad ideológica y coherencia política no estamos hablando. 

El segundo en las encuestas nacionales, Luis Lacalle Pou (Partido Nacional), ha brindado declaraciones que no son nada favorables para los trabajadores, cuestionando los Consejos de Salarios, sugiriendo seguridad en el empleo a cambio de salario. Su posible ministra de economía planteó “la destrucción creativa del empleo” en una acrobacia lingüística que es solamente para ocultar el pensamiento de que los que no se aggiornen, pasarán a engrosar las filas del ejército de reserva.

Por último y no menos importante, es que el expresidente frenteamplista José Mújica, ha manifestado en el último campamento de su Movimiento de Participación Popilar que el próximo gobierno tendrá que plantearle a los uruguayos, que tendrán que trabajar unos años más para jubilarse. El promedio de edad de jubilación en Uruguay es de 63 años. 

El ex guerrillero parece ofrecer una vía de solución al problema de la seguridad social, muy acorde y muy afín a los preceptos que marca el Fondo Monetario Intrrnacional y que lejos está de una salida que favorezca a los trabajadores 

Así está el panorama: 

La derecha ha tomado impulso con la creación del Prosur, mientras EEUU sigue insistiendo con la invasión a Venezuela, Jair Bolsonaro dispara sin filtro alguno desde Brasil, Mauricio Macri está en franca retirada, pero aun con chances de reelección en Argentina, e Iván. Duque haciendo las veces de mayordomo del imperio. 

El campo nacional y popular latinoamericano se juega tres grandes desafíos electorales este 2019: Uruguay, Argentina y Bolivia. La elección en cualquiera de los tres lugares no deja de ser entre la reacción y el avance en derechos, entre el conservadurismo y la diversidad, entre el progresismo y la estocada (casi) final de la derecha para hacerse de (casi) toda América del sur. 

La elección es entre la oligarquía y el pueblo. Entre los gobiernos de corte progresista, con todos sus errores y aciertos, contra una derecha que ha empobrecido y hambreado a nuestros pueblos históricamente. En una coyuntura de crisis donde la carga de ésta será sobre las espaldas del pueblo trabajador o de los grandes empresarios del capital financiero. 

La elección es entre seguir el proceso hacia la segunda y definitiva independencia, por más cansino que sea el tranco, o volver a ser el patio trasero de Estados Unidos. O peor aún, estar en el subsuelo de la historia condenados a esperar otros 500 años más para liberarnos de la opresión. 

* Estudiante de Licenciatura en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)

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