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martes, 28 de diciembre de 2010

Dilma Rousseff hereda un Brasil más respetado en el exterior


Dilma Rousseff hereda un Brasil “respetado” en el exterior por la política del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que consolidó el peso internacional del gigante suramericano, aunque no logró incrementar su influencia en otras regiones, como Oriente Medio.

“Somos respetados porque Brasil ha osado hacer aquello de lo que nunca debería haber abdicado: comportarse como un país de 8,5 millones de kilómetros cuadrados, 190 millones de habitantes y que no tenía que pedir permiso para hacer las cosas” , resumió Lula la semana pasada en un acto con el alto mando militar.

El mandatario saliente se refería principalmente a su determinación por asumir un papel activo en las negociaciones con Irán por la gestión de su material nuclear, el pasado mayo.

Aunque Brasil -junto a Turquía- convenció al presidente Mahmud Ahmadineyad de firmar un acuerdo, las potencias nucleares no quedaron satisfechas, aplicaron sanciones a Irán y echaron un jarro de agua fría en las ansias de protagonismo del país suramericano.

Lula ha admitido que Brasil fue ignorado porque las potencias aún consideran a Brasil un “intruso” al que no le cabe mediar en cuestiones de esta envergadura.

Por ello, el gobernante ha repetido como una letanía su ruego por la ampliación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y la concesión de una silla permanente a su país, pero sus aspiraciones, de momento, han caído en saco roto.

En la misma dirección, Brasil se ha ofrecido como mediador independiente en el conflicto entre Israel y los palestinos, pero su amistad con Ahmadineyad y el reciente reconocimiento del Estado palestino han causado recelos en el Estado judío y en sectores conservadores en Estados Unidos.

Rousseff ya ha dado señales de que va a tomar otro rumbo y ha dicho que no va a brindarle apoyo a países que no respetan los derechos humanos.

De forma más concreta, la presidenta electa ha dicho que no aprueba las “prácticas medievales” y ha rechazado la postura de Brasil de no condenar a Irán en la ONU por aplicar la pena de lapidación a las adúlteras.

Al margen de la ONU, en estos años Brasil ha ganado voz en el mundo, al participar regularmente en las reuniones del G20 y en foros como el BRIC (Brasil, Rusia, India y China) , desde donde ha defendido un nuevo orden mundial en el que los pobres tengan voz.

Lula se ha empeñado a fondo en la política externa y en su mandato ha emprendido 252 viajes al extranjero, incluyendo 84 cumbres y 168 visitas a otros países.

En el centro de sus atenciones ha estado Suramérica, donde ha levantado la bandera de la integración y ha clamado por la reducción de asimetrías con sus vecinos, lo que le ha costado numerosas críticas dentro de sus fronteras.

“Es una ilusión que se pueda lograr la prosperidad y la democracia en medio de la miseria” , manifestó Lula, para fundamentar los motivos por los que le ha dado generosas concesiones a Bolivia, en el área de hidrocarburos, y a Paraguay, en el tratado de la central hidroeléctrica de Itaipú.

El carismático jefe de Estado brasileño ha sido un defensor ciego del Mercosur y otros mecanismos de integración, como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) , que él mismo impulsó en 2008, y con los que ha perseguido que la región se aparte de la tutela de EE.UU. en materia comercial.

En América Latina, el Brasil de Lula ha sido una bisagra entre los países de izquierdas y derechas, pero a la vez que se ha llevado bien con todos, ha mantenido un papel discreto en la mayoría de las crisis regionales.

En el caso de Honduras, fue uno de los primeros que alzó la voz para denunciar el “golpe de Estado” contra Manuel Zelaya, al que le llegó a ceder su embajada como refugio, y ahora sigue reticente a reconocer al Gobierno de Porfirio Lobo, elegido en las urnas.

Otra característica de la política exterior de Lula fue su trato inédito con frica, continente que ha visitado en 27 ocasiones y con el que ha buscado tender puentes culturales y económicos, especialmente con los países lusófonos.

El mandatario saliente extendió a todo el continente su oferta de regalar la tecnología brasileña para la fabricación de etanol, un combustible vegetal que, según él, podría contribuir al desarrollo de frica y del que Brasil ansía crear un mercado mundial en el que él sea el principal abastecedor.

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