Perspectivas del nuevo gobierno derechista
Brecha
Ya se vislumbran los conflictos que deberá enfrentar el nuevo Ejecutivo de derecha.
 El 11 de marzo de 2010, el fogueado Pepe Mujica pasó lo que años más 
tarde recordó como “uno de los sustos mayores de mi vida”; cerca de él, 
el entonces príncipe heredero de España miraba el balanceo de las arañas
 de luces del salón plenario del Congreso chileno con la boca abierta, 
como pensando si su dignidad real le permitía salir corriendo. En varias
 partes del recinto, los mandatarios extranjeros, los políticos y hasta 
los monseñores dudaban entre mantener la compostura debida a sus cargos o
 interrumpir con una estampida las solemnidades republicanas de la 
trasmisión del mando presidencial de Michelle Bachelet a Sebastián 
Piñera. 
 Habían pasado menos de dos semanas del gran terremoto 
del 27 de febrero, con centenares de víctimas y 2 millones de 
damnificados, pero el prurito de trasmitir al exterior una imagen de 
normalidad y estabilidad hizo que se respetara a rajatabla el calendario
 electoral. Por otra parte, cualquier demora en llegar al Palacio de La 
Moneda tal vez provocaba ansiedades en una derecha que por primera vez 
en más de medio siglo había obtenido el gobierno por medios 
democráticos. Sea como fuere, las tres réplicas del sismo del mes 
anterior, que se produjeron en el día de la asunción de Piñera, fueron 
como tres campanas doblando anticipadamente por un gobierno que pasó con
 más penas que gloria, pese a las intenciones declaradas por el 
mandatario de encarrilar a Chile definitivamente hacia el desarrollo. 
 Alternativa de oposición 
 El 11 de marzo pasado, la segunda presidencia de Sebastián Piñera 
comenzó sin temblores. Pero mientras que los terremotos no son 
predecibles, sí es posible suponer que habrá otros sacudones en Chile. 
El primero de ellos podría ser provocado por las relaciones con la 
oposición, porque la nueva fuerza política del Frente Amplio (FA), con 
sus 20 parlamentarios y un senador, está dispuesta a marcar las 
diferencias con los alicaídos sectores del ex oficialismo, que por sus 
contradicciones internas y una tendencia a la política de acuerdos y 
transacciones fueron incapaces de concretar muchas de las promesas 
hechas por Michelle Bachelet a la ciudadanía. En este aspecto, dos de 
los últimos actos administrativos de la presidenta mostraron la brecha 
entre su gobierno y las expectativas que despertó: pocos días antes del 
cambio del gobierno el Ejecutivo envió al parlamento un proyecto de ley 
para cambiar la Constitución heredada de la dictadura, con lo cual 
terminó siguiendo la línea de la derecha y de la Democracia Cristiana 
oficialista, en el sentido de no convocar a una Asamblea Constituyente; 
además, hasta 24 horas antes del cambio de mando dio respuestas ambiguas
 sobre el envío a las cárceles comunes de los violadores de los derechos
 humanos, actualmente recluidos en un penal especial, y a último momento
 firmó un decreto que no se pudo promulgar, porque no fue refrendado por
 el ministro de Justicia, en un hecho que todavía no se aclara. 
 Oposición y resistencia estudiantil 
 Esos temas serán recogidos por el Frente, al igual que los derechos de 
las mujeres y la igualdad de género; la demanda popular de poner fin al 
sistema obligatorio de Afp (las Afap, en Uruguay) –el cual sujeta el 
monto de las jubilaciones a los avatares de la Bolsa y maneja más de 180
 mil millones de dólares de los trabajadores– y las exigencias de una 
educación genuinamente gratuita, no basada en créditos y subvenciones, 
como ha sido la “gratuidad” de Bachelet. 
 Aunque el FA no se 
plantea hacer una oposición a ultranza, su ex candidata presidencial 
Beatriz Sánchez dijo que “somos un proyecto político que no solamente va
 a decir sí o no a un proyecto que se presente desde el gobierno; vamos a
 estar siempre proponiendo las cosas que queremos para el país”. Por 
otra parte, es probable que el Frente presida un realineamiento de los 
partidos, separando a las fuerzas de izquierda de la antigua coalición 
bacheletista de la Democracia Cristiana, que en muchas ocasiones logró 
diluir las reformas. 
 De todos modos, hay fuerzas sociales que no
 están enteramente bajo el control político; los estudiantes hicieron 
una protesta cuando el presidente Piñera llegó a La Moneda y ya han 
anunciado una marcha para el 9 de abril, porque, según su confederación,
 “el ministro de Educación ha sido enfático en que volverá a aplicar la 
selección y el copago buscando devolver la ‘libertad de elección’”. El 
ministro Gerardo Varela, un abogado de grandes empresas sin experiencia 
en educación, manifestó, poco antes de asumir el cargo, que los padres 
“quieren elegir la educación de sus hijos, sea por la pollera escocesa 
(del uniforme), el deporte, el inglés o la excelencia académica”. O sea,
 como un bien de consumo más. 
 La Pachamama 
 Para 
la ministra del Medio Ambiente, Marcela Cubillos –cuya única experiencia
 en el tema fue su pasaje como diputada por la comisión parlamentaria 
correspondiente–, el primer problema complicado en lo ambiental y en lo 
político es el de la mina Dominga, un gran proyecto que afectará varias 
áreas marinas en el norte y está en los tribunales, después de haber 
sido rechazado por el gobierno de Bachelet. La compañía minera pertenece
 a la familia de uno de los amigos más íntimos de Sebastián Piñera, 
quien se encuentra en arresto domiciliario desde 2015 por defraudar al 
fisco para financiar campañas políticas. Más allá de las implicaciones 
de este caso, Matías Asún, el director nacional de Greenpeace, indicó a 
Brecha que es probable que la conflictividad ambiental aumente, “pues el
 propio Estado no ha evolucionado tan rápido como la ciudadanía”. “Una 
clara manifestación de conflicto desde el propio gobierno entrante”, 
agregó Asún, “han sido las muy desafortunadas declaraciones de Sebastián
 Piñera en torno a la revisión de las pocas leyes que hoy protegen a los
 pueblos originarios…Su apertura a reducir la acción de esas leyes es 
una clara señal de complicidad con la industria salmonera que hoy 
amenaza los mares de la Patagonia y Magallanes, luego de arrasar con los
 ecosistemas costeros de Chiloé.” 
 Como particular, Piñera creó 
en 2005 un parque natural de 118 mil hectáreas en el sur del país, y 
durante su primera presidencia frenó la construcción de una central 
termoeléctrica en la misma zona del proyecto Dominga. No obstante, el 
año pasado defendió públicamente y con energía este último. Para el 
director de Greenpeace, la fuerza de la opinión pública lo obligará a 
manejarse con cuidado en el campo ambiental. “Los temas ambientales que 
emergieron en el primer gobierno del presidente Sebastián Piñera siguen 
ahí marcando la pauta. Sería absurdo suponer que el equipo del 
presidente no aprendió la lección; los temas medioambientales han ganado
 validez en la ciudadanía como demandas legítimas, y cuando se trata de 
abusos y corrupción que benefician a algunas pocas empresas en desmedro 
de la justicia social y el bienestar de todos, claramente ese interés 
ciudadano se traduce en manifestaciones de rechazo y protestas”, apuntó.
 
 Política exterior 
 En La Corte Internacional de 
La Haya está siendo tratada una demanda de Bolivia para que Chile le 
entregue una salida soberana al mar. Sebastián Piñera ha insistido en 
que no se alterarán los límites establecidos después de la Guerra del 
Pacífico, en la que Bolivia perdió su litoral, y apenas asumió la 
presidencia, el diario El Mercurio reportó que un ex agente diplomático 
ante La Haya opinaba que Chile debería dejar de participar en el 
tribunal internacional. Consultado por Brecha sobre si las nuevas 
autoridades considerarán esa posibilidad, el director del Observatorio 
de Asuntos Internacionales de la Universidad Finis Terrae, Alberto 
Rojas, comentó que aunque existe el antecedente del retiro de Colombia 
de La Haya en 2012, eso tiene costos en términos de la imagen del país y
 del debilitamiento del sistema político y jurídico internacional. No 
obstante, “la demanda boliviana, en el fondo es obligar a Chile a 
negociar una salida soberana al mar de Bolivia, algo bastante inédito en
 la historia de los temas que ha visto La Haya. De modo que habrá que 
esperar a conocer el detalle de su resolución”. 
 La tensión 
regional con Venezuela tiene en Chile repercusiones internas, con 
algunos sectores que respaldan a Nicolás Maduro como abanderado del 
antimperialismo y otros, mayoritarios, que desean que aumenten las 
presiones para precipitar el fin de su gobierno. Piñera es parte del 
giro a la derecha en la región y muy cercano al presidente argentino 
Mauricio Macri, uno de los “duros” en la cuestión venezolana. Alberto 
Rojas consideró que el nuevo presidente chileno dedicará un interés 
especial a la cooperación económica con bloques como la Alianza del 
Pacífico y el Mercosur, “pero también creando un frente común ante 
Venezuela, con el objetivo de presionar a Caracas para que dé mayores 
garantías y muestras de apertura con la oposición de este país”. 
Cabe preguntarse si la afinidad ideológica entre Piñera y Trump causará 
un mayor acercamiento entre Santiago y Washington que el que está dado 
por las relaciones comerciales, en las cuales Estados Unidos es un socio
 principal, después de China. Trump, apuntó Rojas, no ha hablado de 
revisar el tratado de libre comercio chileno-estadounidense. Pero, 
advirtió, “tal vez el único punto crítico sea que Chile aún aparece muy 
arriba en los listados de países en que se vulneran los derechos de 
autor, con altos niveles de ‘comercio pirata’ de películas, videojuegos y
 programas informáticos”.
 

 
 
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