El presidente sudafricano, Jacob Zuma, fue invitado por su homólogo chino, Hu Jintao, a concurrir a la tercera cumbre formal del hoy BRICS, a celebrarse en Beijing el primer trimestre de 2011.
Nasreen Seria, de Bloomberg (25/12/12), describe el relevante ingreso en términos puramente economicistas y esquiva su trascendencia geopolítica.
Considera que Sudáfrica ha sido reforzado como el campeón (sic) de África
y su incorporación al BRIC estimula a los mercados emergentes
.
Nasreen Seria destaca que Sudáfrica cuenta con una población relativamente minúscula frente al dragón chino, de mil 360 millones, pero su PIB representa la tercera parte de África subsahariana, que aportará mil millones de consumidores a los miembros del BRIC, así como recursos minerales
.
La población de Sudáfrica (49 millones) también es minúscula frente a India (mil 190 millones), y relativamente pequeña frente a Brasil (casi 200 millones) y hasta Rusia (141 millones).
En tamaño (1.22 millones de kilómetros cuadrados), población y PIB, Sudáfrica es un pequeño país frente a los cuatro gigantes del BRIC.
Nasreen Seria come ansias de novillero: el asunto no es tan lineal, porque existen todavía otros actores ajenos al BRIC, primordialmente la dupla anglosajona de EU y Gran Bretaña, que buscará balcanizar y vulcanizar África antes de abandonarla a manos de sus competidores del flamante BRICS.
The Economist (22/11/10) –portavoz de la globalización financierista y presunta propiedad de los banqueros esclavistas
Rothschild, a su vez presuntos controladores del megaespeculador George Soros– no augura un buen año 2011 a Jacob Zuma.
El ministro de Relaciones Internacionales y Cooperación de Sudáfrica, Maite Nkoana-Mashabane, comentó que su país será una buena (sic) puerta de entrada para el BRIC
y reconoce la menudencia de su población, pero asevera que Sudáfrica habla por África entera
. ¿Será?
De forma alarmante, Maite Nkoana-Mashabane parece ignorar la balcanización en curso en Sudán, Somalia, Kenia, Nigeria, Costa de Marfil, RASD, para citar unos.
Sería un grave error de juicio olvidar que balcanización
se escribe con la letra B
de Gran Bretaña, que busca dividir al mundo para que prevalezca su exiguo archipiélago por encima del resto del mundo.
Mientras el rand, la divisa de Sudáfrica, alcanza su mejor cotización frente al dólar desde hace dos años, el entusiasmo de Maite Nkoana-Mashabane es imparable: Traemos al BRIC, la economía más avanzada y diversificada del continente
. ¡Así han de andar de sobrexplotados el resto de los países africanos!
En comparación con el total africano de 53 países (con una extensión continental de casi 30 millones de kilómetros cuadrados), no cabe duda que, en términos economicistas, Sudáfrica es un país poderoso
, como señaló Alexei Vasiliev, enviado especial del zar geoenergético global Vlady Putin a Sudáfrica, un día antes de la histórica invitación de China.
Nada actualizado, Nasreen Seria aduce que la economía de Sudáfrica es de 286 mil millones de dólares, que representa menos que la cuarta parte de Rusia, la menor (¡súper-sic!) de los países del BRIC
.
Además de que el PIB de Sudáfrica es mucho mayor –346 mil millones de dólares en nominal y 552 mil millones en poder de paridad de compra, según The Economist–, éstas son piruetas numéricas, ya que el per cápita de Rusia, India y Brasil es casi equiparable.
El economista en jefe del vilipendiado banco Goldman Sachs, Jim O’Neill, quien acuñó felizmente el acrónimo BRIC, ha quedado rebasado por la geopolítica, la cual, por lo visto, no entiende, y se lamenta de que el ingreso de Sudáfrica al BRIC, desde el punto de vista de su tesis económica, no tiene sentido
(Afp, 24/12/12.)
No faltan quienes exulten la relevancia del mercado regional
de Sudáfrica, como Martyn Davies, ejecutivo de la consultora Frontier Advisory, con sede en Johannesburgo.
El manual de hechos de la CIA resalta que Sudáfrica tiene un centro bursátil que ocupa el lugar 18 a escala global, lo cual colisiona con el 32 que ocupa como país
, en el más serio índice de desarrollo financiero (del Foro Económico Mundial de Davos), mientras ni aparece en los primeros 20 lugares del hilarante índice de los centros financieros globales compilado por el grupo Z/Yen, con sede en Londres, que hasta regala una botella de champaña (no es broma) para ser consultado.
La CIA define Sudáfrica como país de ingreso mediano y mercado emergente con abundante oferta de recursos naturales
(oro, diamantes y platino, etcétera), con buen desarrollo en los sectores financieros (sic), legales, comunicaciones y energía
.
Sus exportaciones van preferentemente a China (10.34 por ciento), EU (9.19), Japón (7.59), Alemania (7.01), Gran Bretaña (5.54), y Suiza (4.72), mientras sus importaciones provienen de China (17.21), Alemania (11.24), EU (7.38), Arabia Saudita (4.87), Japón (4.67) e Irán (3.95).
Se desprenden tres situaciones mercantiles: 1) su comercio plural con varios países del G-7 y solamente con un miembro del BRIC: China; 2) su dependencia petrolera con Arabia Saudita e Irán (con todo y boicot), y 3) la anómala ausencia relativa de Rusia, India y Brasil, que pronto pasarán a una fulgurante ofensiva comercial en Pretoria (y el puerto de Durban).
El supuesto poder económico
de Sudáfrica –comparado con África, claro está– provino del alza descomunal de los metales preciosos y de la especulación financierista en Johannesburgo –centro de la bursatilización del oro, platino y diamantes–, donde los blancos de origen angloholandés se dispararon con la cuchara mayor en comparación con la derrilección de la mayoría negra (80 por ciento de su población).
Sudáfrica exhibe muchas vulnerabilidades en su economía que no vale la pena acentuar (rescoldos del apartheid, miseria de 50 por ciento y desempleo de 25 por ciento de la población; crisis eléctrica y alimentaria; transporte público desvertebrado, etcétera).
A nuestro juicio, el poderío económico
de Sudáfrica ha sido abultado –cuando otros actores africanos le pueden superar en el corto plazo, como Angola, Nigeria y Argelia–, mientras se ha soslayado su genuina valía geoestratégica como puente entre el Atlántico sur y el océano Índico, específicamente con Brasil e India.
El ingreso de Sudáfrica –único país africano miembro del G-20– al BRICS se encontraba desde hace mucho escrito en el muro: por la vía del foro global de India, Brasil y Sudáfrica (IBSA, por sus siglas en inglés).
No hay que perder de vista al IBSA trilateral, que mediante sus armadas realizan ejercicios bianuales conjuntos de interoperabilidad poco publicitados denominados Ibsamar.
Más allá de su incuestionable prevalencia en la punta africana con seis fronteras al norte y al este –Namibia, Botswana, Zimbabwe, Swazilandia, Mozambique y Lesotho (a quien rodea completamente)–, sus casi 3 mil kilómetros de costas en el Atlántico sur y el océano Índico son oro molido y diamante puro.
Por encima del enorme simbolismo metafísico sobre el ascenso a las grandes ligas mundiales del país de Nelson Mandela, Sudáfrica es la única potencia biocéanica de toda África, lo cual ya había sido ponderado por el foro trilateral IBSA y que finalmente han asimilado tanto China como Rusia en el rebautizado grupo hoy pentapartita del BRICS, que empieza a jugar magistralmente a la geoestrategia marítima: un verdadero regalo de Navidad para los países que anhelan su liberación financiera multipolar de la dupla anglosajona y, por extensión, del G-7, representantes arruinados del caduco orden unipolar.
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