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jueves, 28 de marzo de 2019

El rol de América Latina en las elecciones de EE. UU.




A pesar de estar en el primer trimestre de 2019, ya se respira la campaña por las elecciones presidenciales de 2020 en EE. UU. En esta oportunidad, América Latina tiene un rol clave: tanto el conflicto con Venezuela como la cuestión migratoria y la construcción el muro, así como la renegociación del TLCAN (ahora USMCA), han marcado la política interna y la agenda de política exterior de EE. UU.

La guerra contra Venezuela ha servido para exacerbar la polarización entre “nosotros” y “ellos”, que viene siendo aplicada sistemáticamente por Donald Trump (y un núcleo duro de republicanos desde Florida), en el marco de una retórica anticomunista que se conjuga con el discurso de “excepcionalismo estadounidense”. La presión para asignar un presupuesto estratosférico a la construcción del muro en la frontera sur de EE. UU. (para garantizar la no entrada de migrantes), encontró resistencia y generó tensiones políticas y administrativas que se materializaron en el histórico cierre parcial de varias agencias del Gobierno estadounidense por casi treinta días. La renegociación del TLCAN se inscribe en la “guerra comercial” signada por una retórica amenazante y la oscilación entre el proteccionismo puertas adentro y la necesidad urgente de expandir la economía de EE. UU. hacia afuera.

Los demócratas intentarán capitalizar las críticas de buena parte de la sociedad estadounidense a Trump, además de presionar por un impeachment contra el presidente. Una de las causas abiertas que más comprometen a Trump es la “trama rusa”, que lo acusa de colusión con el gobierno ruso para interferir en las elecciones presidenciales de 2016. Sin embargo, luego de una larga investigación realizada por el fiscal especial Mueller, el fiscal general Barr (elegido por Trump y bastante afín al presidente), advierte que no existió tal conspiración. Seguramente, los demócratas insistirán en un impeachment por otras irregularidades durante la campaña política de Trump que se desprenden de la trama rusa. Más allá de esta unión de los demócratas en torno al enemigo común, hay una gran dispersión en las candidaturas (mucha gente, importantes divisiones ideológicas y generacionales) que llevará a una larga competencia en las primarias.

De parte de los republicanos, la apuesta clara parece ser por la reelección de Trump. Si bien hubo momentos en que el apoyo estaba en duda en virtud de la sospechada colusión de Trump con los rusos, la decisión del fiscal general parece liberar a Trump de esta acusación. Además, vale recordar que en la historia de EE. UU., de 20 presidentes que se repostularon, solo 5 perdieron la reelección[1] [2]
¿Por qué América Latina es importante en las próximas elecciones?

La política frente a Venezuela y la cuestión migratoria han puesto en la palestra aspectos controversiales de las relaciones de EE. UU. con la región, que están incidiendo en su política interna. En lo relativo a Venezuela, la evidente injerencia en asuntos de otro país no se reduce a cualquier “otro país”, sino que es otro país aliado de Rusia y China, que disputan la hegemonía a EE. UU., declarados “enemigos” del Gobierno de Trump. El caso de Venezuela está directamente vinculado a los reacomodamientos y tensiones en la geopolítica global. Las múltiples estrategias injerencistas, incluida la permanente amenaza de intervención militar, también han generado diversas reacciones por parte de funcionarios y políticos estadounidenses (así como en los organismos internacionales). La presentación de Venezuela como “otra Siria”, abre preguntas sobre la necesidad y/o conveniencia para la economía estadounidense de generar escenarios de guerra perpetua, la demostración de poder en el Consejo de Seguridad y confrontación con otras potencias, etc., discursos y prácticas que, a su vez, se combinan con un aumento en el presupuesto de Defensa. En el escenario venezolano se perciben, además, las alianzas con sectores de diferentes países de América Latina que, aún sin acordar con las medidas proteccionistas (el America First) de Trump, no dudan en alinearse a la diplomacia y política de seguridad hemisférica del Gobierno de EE. UU., planteando cada vez mayor antagonismo entre los gobiernos “defensores de la democracia y los DD. HH.” y los gobiernos que denominan “dictaduras socialistas o comunistas” (Venezuela, Cuba, Nicaragua y, en ciertos aspectos, Bolivia).

En lo relativo a la cuestión migratoria, los planes de asistencia para el desarrollo para Centroamérica han mostrado ser fallidos para mejorar las condiciones estructurales de la región (meta que no estaba en los objetivos de la ayuda). Las dos décadas de guerra contra el narcotráfico en esa zona muestra, asimismo, magros resultados frente a la diaria exacerbación de la violencia. Los gobiernos aliados (destacando Honduras y Guatemala) se caracterizan por la corrupción, la ingobernabilidad, y la incapacidad para revertir situaciones de pobreza estructural ¿Cómo debe operar EE. UU. en esos países? ¿Hay que aumentar el monto y los programas de la asistencia? ¿Hay que reforzar relaciones comerciales y financieras? ¿Cómo reducir la violencia, con más militares o generando oportunidades laborales en sus territorios? ¿Qué se hace cuando los migrantes ya están en la frontera? ¿Cómo dirimir la cuestión de atender a los migrantes y, a la vez, atender las acuciantes necesidades de vivienda, salud y educación de las clases populares de EE. UU.?

Las preguntas son particularmente complejas para los demócratas, cuyo discurso y trayectoria se identifican en mayor o menor grado con la necesidad de resolver estos problemas. Vale destacar que, si bien los demócratas pueden ser progresistas puertas adentro, eso no implica necesariamente que adhieran a una política menos injerencista hacia el exterior -y tampoco que apoyen otros procesos progresistas fuera de sus fronteras-. Otro punto es que, por primera vez, América Latina aparece directamente interpelada en sus discursos de campaña.
Warren y Sanders

Entre las numerosas candidaturas demócratas, destacan Elizabeth Warren y Bernie Sanders. ¿Qué piensan sobre estos temas?

Durante la caravana de migrantes centroamericanos hacia la frontera con EE. UU., Warren declaró que su país debía atenerse a las leyes destinadas a resolver esto, considerando, por ejemplo, el asilo. Aseguró que el problema de fondo es la política exterior caótica planteada por Trump, que carece de una estrategia para la región: “se necesita mayor financiamiento, mejores relaciones con los países de la región y una estrategia de mediano-largo plazo que impida llegar a esta situación”.[3]

En un artículo publicado por la reconocida revista Foreign Affairs, Warren señala la importancia de articular la política exterior de EE. UU. con su política interna: “necesitamos una política exterior que funcione para todos los estadounidenses”.[4] El ejemplo de lo que no funciona para los estadounidenses sería la renegociación del TLCAN que, según Warren, ha aumentado los precios de las medicinas para el consumidor final estadounidense, a la vez que hace muy poco para evitar la fuga de puestos de trabajo hacia otros países.[5]

Por último, Warren advierte que EE. UU. gasta solo un 1% anual de su presupuesto en asistencia extranjera. Subrayando que se necesita del compromiso y contribuciones de los estados aliados en este rubro, afirma que “la diplomacia no es caridad”, sino que la asistencia es fundamental para resolver los intereses de EE. UU. y para evitar que los problemas deriven en guerras costosas. En efecto, Warren advierte que las diversas guerras emprendidas por EE. UU. han “dispersado” a Washington de los peligros reales: la lucha de poder en Asia, la presencia de una Rusia revanchista que amenaza a Europa, así como la inestabilidad en el Hemisferio Occidental, incluyendo el colapso de Venezuela y el desorden que esto puede causar en los países vecinos.[6]

Así, Warren se posiciona cercana a Trump en cuanto a la geopolítica regional y mundial, coincidiendo en cuáles serían las amenazas reales, los “enemigos”. También da cuenta de la doble moral de los demócratas, pues por un lado critica que frente a la rampante desigualdad en EE. UU., el Congreso haya permitido “donar” 1,5 trillones de dólares a los estadounidenses más ricos por no aplicar impuestos más progresivos.[7] Por otro lado, apunta rápidamente contra Venezuela como “amenaza” (desconociendo la redistribución implementada desde el Estado). Este posicionamiento explica, en parte, por qué Foreign Affairs, una revista del establishment, le brinda un espacio privilegiado para exponer sus ideas (a pesar de ser vista por muchos como una candidata “socialista”).

El perfil de Bernie Sanders es diferente, y se inscribe más claramente a la izquierda del Partido Demócrata. No tiene pudor en utilizar la palabra “socialismo” y es contra este discurso (y sus seguidores) que habla Trump cuando se refiere a que no permitirá que el socialismo o el comunismo se instalen en EE. UU. En lo relativo a Venezuela, Sanders fue claro en criticar el intervencionismo estadounidense: “debemos aprender las lecciones del pasado y no estar en el negocio del cambio de régimen o el apoyo a los golpes de Estado, como lo hemos hecho en Chile, Guatemala, Brasil y la República Dominicana”. Si bien hace varios años Sanders compró petróleo venezolano para el Estado de Vermont, abaratando los costos de calefacción, se suma ahora a posturas que lo acercan a Warren, como al republicano anticastrista Marco Rubio, al declarar que el Gobierno de Maduro es una dictadura, que debería aceptar la ayuda humanitaria, etc. (La magia de Venezuela es que logra unir a liberales, demócratas y conservadores en nombre de “la democracia y la libertad”[8])

Con respecto a la negociación del TLCAN (hoy USMCA), Sanders se opone al tratado en su conjunto, advirtiendo que va en contra de los trabajadores de EE. UU., favoreciendo a las multinacionales que abusarán del trabajo mal pago en México.[9] También es abiertamente crítico de la guerra contra las drogas, advirtiendo que es hora de abordar la cuestión de los narcóticos como un problema de salud y dejar de criminalizarla, considerando que las cárceles de EE. UU. son las más populosas del mundo. Por último, pero no de menor importancia, Sanders anunció que los empleados en su campaña estarán sindicalizados, hecho histórico en una campaña presidencial de EE. UU.[10]
¿Otra vez Trump?

Con respecto a las candidaturas republicanas, Trump advirtió que volverá a postularse (siempre y cuando no sea enjuiciado). Y hay posibilidades de que vuelva a ganar. Tiene a su favor la tendencia a la reelección en EE. UU., sumada a que el o la candidata demócrata que lo enfrente tendrá que ganarle en los estados del “Rust Belt” (Pensilvania, Wisconsin, Michigan, Minnesota) o ganar Florida o Arizona. Nada fácil[11]. No obstante, será clave para su reelección el estado de la economía (por el momento, no parece haberse cumplido con el crecimiento propuesto)[12] y la opinión respecto del cumplimiento de promesas de campaña (algo que todavía está en evaluación)[13]. En las últimas encuestas, se nota una merma en la popularidad del presidente: su aprobación bajó al 39%, comparado con la máxima aprobación (45%) en junio de 2018[14].

América Latina tiene un lugar privilegiado en la campaña de Trump. Desde las elecciones de 2015, pasando por las legislativas de 2018 hasta la actualidad, los temas candentes han sido el muro, la migración ilegal y, ahora, Venezuela. En efecto, puede decirse que el discurso de lanzamiento de campaña para el 2020 fue el pronunciado a mediados de febrero en Miami frente a la comunidad latina (donde el lobby anticastrista y antichavista tiene gran peso) sobre la situación en Venezuela[15]. Allí, el presidente pronunció la palabra “socialista” nueve veces y el término “socialismo” veinte veces (mientras que la palabra “Maduro” fue pronunciada solo diez veces). En ese mismo discurso advirtió que el socialismo nunca ha funcionado en ningún lado, que solo ha servido para encadenar a la gente y llevarla a la pobreza, y aseguró que “EE. UU. nunca será socialista” (esto, evidentemente, dirigido al electorado de Sanders). Como señalan algunos expertos, cada vez que Trump hable sobre Venezuela, en realidad estará refiriéndose a los “demócratas”.[16]

Este discurso retrotrae al que ya realizó Trump en junio de 2017 ante la comunidad del exilio anticastrista en el “Little Habana” de Miami, en el que marcó su postura hacia Cuba, también con un vocabulario de Guerra Fría.[17] Parece evidente que el sector más duro del anticastrismo está condicionando su agenda política no sólo hacia Cuba sino también hacia Venezuela, como se puede apreciar por el involucramiento del senador Marco Rubio y del diputado Mario Díaz-Balart en la crisis venezolana.[18]
Reflexiones finales

De seguir el debate político en EE. UU. tal y como está ahora, América Latina tendrá un protagonismo claro en la agenda de la campaña electoral de 2020. Trump tratará de sumar en torno a su figura el consenso que concita la agresión a Venezuela tanto en filas demócratas como republicanas. Por tanto, de la resolución exitosa del conflicto en Venezuela que implicaría, bajo la lógica estadounidense, la culminación efectiva de un “cambio de régimen” en la figura de Juan Guaidó u otro líder opositor (ante el desgaste que empieza a mostrar la carta Guaidó), dependerá la imagen de Trump ante el electorado estadounidense, no sólo el de origen latino.

En un contexto de cuestionamiento a su figura, de amenazas de impeachment, de insinuaciones no probadas todavía sobre su presunta vinculación con el Gobierno ruso y de volatilidad gubernamental, América Latina -y especialmente Venezuela- se presenta para Trump como la salida para reforzar una imagen de líder fuerte que puede establecer alianzas con sectores antes adversos. Esta postura, que tiene sus inconvenientes en lo concerniente a temas como la construcción del muro o la política migratoria, puede ser positiva si se relaciona con la respuesta a algún tipo de “amenaza” que dañe los intereses estadounidenses (recordemos la Orden Ejecutiva de Barack Obama catalogaba a Venezuela como una “amenaza inusual y extraordinaria” para EE. UU.). El uso de la política exterior hacia América Latina será, por tanto, un elemento ineludible en la campaña.

[5] Ibid
[6] Ibid

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