Jorge Durand
La migración hondureña
se hace nuevamente presente con el formato de caravana, tres meses
después de la de octubre de 2018 que llamó la atención por su masividad,
beligerancia, impacto mediático y solidaridad desplegada.
La de 2019 sigue siendo muy numerosa: 11 mil 366 personas registradas
el 27 de enero, y es preponderantemente hondureña (73 por ciento), en
menor medida salvadoreña (13 por ciento), guatemalteca (11 por ciento) y
de algunos otros países (3 por ciento).
No obstante, ya no se presenta de manera beligerante, en buena parte
porque hay una nueva política migratoria de acogida al migrante y de
ingreso ordenado y legal. Ya no hubo un asalto a la entrada como la
escena del puente en octubre, debido a la política anterior de
contención. Tampoco hay banderas hondureñas e himnos nacionales. A su
vez, la caravana ha recibido menos impacto mediático que la anterior y
también menos solidaridad de la población.
En otros artículos sobre el tema, había mencionado que el saldo de la
caravana de octubre pasado no era favorable. Si bien no hay
estadísticas precisas, sólo un grupo minoritario logró pasar la
frontera, otro grupo espera en Tijuana, uno más regresó a su lugar de
origen y otro recibieron condición de refugiados o visas humanitarias en
México.
Pero al parecer este balance no ha impactado en la población
hondureña que persiste en su afán de llegar a Estados Unidos. Tampoco
han impactado las amenazas y exabruptos del inquilino de la Casa Blanca.
Y las condiciones en Honduras siguen igual que antes, al presidente en
turno tampoco le afectan las denuncias de sus connacionales, ni siquiera
que su hermano, apresado en Miami, sea líder de un cártel hondureño. Juan Orlando Hernández cuenta con el apoyo de Estados Unidos, del Congreso y de las fuerzas armadas.
En otros casos, como en México y Colombia, la violencia sistémica
suele generar desplazamientos interno más que emigración internacional.
Pero en el caso de Honduras, dado el tamaño del país y de la población
(nueve millones), no hay dónde ir, por eso se plantea la alternativa
internacional. Es también el caso de El Salvador y Guatemala.
Las alternativas de cambio y desarrollo se han cerrado para estos
países centroamericanos. La revolución armada fue un baño de sangre, del
que escapó Honduras, pero lo vivió de cerca. La democracia, de derecha o
de izquierda, no ha podido detener la sangría que huye de la pobreza,
la violencia y las carencias institucionales. Los gobiernos corruptos se
encadenan y justifican en elecciones democráticas.
La migración hondureña tiene un fuerte componente político, como en
el caso de Venezuela. Este se hizo presente a lo largo de todo el
trayecto de la caravana de octubre, con las banderas en alto y
comunicados a la prensa. El éxodo fue acompañado por líderes políticos y
de opinión como el ex diputado Bartolo Fuentes, quien asiste a
reuniones de muy alto nivel en México y el comunicador Milton Benítez
quien fue el interlocutor designado ante la representación de la ONU, en
México, cuando se exigían camiones para el transporte de la caravana.
Hay una organización y dirigencia política detrás las caravanas, por más
que se afirme que se trata de un éxodo
sin Moisés. Y también hay organizaciones detrás, que
acompañan y asesorana los migrantes.
Los últimos datos del Pew Hipanic, para 2015 informan que el
contingente de hondureños en Estados Unidos, era de tan sólo 630 mil,
mientras que los guatemaltecos sumaban 980 mil y los salvadoreños un
millón 420 mil. Los números responden a procesos históricos y de
maduración diferente, la migración salvadoreña repunta en 1980, la
guatemalteca en 1990 y la hondureña en 1998 con el huracán Mitch. Los hondureños llegaron al final de todos y tienen prisa, por probar las bondades y mezquindades del sueño americano.
Quedan pendientes muchas preguntas. Los tiempos de las caravanas no
han podido ser peor escogidos. En las tres ocasiones: abril, octubre y
enero le dieron en la yema del gusto a Trump. También han puesto a
prueba al gobierno mexicano, el de Peña Nieto libró como pudo y el
actual, con un nuevo
paradigmade visas humanitarias, ha resuelto momentáneamente el tránsito, pero el tiempo dirá si no ha provocado un efecto llamada. A las caravanas siempre se han sumado migrantes de otras nacionalidades: cubanos, haitianos, ecuatorianos, brasileños africanos y rusos.
Por lo pronto la política de contención se da ahora en Estados
Unidos, con el muro, pero también con el acuerdo aceptado por México de
que EU puede devolver a solicitantes de refugio para que esperen por su
proceso legal. El hondureño Carlos Gómez Perdomo de 55 años es el
primero de una larga lista que ha sido retornado a México. Esta noticia
tampoco parece afectar a la caravana, pero en la práctica es una medida
adicional de contención para los migrantes centroamericanos y un
problema adicional para México.
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